admitirlo.
– Pero existen infinitos numeros primos -murmuro para si.
Hacia frio en la sala.
Habian instalado interruptores cronometricos en todos los radiadores en un intento de ahorrar dinero y preservar el ambiente. Mientras que Yngvar incrementaba constantemente la gradacion para mantener el calor durante la noche, ella la reducia para hacer que el sistema funcionase de acuerdo con su proposito. Ahora se arrepintio. Por un momento considero encender el horno, pero, en cambio, fue hasta el dormitorio y busco la colcha.
La leche habia comenzado a enfriarse. Bebio un trago largo antes de dejar la taza y comenzar a leer nuevamente.
Al principio, el mundo musulman estaba encantado con el hallazgo de aquel excentrico. Su trabajo fue tomado seriamente. Musulmanes de todo el mundo abrazaron la idea de la prueba matematica de la existencia de Ala. Hasta el conocido esceptico Martin Gardner, en uno de sus articulos en
A partir de alli, comenzo a irle peor al egipcio americano Rashad Khalifa.
Se incluyo en el Coran.
No fue suficiente que se creyese un profeta al mismo nivel que el Profeta; fundo una nueva religion. Conforme a los sumisos, todas las otras religiones, incluido el corrupto islam, debian, simplemente, perecer, ahora que el profeta anunciado tanto en el Coran como en la Biblia habia llegado, y el islam podia resucitar de manera pura y autentica.
Se Je cerraban los ojos. Inger Johanne dejo los papeles.
Quiza podia dormir en el sofa.
No queria pensar mas en Rashad Khalifa.
«No es extrano que de todas maneras encuentre seguidores», penso intentando acomodarse al pensamiento. Muchos musulmanes modernos daban la bienvenida a su ataque al sacerdocio musulman. Por otro lado, el misticismo de los numeros seria siempre tentador para todos aquellos con disposicion al fanatismo; extremistas de todas las formas y modos. Las teorias de Khalifa se mantendrian, a pesar de que el hombre fue asesinado en 1990. El asesino fue un musulman fanatico que siguio una fatua, declarada en la misma reunion en que se lanzara una en contra de Salman Rushdie.
– ?Por Dios! -murmuro
Detras de sus parpados bailaban numeros 19.
Eran las dos y diez de la madrugada.
El dia siguiente seria terrible si no lograba dormirse pronto. Se irguio con brusquedad, y con la colcha bajo el brazo fue hasta el bano y busco una pastilla para dormir. Normalmente le bastaba con pensar que existian. Ahora se tomo una y media; se las trago con agua corriente del grifo.
Quince minutos mas tarde dormia pesadamente en su cama, sin sonar en nada.
Lukas Lysgaard espero a que todos estuvieran durmiendo. Una vez mas dejo un mensaje para Astrid, en el que le decia que estaba preocupado por su padre y que queria verificar que todo estuviese en orden, pero que regresaria mas tarde durante la noche. Habia dejado el coche en la calle de forma que el motor de la puerta del garaje no despertase a nadie.
El paseo le sento bien. Mientras que su madre habia sido siempre una amante de la luz, Lukas era un hombre que disfrutaba con las noches. De nino, siempre se habia sentido seguro en la oscuridad. La noche era su amiga y lo habia sido siempre desde que era pequeno y vivia en la casa grande en Nubbebakken. Desde que tenia seis o siete anos, a menudo se despertaba y se fascinaba con las sombras que bailaban sobre la pared del dormitorio. El roble grande que aranaba el vidrio de la ventana quedaba iluminado desde atras por la luz solitaria y amarilla de un farol de la calle y trazaba las figuras mas bellas sobre su cama. Asi, cuando no lograba dormir, se escabullia de puntillas del dormitorio y subia la empinada escalera del altillo. En la penumbra, entre baules de viaje y muebles viejos, ropas apolilladas y juguetes que eran tan antiguos que nadie sabia bien a quien habian pertenecido originariamente, podia sentarse durante horas y perderse en ensonaciones.
Lukas Lysgaard condujo desde Os hacia un Bergen transido de sueno a traves de la humeda oscuridad invernal. Habia tomado una decision.
Cuando recordaba su propia infancia, pensaba que tenia poco de que quejarse.
Era un hijo amado y lo sabia. La fe religiosa de sus padres le habia hecho bien cuando era pequeno. Adopto el Dios que ellos tenian, tan facilmente como todos los ninos hacen suyos los ideales de sus padres hasta que crecen y pueden rebelarse. Su insurreccion habia sido silenciosa. Al principio vio al Senor como una figura paternal solida, misericordiosa, vigilante y omnipresente, pero a los doce anos comenzo a dudar.
Y en la casa de Nubbebakken no habia lugar para la duda.
La fe religiosa de su madre habia sido absoluta. Su dulzura frente a otras personas independientemente de su credo o sus convicciones, asi como su generosidad y su especial indulgencia hacia los pecadores debiles, se cimentaban en su certidumbre del Salvador como Hijo de Dios. Cuando Lukas entro en su adolescencia, descubrio que, en realidad, su madre no era creyente. Ella sabia. Eva Karin Lysgaard estaba segura, y el nunca se animo a confrontarla con su propia incertidumbre. Dios dejo de escuchar sus plegarias. La cristiandad se le hizo cada vez mas cerrada y el comenzo a buscar en otros lados la respuesta a los misterios de la vida.
Despues del servicio militar, comenzo a estudiar Fisica y abandono la religion. Todavia sin decir nada. Se habia casado por la Iglesia, por supuesto. Todos los ninos estaban bautizados. Ahora se alegraba de eso; su madre habia estado tan contenia cada vez que sostenia a un nieto frente a la congregacion despues de haberle dado ella misma los sacramentos del bautismo.
Cuando se acercaba a la casa de su padre, penso que algo en su hogar habia sido siempre distinto.
Cuando era un chiquillo no lo habia notado. Tras la muerte de su madre trato de recordar cuando habia aparecido esta sensacion velada de que su madre escondia algo. Quizas habia llegado gradualmente, en paralelo con su propia fe declinante. Pese a que ella habia sido una madre atenta, siempre en lo psiquico y a menudo en lo fisico, a medida que el crecia le quedo cada vez mas claro que la compartia con alguien. Era como una sombra sobre la casa. Algo que faltaba.
El tenia una hermana. No podia ser otra cosa.
Era dificil comprender por que o de que manera, pero de algun modo debia de tener algo que ver con la redencion de su madre a los dieciseis anos. Quiza se habia quedado embarazada. Tal vez Jesus le habia hablado cuando quiso abortar. Eso podia aclarar esa area en donde era intransigente y en ocasiones casi fanatica: no le estaba dado a las personas poner fin a una vida creada por Dios.
Calculo que su madre tenia dieciseis anos en 1962.
No debia de ser facil estar embarazada siendo soltera en 1962, especialmente para una jovencita.
La mujer del retrato se le parecia mucho; el lo recordaba, pese a que las pocas veces que presto atencion especial a la foto habia sentido rechazo, casi aversion, contra aquella mujer sin nombre de dientes bellos y un poquito torcidos.
Lukas hallaria el retrato. Entonces encontraria a su hermana.
Aparco el coche en Nubbebakken, algo alejado de la casa de su padre.
Ahora estaba de pie frente a la puerta y trataba de no hacer ruido con el llavero.
Una vez dentro se quedo quieto y escucho.
La casa de sus padres no habia estado nunca en completo silencio. Las maderas crujian, las bisagras chillaban. Las ramas golpeaban contra los vidrios por efecto del viento. El reloj de pie hacia normalmente tanto ruido que uno podia oirlo en gran parte del primer piso. Las canerias suspiraban con intervalos desparejos; la casa de la infancia de Lukas habia sido siempre una casa viva. Los suelos eran viejos y el todavia recordaba donde tenia que pisar para no despertar a nadie.
Ahora todo estaba muerto.
No habia viento fuera, y a pesar de que piso una tabla del suelo que normalmente cedia bajo su peso, solo pudo oir su propio pulso golpeandole los timpanos.
Camino hacia la escalera angosta y contuvo el aliento hasta llegar al segundo piso. La puerta del dormitorio de su padre estaba entornada. La respiracion acompasada y larga le indico que dormia pesadamente. Con cuidado, Lukas se dirigio hacia la puerta de la escalera del altillo. La vieja llave de hierro forjado estaba alli, como
