siempre, y el levanto el picaporte tirando hacia si mientras la giraba, como sabia que debia hacer. El ruido del cerrojo al abrirse le hizo contener nuevamente la respiracion.
Su padre seguia dormido.
Abrio la puerta con lentitud infinita.
Al final pudo colarse dentro.
En cada paso apoyaba los pies tan cerca de la pared como podia, tal como habia aprendido ya cuando tenia seis anos. Subio en silencio al cuarto enorme y polvoriento. Extrajo una linterna de su cinturon y comenzo a buscar.
Fue un reencuentro con su ninez.
En las cajas que estaban amontonadas al lado de la pequena ventana redonda en el aguilon, habia ropas y zapatos que el habia usado de pequeno. Al lado habia mas cajas con mas ropas; su madre no se habia desprendido de nada. Trato de recordar cuando era la ultima vez que habia visitado el altillo y concluyo que no lo habia hecho desde la primera vez que se mudo de la casa, cuando tenia doce anos, cuando durante dos meses se habia dormido llorando por haber tenido que dejar Bergen.
De todos modos, todo le parecia extranamente conocido.
El olor del altillo era aun el mismo. Polvo, polillas y metal empalagoso se mezclaban con betun para zapatos e indefinibles aromas.
Se alejo repentinamente de las cajas cercanas a la ventana y camino silenciosamente hacia la escalera. Dejo que la luz de la linterna iluminase el suelo, alli donde los escalones terminaban.
Podia ver con claridad sus propias huellas en la gruesa capa de polvo. Ademas vio otra huella sin forma, como la de una pantufla. Podia observar varias, si miraba bien, e iban en ambos sentidos. Alguien habia estado alli no hacia mucho tiempo.
Lukas esbozo una sonrisa. Su padre siempre creyo que el
Irguio la espalda y miro a su alrededor.
El altillo era enorme, cubria casi toda la superficie de la casa. Cien metros cuadrados, si no recordaba mal. El desanimo lo inundo ante el pensamiento del tiempo que le llevaria buscar entre los trastos, los cachivaches y los recuerdos hasta dar con algo tan pequeno como un retrato.
El cono de luz bailo nuevamente sobre las huellas cercanas a la escalera.
Marcas de pantuflas, casi invisibles, iban en sentido inverso al que Lukas habia seguido. Hacia el lado oeste del altillo, alli donde la pequena ventana habia sido tapiada. Las siguio con cuidado.
Un ruido proveniente de abajo hizo que se quedara rigido.
Pisadas claras. Se detuvieron.
Lukas contuvo la respiracion.
Su padre se habia despertado. Era como si pudiese escuchar su respiracion, pese a que debia haber mas de quince metros entre ellos. Se oia como si su padre estuviese al lado de la puerta del altillo.
– ?Cono! -dijeron los labios de Lukas sin emitir un ruido.
No habia cerrado la puerta del todo, temeroso de que hiciera ruido cuando bajase mas tarde. Probablemente su padre iba al bano. Por supuesto se habria percatado de que la puerta del altillo estaba abierta.
De vez en cuando, cuando habian olvidado cerrarla con llave, la puerta podia abrirse por si sola. Lukas cerro los ojos y rogo a Dios por primera vez desde hacia mucho tiempo.
«Deja que papa crea que se abrio sola.»
Esta vez su ruego fue escuchado.
Oyo el murmullo bajo de su padre antes de que cerrase la puerta.
Y girase la llave.
Asi pues, Dios no habia escuchado el ruego de Lukas del todo. Ahora estaba encerrado, y solo los dioses sabian como se las iba a apanar. Una corriente de juramentos silenciosos salio de su boca antes de que se le ocurriera que podia utilizar la ventana del altillo. Ya con seis anos habia trepado por primera vez a traves de la pequena ventana en el techo, que estaba justo al lado de la chimenea, habia descendido la escalera de deshollinar y habia recorrido el canalon de desague hasta el gran roble, junto a su propio cuarto.
Llegar al suelo desde alli era asunto facil.
Primero debia hallar el retrato de su hermana.
Espero diez minutos para asegurarse de que su padre estaba durmiendo.
Entonces se deslizo en silencio.
Todo fue tan facil que realmente no podia creerlo. Bajo una caja de platanos llena de periodicos viejos, sobre una vieja banqueta que le parecio recordar de los tiempos en Stavanger, estaba la fotografia. El marco brillo cuando la luz cayo sobre el. Entonces se percato de que era de plata. El metal se habia oxidado con los anos, pero el peso y el matiz del metal cincelado lo convencieron.
Se sobresalto cuando dejo descansar la luz sobre el rostro sonriente.
La mujer rondaba los veinte anos, si bien era dificil de precisar. Lo unico que uno podia ver de sus ropas era una blusa con un pequeno cuello con algo que quiza fuesen flores bordadas en cada punta, blanco sobre blanco. Encima llevaba una chaqueta mas oscura, ligera y tejida, parecia. De un solo color.
«No precisamente moderna», penso.
Extrajo con presteza la foto del marco. Queria buscar el nombre del fotografo u otra anotacion que le permitiese avanzar en la busqueda de aquella hermana que durante tanto tiempo habia pensado que quiza tenia, y a la que no renunciaria a encontrar.
Nada.
La foto era totalmente anonima. Dejo el marco y camino hasta un viejo sillon que estaba contra la pared sur. Se sento y coloco la linterna sobre el hombro de manera que iluminase directamente a la fotografia.
Si su madre se habia quedado embarazada en 1962, aquella mujer debia de tener ahora cuarenta y seis, quiza cuarenta y siete; nunca habia sabido en que epoca del ano su madre habia tenido la pretendida revelacion.
La foto tenia que haber sido tomada por lo menos veinticinco anos atras.
1984.
Cuando el tenia cinco anos. Sabia muy poco de la moda en esa epoca. No mucho, aparte de que la hermana mayor de su mejor amigo llevaba sueteres de mohair en colores pastel que se metia por dentro del pantalon, ademas de una fabulosa permanente en el cabello.
Acaricio el rostro de la mujer con la punta de los dedos.
No tenia rizos falsos; a pesar de que era dificil adivinar colores en una fotografia en blanco y negro, hubiese apostado a que la chaqueta era roja.
Lukas jamas habia echado de menos no tener hermanos. Crecio con la sensacion de que era unico; el unico hijo con que sus padres habian sido bendecidos. Tenia facilidad para hacer amigos, y la casa habia estado siempre abierta para ellos. Sus companeros lo habian envidiado; Lukas tenia toda la atencion de sus padres y generalmente recibia lo mas reciente de las novedades antes de que los otros padres pudiesen siquiera considerar si tenian o no el dinero suficiente como para comprarlas.
Sentia que la mujer del retrato le hablaba.
Habia algo entre ellos: un amor comun.
Metio bruscamente el retrato dentro de su camisa, apretandolo contra la cintura del pantalon. Dejo el marco alli donde encontro la foto y fue hacia la ventana, con la esperanza de que todavia fuese posible abrirla, despues de tantos anos.
No tuvo problemas.
El aire frio y humedo lo golpeo, por lo que cerro los ojos por un momento. Cuando los abrio de nuevo, empezo a preguntarse si le seria posible todavia escurrir su cuerpo a traves de la estrecha abertura. Miro en torno a si buscando algo sobre lo que detenerse, y su mirada cayo enseguida sobre una pequena banqueta-escalera que recordaba a la de la cocina en Stavanger. La separo con cuidado de la pared, la desplego y la puso directamente bajo la ventana. Le parecio que podria pasar los hombros a traves del ventanuco. Una vez que el torso hubiese