El gato Borghild salio de la casa y se froto contra las piernas desnudas de Astrid.

– Tengo que irme, de veras -dijo ella retrocediendo un paso-. He de preparar a los ninos para ir al parvulario y al colegio. Lamento que haya hecho el viaje hasta aqui para nada.

– ?No es culpa suya! -Yngvar retrocedio otra vez por los escalones-. Disculpe la molestia -dijo-. Se perfectamente como son estas mananas.

Sin decir otra cosa, ella cerro la puerta tras de si. Yngvar camino hasta el coche, que se abrio automaticamente. Se sento en el y saco la ridicula tarjeta que la fabrica Renault consideraba mejor que una llave de contacto. La introdujo en la abertura y apreto el boton de arranque. No paso nada.

– ?Has de funcionar, quieras o no!

Saco la tarjeta y la golpeo con fuerza contra el tablero. Lo intento de nuevo. El motor arranco.

Cuando habia conducido cinco minutos sin otra idea que la de volver a Bergen, decidio ir a Nubbebakken. Ir a buscar a Lukas a la universidad hubiera parecido demasiado dramatico. Como Astrid le habia confirmado que el estado de Erik era cada vez peor, podia ser que Lukas hubiese elegido quedarse con su padre, a pesar de que era un dia laborable. Acelero.

Habia comenzado a llover, y detras de las pesadas nubes el sol comenzaba a pintar el mundo de gris.

Lukas se desperto cuando el tragaluz del altillo ya no era negro, sino de un gris sucio. Su brazo derecho habia desaparecido. Con cuidado, lo movio hacia delante. Se habia dado la vuelta en el sillon hasta dormirse con el brazo apretado entre el respaldo y el peso de su propio cuerpo. Cuando le volvio la circulacion, fue como si hubiese metido la mano en un nido de avispas. Le pinchaba y le dolia, e hizo una mueca cuando se incorporo y comenzo a sacudir el brazo con tanta energia que el hombro protesto.

Va pasaban diez minutos de las diez de la manana del martes 13 de enero.

Debia de haber estado en una reunion en el instituto a las nueve. Cuando miro la pantalla de su telefono movil, vio que tenia cinco llamadas perdidas. Tres de un colega que debia asistir a la misma reunion y dos de Astrid.

Se estiro rapido de lado a lado para sacudirse el entumecimiento de la noche.

No lograba oir ningun ruido desde abajo. Quiza su padre dormia todavia.

El retrato de su hermana estaba en el lado interno de la camisa, ahi donde lo habia puesto antes de dormirse. Se habia combado durante la noche, pero no estaba doblado. Ajusto un poco mas el cinturon para mantenerlo en su lugar antes de trepar a la banqueta y abrir el ventanuco.

Aquella manana de enero era deprimente.

Todo estaba mojado. Todos los colores invernaban. El roble era un contorno negro contra todo el gris. Lukas se deslizo a traves de la estrecha abertura y paso el resto de su cuerpo ayudandose con los brazos. Se sento bien arriba del techo y descanso buscando aliento. Acomodo los talones en la escalera del deshollinador y se sintio mucho mas angustiado que lo que se habia sentido cuando era un chaval. Cuando habia descendido la mitad del camino hacia los canalones de desague, oyo que un vehiculo se acercaba. Se quedo rigido.

El motor se detuvo y la portezuela de un coche golpeo al cerrarse.

El porton chillo y Lukas pudo escuchar con claridad los pasos en direccion a la puerta de entrada de su padre.

Alguien llamo al timbre. Podia oir la campanilla sonando alli abajo, atenuada y distorsionada a traves de dos pisos, pero lo suficientemente clara. Hasta ahora no se habia animado a mover los ojos. Finalmente miro hacia abajo. Desde donde estaba sentado, podia ver justo la pequena cornisa con la escalera de piedra hasta la parrilla de alambre moldeado para secar los zapatos.

Vio enseguida de quien se trataba.

Finalmente, la puerta se abrio.

Lukas contuvo el aliento con los ojos puestos en el hombre de ahi abajo. Si a Yngvar Stubo se le ocurria mirar hacia arriba, lo veria de inmediato.

Las voces le llegaban con claridad.

– Buenos dias -dijo el policia-. Y disculpe la molestia. Estoy buscando a Lukas. Queria charlar con el sobre un par de detalles. ?Esta aqui?

La voz de su padre era, como de costumbre, plana y desinteresada.

– No.

– ?No? Hable con su esposa y…

Stubo dio un paso atras. Lukas cerro los ojos.

– Disculpe -dijo el hombre robusto alli abajo-. Debia haber llamado. ?Esta usted bien? ?Hay algo que podamos…?

– Esta todo bien -lo interrumpio la voz del padre antes de que la puerta se cerrase nuevamente.

Lukas ya estaba empapado. Habia dejado su abrigo en el coche y la lluvia helada le caia sobre el cuello para correr espaldas abajo. Se inclino hacia delante instintivamente para proteger la fotografia. Abrio los ojos otra vez.

Yngvar Stubo estaba parado a cinco metros de la pared con la cabeza inclinada. Cuando sus ojos se encontraron, el policia curvo varias veces el indice de la mano derecha. El sonrio levemente y sacudio despacio la cabeza antes de senalar la puerta.

Lukas trago saliva y sintio frio y calor alternativamente.

Le llevaria tres minutos bajar del techo. Para entonces debia preparar una explicacion increiblemente buena. Ademas debia evitar que su padre lo descubriera. Ya era mas que suficiente tener que explicarse ante Yngvar Stubo.

Cuando llego abajo despues de haber saltado desde una rama gruesa a casi dos metros del suelo, todavia no se le habia ocurrido que decir.

La verdad, quiza, penso por un segundo antes de abandonar la idea y rodear la casa para encontrar al policia, que lo esperaba frente a la puerta.

Inger Johanne habia reconocido hacia ya mucho que la verdad es la primera victima en la guerra. Igualmente era dificil aceptar que la realidad pudiese tergiversarse hasta tal punto como en el articulo que trataba de leer mientras Ragnhild le daba el desayuno a su osito.

– Mira -dijo su hija embelesada, y senalo el hocico manchado-. ?Al osito le encanta la papilla!

– No hagas eso -murmuro Inger Johanne-. Come tu.

Bebio un sorbo de cafe. Todavia sentia el cuerpo pesado y somnoliento por las pildoras para dormir, y ya iba con retraso. Igualmente no lograba desprenderse del periodico.

– ?Que lees, mama?

Ragnhild habia metido el hocico del osito en el bol con papilla, leche y mermelada de frutillas. Inger Johanne ni siquiera miro. No sabia como iba a explicarle la guerra en la franja de Gaza a una nina de cinco anos.

– Sobre unas personas malas -dijo distraida.

– Las personas malas van a la carcel -dijo Ragnhild alegremente-. ?Papa los atrapa y los pone directamente en el calabozo!

– ?En el calabozo?

Inger Johanne miro a su hija por encima del periodico.

– ?Donde aprendiste esa palabra?

– Calabozo, arresto, prision, carcel. Quieren decir lo mismo. Tambien hay una que se llama «prision perceptiva».

– Prision preventiva -corrigio Inger Johanne-. ?Fue Kristiane la que te enseno esto?

– Mmm -dijo Ragnhild lamiendo el hocico del osito-. ?Por que hablan de las malas personas?

– Es una entrevista -dijo Inger Johanne-. Con un hombre que se llama… -Miro el retrato de Ehud Olmert. Paso las hojas con presteza-. No tenemos tiempo para esto -dijo sonriendo-. ?Puedes empezar a cepillarte los dientes? Luego voy yo y terminamos.

Su hija se puso el osito bajo el brazo y desaparecio camino del bano. Inger Johanne debio de haber doblado el Aftenposten cuando su mirada cayo sobre un anuncio en la primera pagina que la hizo buscar la pagina cinco a pesar suyo: «El caso Marianne aun es un misterio. Hasta ahora han declarado mas de

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