divertido mucho junto con el tipo. Quiza se habian divertido un poco demasiado durante un periodo, en uno y otro sentido, podria decirse. Niclas habia sido muy loco en cuanto a drogas y esas cosas. No reparaba mucho en a quien se follaba, tampoco.
Petter Just se sonrojo ante aquel pensamiento.
En todo caso el ya no hacia esas cosas. Tenia una mujer, una linda mujer, y esperaban su primer hijo en julio. En rigor, el no habia sido nunca como Niclas, pero cuando su madre menciono al pasar que su viejo amigo habia muerto y que el entierro seria ese mismo dia, quiso por lo menos rendirle los ultimos honores.
Casi nadie canto.
El ni se tomo el trabajo de mover los labios, como le parecia que hacian los dos hombres sentados tres bancos por delante del suyo, en diagonal con el. Por lo menos durante un rato.
Solo habia una mujer en el local y no parecia demasiado afligida. Tampoco se habia preocupado por encontrar algo negro en el ropero. El vestido era suficientemente elegante, pero el rojo no era color para un entierro. Estaba sentada bien adelante y parecia aburrirse.
La musica termino. El pastor camino hasta el atril situado directamente frente al pasillo central. Parecia mas bien un taburete de bar agrandado que pudiera tumbarse en cualquier momento.
Los dos hombres que estaban delante de Petter comenzaron a cuchichear.
Al principio aquello le irrito. No estaba bien hablar asi durante una homilia. Quiza no se llamaba «homilia», por otro lado, pero de todos modos era de mala educacion no guardar silencio cuando el pastor hablaba.
– … hallaron mas obras…, ni hijos ni parientes…
Petter Just podia escuchar trozos de la conversacion. Sin realmente quererlo, aguzo su concentracion en los dos hombres.
– … en el atelier…, ningun heredero…
El pastor indico con un gesto que la concurrencia debia ponerse de pie. Los dos de delante estaban tan ocupados que no reaccionaron. Se callaron por un momento antes de retomar el cuchicheo.
– … muchas instalaciones menores…, dibujos…, una ultima obra maestra…, nadie sabia que…
Los cretinos estaban a punto de destruir toda la conmemoracion. Petter Just se incorporo con brusquedad y se inclino por encima del banco que tenia frente a si.
– ?Callense, cono! -siseo-. ?Muestren un poco de respeto, joder!
Los dos hombres se volvieron hacia el, confundidos. Uno andaba por los cincuenta anos y tenia el cabello ralo, gafas pequenas y una barbita que junto con el bigote le encerraba la boca en un circulo. El otro era algo mas joven.
– ?Disculpe! -dijo el mayor, y ambos sonrieron cuando se giraron nuevamente.
Les debio de dar un susto, porque no dijeron una palabra mas durante el resto de la ceremonia, que, de todos modos, no duro mucho. No hubo nadie aparte del pastor que tomase la palabra. Distinto a cuando lo de Lasse, el tercero del terceto que causaba estragos en Godlia durante los ochenta, ya de jovencito; murio en un accidente de trafico hacia ya dos anos. La ceremonia habia tenido lugar en la capilla grande de al lado, y aun asi no hubo lugar para todos los que quisieron acudir. Hubo ocho discursos y hasta una banda que toco
Aqui no habia nadie que llorase y habia solo una corona sobre el feretro.
El pensamiento provoco que le brotaran las lagrimas.
Tenia que haber retomado el contacto con Niclas. De no haber sido por los asuntos que preferia olvidar y que, de hecho, no eran nada para el, hubiese continuado la amistad con alegria.
De pronto no quiso estar ahi. Poco antes de que sonase la ultima nota de musica, se puso de pie. Hizo a un lado al hombre mayor que veia mal y abrio con violencia la pesada puerta de madera.
Habia comenzado a nevar otra vez.
Comenzo a correr, sin saber por que corria tanto.
O de que escapaba.
– De la una a la otra -dijo Sigmund Berli antes de sacarse los zapatos y apoyar los pies sobre la pequena mesa entre las dos sillas del cuarto de hotel de Yngvar-, eso me pasa con las mujeres.
Yngvar se cogio la nariz, hizo una mueca y senalo varias veces en el aire con el indice hacia los pies de su colega.
– Te felicito… -dijo rapido, y casi ahogado por la risa detras del puno cerrado-, pero tus calcetines huelen a momia y habas verdes. Sacalos de ahi. ?Ponte de nuevo los zapatos!
Sigmund se inclino lo mas que pudo hacia sus pies. Olisqueo con energia y torcio la nariz.
– No es para tanto -dijo plantando de nuevo los pies sobre la mesa-. La senora no se quejo, en todo caso. ?Te ries?
– ?Quien es ella? -pregunto Yngvar y se fue a la cama, lo mas lejos posible de Sigmund Berli-. ?Y cuanto tiempo lleva esto?
– Herdis -dijo Sigmund, animado-. Es… Herdis es… ?Adivina! ?Adivina que tipo de trabajo tiene?
– Ni idea -dijo Yngvar, impaciente-. ?En serio me vas a ofrecer algo de beber?
Sigmund extrajo del bolsillo interno una botella de plastico llena de whisky. Cogio uno de los vasos que Yngvar habia encontrado en el bano y lo lleno generosamente antes de alcanzarselo a su amigo.
– Gracias.
Sigmund se sirvio.
– Herdis -repitio satisfecho, como si solo nombrarla fuese una alegria en si misma-. Herdis Vatne es profesora de astrofisica.
–
Yngvar salpico el whisky sobre la cama y sobre si mismo.
– ?Que has dicho? ?Que diablos has dicho?
Sigmund se enderezo y una expresion de abatimiento le cruzo los ojos.
– ?No creias que yo podia atraer a una cientifica, no? Tu error, Yngvar, es que eres siempre tan jodidamente prejuicioso. Defiendes a esos negros canallas a vida o muerte. Aunque esten sobrerrepresentados en casi cada una de las estadisticas criminales que tenemos, habras de insistir siempre con lo dificil que es para ellos y…
– Dejalo ya -dijo Yngvar-. Y no utilices esa palabra.
– Eso tambien es un prejuicio, ?sabes? ?Siempre creer lo mejor de las personas solamente porque pertenecen a un grupo! Nunca crees lo mejor de nadie mas que de ellos. Eres esceptico ante cualquier cretino blanco que arrestamos, pero en cuanto tiene la piel un poquito mas oscura que la nuestra, entonces debes enfatizar cuan bueno probablemente es y cuanto…
– ?Para! ?Lo digo en serio!
Yngvar se incorporo en la cama. Sigmund dudo, antes de agregar despacio:
– En todo caso, no crees que yo me haya agenciado una amante que trabaja en la universidad. Te parece comico. A eso lo llamo yo ser autenticamente parcial. Y bastante insultante, para serte sincero.
– Perdona -dijo Yngvar-. Lo lamento, Sigmund. Por supuesto que me alegro. ?Tienes…? -Senalo el movil de Sigmund-. ?Tienes una foto de la dama?
– ?Si! ?Claro!
Sigmund busco la foto en el telefono hasta encontrarla. Se la enseno a Yngvar con una gran sonrisa.
– ?Una bella mujer, si, senor! Bella e inteligente. Casi como Inger Johanne.
Yngvar agarro el telefono y examino el retrato. Una mujer rubia de unos cuarenta anos lo miraba con una amplia sonrisa. Los dientes eran blancos y parejos, la nariz apuntaba con gracia hacia arriba. Debia de ser bastante delgada, dado que en la pequena pantalla el podia ver que las arrugas de la sonrisa eran profundas y que un pliegue bajaba a cada lado de la barbilla desde las comisuras de la boca. Tenia ojos azules con una pizca de exceso de maquillaje.
Se veia como cualquier otra mujer noruega de cerca de cuarenta anos.
– ?Mira tu! -murmuro devolviendo el telefono.
– Yo habia pensado contaros esto el sabado, antes de que Inger Johanne se fuese de pronto a dormir. Entonces quise esperar, porque ayer Herdis iba a conocer por primera vez a mis chicos. Bueno, no por primera vez, realmente, porque su hijo juega al hockey con Snorre. Son buenos amigos desde hace tiempo. Pero yo tenia que ver como seria…, encontrarse en privado. Todos. No puedo andar con una mujer a la que no le gusten mis
