Senalo hacia la pared opuesta. Las pastillas habian golpeado la pared y habian formado un triangulo, con menos de medio centimetro entre cada una.

– ?Justo en el blanco! -jadeo.

Ella lo miro con las cejas levantadas y se sento nuevamente.

– ?Puedes decirme ahora que es ese distintivo?

La voz de el estaba todavia alterada cuando se llevo la mano a la garganta, se la aclaro nuevamente y dijo:

– Asociacion de Mujeres Noruegas.

– ?Que?

– Las letras son A, M y N. Asociacion de Mujeres Noruegas.

Ella atrajo hacia si el dibujo de la marca, como si el la hubiese ofendido. Un trebol rojo con tallo, y una letra en cada hoja.

– Tengo que verificarlo -murmuro, dejo la hoja y tecleo el nombre de la asociacion en el campo de busqueda de un ordenador.

– Ahi lo ves -dijo Knut-. Es lo que te dije.

Ella miro la pagina de acceso de la asociacion.

El logotipo era un trebol rojo, con las letras A, M y N en blanco. Una en cada hoja.

– Joder…

Los pensamientos se le enredaban.

– Un cliente de prostitucion y posible asesino -comenzo ella en staccato-. De sexo masculino. Que deambula. Que se va con muchachitos. En Oslo Sentrum.

– Con un distintivo de la Asociacion de Mujeres Noruegas visible en la solapa de su chaqueta. ?Que cono es esto? ?Nos esta tratando de tomar el pelo?

Bork cogio los dibujos y se dirigio al tablero de corcho que habia al lado de la ventana. Pego alli los retratos y retrocedio dos pasos. Se quedo ahi quieto con la cabeza inclinada, hasta que, de pronto, se volvio hacia Silje y asintio diciendo:

– Quizas eso es justamente lo que hace, Silje. Tal vez este tipo nos quiere gastar una broma.

Cuando el hombre que llamo dijo ser de la Policia, Marcus Koll junior creyo por un confundido momento que alguien trataba de gastarle una broma. Cuando al cabo de unos segundos se dio cuenta de que estaba equivocado, se puso de pie y comenzo a caminar hacia un lado de la sala. Al principio estaba tan concentrado en parecer tranquilo que no entendio del todo lo que el hombre le decia.

Era imposible que supieran algo.

Trato de convencerse de que era, simplemente, impensable.

Se detuvo ante el ventanal grande encarado al sur.

El jardin en pendiente estaba iluminado. Los abetos de la cuesta, pesados de nieve, se volvian de un azul casi fluorescente contra la oscuridad compacta al otro lado de la cerca. Un techo de nubes bajas ocultaba la ciudad y el fiordo. Ahi desde donde el estaba, no habia mas mundo fuera de su propiedad.

Salvo en el telefono.

– Disculpe -dijo Marcus, y trato de imponer una sonrisa a su voz-. ?Podria ser tan amable de repetir lo que me dijo? Tenia mala recepcion justo en ese momento.

– La denuncia -dijo la voz, claramente impaciente-. El lunes pasado, usted hizo una denuncia sobre una banda de atracadores de casas.

Una rafaga suave hizo que la nieve cayese del arbol mas cercano, y los cristales secos resplandecieron a la luz de la lampara. En el sector mas bajo del jardin habia dos pinos altos de troncos desnudos y rectos como reglas y copas con forma de balon, como soldados erguidos en su puesto.

Marcus trato de serenarse.

Habia tenido razon. Por supuesto que no sabian nada.

No habia razon para preocuparse.

– ?Ah! -dijo simplemente, y trago saliva-. No fui yo.

– ?Estoy hablando con Rolf Slettan? -contesto la voz en el otro extremo-. ?En el telefono 2307****?

– No -dijo Marcus, y se concentro en respirar despacio-. Es mi marido. Rolf. El fue quien les llamo. Yo me llamo Marcus Koll. Como le dije cuando conteste el telefono.

Se hizo un silencio de un par de segundos en el otro extremo.

«La pausa de los que somos diferentes», penso Marcus; ese pedacito de tiempo de confusion silenciosa. O de menosprecio. O de ambos. Estaba acostumbrado, como todos lo estan a sus estigmas cuando los han llevado durante suficiente tiempo. Antes de que el pequeno Marcus comenzase la escuela, Koll junior se habia dejado retratar en el Dagens N?ringsliv como el unico hombre homosexual con marido e hijo en una lista de las cien personas mas ricas del pais. La esperanza era que el pequeno Marcus estuviese protegido porque todos lo sabian y que no precisasen andar murmurando.

Algunas semanas despues, se le ocurrio que no todos leian el Dagens N?ringsliv.

– ?Ah, entiendo! -se oyo por fin al otro lado de la conversacion-. ?Esta… el ahi, Rolf Slettan?

– Si. Pero esta acosando a nuestro hijo.

El silencio al otro lado de la linea fue tan largo que Marcus creyo que la comunicacion se habia interrumpido.

– ?Hola! -dijo en voz alta.

– Si, si -contesto el hombre-. Aqui estoy. ?Puede pedirle que me llame? Su denuncia quedo aqui desde entonces y hay un par de preguntas que me gustaria…

– ?Debe llamar al numero que aparece aqui, en la pantalla? -lo interrumpio Marcus.

– Ehh…, si, puede hacer eso. Pidale que pregunte por el inspector Pettersen. ?Llamara esta noche?

– Es dificil que sea asi -dijo Marcus-. Tenemos planes esta noche. Pero si es importante, por supuesto que puedo procurar que llame. Dentro de media hora, mas o menos.

– Si, eso estaria bien. Paso algo anoche, y podria ser…

– Perfecto. Se le dire.

Corto la comunicacion sin dar las gracias y dejo el telefono sobre la mesa. Se dio cuenta de que el cuarto estaba muy oscuro. Recorrio despacio la habitacion yendo de lampara en lampara, encendiendolas todas hasta que la sala estaba tan iluminada que la vision del jardin casi desaparecio en el contraste abrupto entre el exterior y el interior.

Rolf le habia contado lo de las huellas de automovil en el porton. Al principio Marcus se asombro, casi se irrito porque Rolf se hubiese obcecado con los rastros insignificantes de alguien que se habia detenido a la entrada del camino. El lugar no estaba dentro del perimetro de la cerca y formaba un espacio natural para dar paso al trafico en sentido inverso. Una vez que la nieve empezo a caer pesada en Ano Nuevo, el habia visto cada vez mas huellas en ese sitio.

Cuando Rolf tuvo oportunidad de explicarse mejor, Marcus accedio a discutir. Tuvo que aceptar que era raro que alguien aparcase alli, como indicaban las huellas de distinta profundidad y las colillas de cigarrillos. Cuando Rolf afirmo con persistencia que el mismo vehiculo habia estado directamente mas arriba en el camino mientras el inspeccionaba las huellas frente al porton, y que desaparecio en el momento en que el mostro interes en el, Marcus se quedo callado.

La fuerte sensacion que Rolf tenia acerca de que alguien los habia vigilado coincidia demasiado bien con su propia y creciente inquietud. Le dio por mirar cada vez mas seguido sobre su hombro, buscando no sabia bien que o a quien. Hasta ahora no habia podido determinar nada concreto, pero desde antes de las Navidades, la sensacion de tener una sombra viviente se habia vuelto mas fuerte. Despues de Ano Nuevo entendio que el ataque de panico que casi lo habia derribado al suelo cuatro dias antes de Navidad, despues de anos de tranquilidad, no se debia solo a la conciencia torturada que lo agotaba.

Era como si alguien lo estuviese mirando.

El problema, tal como Marcus Koll junior lo veia, era que probablemente esa vigilancia no tenia nada que ver con robos o bandas de ladrones.

Si era cierto que alguien lo espiaba.

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