hijos, ?sabes? Y viceversa.

– ?Y fue todo bien?

– Siii. No podia haber ido mejor. Fuimos al cine y luego a cenar a casa de Herdis. Tiene «el» apartamento. Grande, hermoso. En Frogner. Me siento casi perdido en esa zona de la ciudad. Pero es elegante, hay que admitirlo. -Chasqueo la lengua satisfecho con el whisky y se recosto en la silla-. El amor es algo bello -dijo solemne.

– Cierto.

Se quedaron sentados en silencio mientras bebian hasta la mitad de la agradable bebida. Echado en la cama con tres almohadas como apoyo blando para su cuello y su espalda, Yngvar sintio descender el cansancio. Cerro los ojos y se relajo hasta que el vaso estuvo a punto de caersele.

– ?Que piensas de nuestra dama?

– ?De quien? ?Herdis?

– Idiota. De Eva Karin Lysgaard.

Yngvar no respondio. Ambos habian dedicado el dia para sistematizar la cantidad enorme de documentos que formaban el caso. Habian pasado diecinueve dias desde que habian asesinado a la obispo de una cuchillada, y a decir verdad la Policia de Bergen no habia avanzado un paso hacia la solucion. No es que se le pudiera reprochar nada por ello, pensaba Yngvar; el estaba tan en blanco como ellos. El trabajo en colaboracion habia funcionado sin problemas hasta el momento. Al principio, Yngvar tuvo responsabilidad por las declaraciones de los testigos mas importantes, mientras que Sigmund funcionaba como enlace entre Kripos y el distrito policial de Hordaland. Era una funcion que cumplia brillantemente. Era dificil encontrar una persona con capacidades multiples que fuese mas jovial que Sigmund Berli, y casi no existian atisbos de conflictos que el no pudiese solucionar antes de que se tornaran serios. Durante la ultima semana, ambos habian asumido una especie de responsabilidad de comprobacion. La Policia de Bergen hacia toda la investigacion y coordinacion. Operaban de manera totalmente independiente, pero Sigmund e Yngvar intentaban continuamente echar una mirada suplementaria a toda la informacion que llegaba.

– Creo que cometimos un error -dijo de pronto Yngvar-. Un error opuesto al que cometemos un poco demasiado a menudo.

– ?A que te refieres?

– Nos hemos «expandido» demasiado.

– ?Regla numero uno, Yngvar! ?Manten abiertas todas las posibilidades!

– Lo se -dijo Yngvar haciendo una mueca-. Pero escucha esto…

Cogio un bloc de notas y una pluma de la mesita de noche.

– Por lo que respecta a la teoria de uno o varios locos, incluso una de esas bombas latentes de las que todo el mundo habla tanto…

– Buscadores de asilo -anadio Sigmund, y estaba a punto de empezar a hablar del tema cuando una mirada asesina de Yngvar hizo que levantase la palma en un gesto conciliador.

– En ese caso ya lo hubieramos encontrado hace tiempo -dijo Yngvar-. Este tipo de asesinato es tipico de las personas con brotes psicoticos que, por lo general, se alejan corriendo por la calle despues de cometer el crimen, cubiertos de sangre y acosados por sus demonios interiores hasta que simplemente los encontramos unas horas despues. Ahora han pasado casi tres semanas sin que hayamos visto el hocico de un solo maniatico. Nadie se ha escapado de las instituciones psiquiatricas; no se encontro nada sospechoso en los alojamientos de buscadores de asilo, esta totalmente… -golpeo el bloc con la pluma- descartado que busquemos a un asesino de esas caracteristicas.

– La Policia de Bergen piensa exactamente lo mismo.

– Si. Pero todavia mantienen abierta la puerta.

Sigmund asintio.

– Deberian cerrarla -dijo Yngvar-. Junto con un monton de otras puertas que solo crean tension y caos con todas sus posibilidades. Esas cartas de odio, por ejemplo, ?alguna vez se te ha ocurrido que uno puede encontrar un asesino entre todos los que las mandaron?

– Bueno -dijo Sigmund dudando-. En el caso de Anna Lindh, por lo menos, habia un asesino que estaba insatisfecho con…

– A la ministro de Asuntos Exteriores sueca la asesino un loco de remate -lo interrumpio Yngvar-. Sin cordura, desde un punto de vista juridico, a todos los fines practicos. Un misfit con antecedentes psiquiatricos que encontro de pronto un objeto para su odio. Lo arrestaron catorce dias despues, y habia tantas pistas que lo senalaban que…

– Que tu y yo lo hubiesemos atrapado en menos de veinticuatro horas -sonrio Sigmund.

Yngvar le devolvio la sonrisa.

– Han sido realmente desafortunados, estos suecos, en algunos casos muy, muy importantes…

Otra vez se quedaron callados. Del cuarto vecino se oia el ruido de agua de una ducha fuerte y de un inodoro que se vaciaba.

– Yo creo que tambien ese monton de cartas es una pista ciega -dijo Yngvar-. Igual que esa pista del aborto a la que los periodicos le dan bombo. Son los antiabortistas los que pueden llegar a matar por su causa. Por lo menos en los Estados Unidos. No los que apoyan la libertad de elegir el aborto. Eso seria muy rebuscado.

– Pero ?que crees tu, entonces? ?Enseguida habras nombrado todas las posibilidades que tenemos! ?En que cono estas pensando?

– ?Adonde iba? -pregunto Yngvar mirando al vacio-. Tenemos que averiguar hacia donde se dirigia cuando la mataron.

Sigmund vacio el vaso y se quedo mirandolo durante un momento hasta que abrio con decision la petaca de Famous Grouse y se sirvio mas.

– Con cuidado -dijo Yngvar-. Tenemos que levantarnos temprano.

Sigmund no hizo caso de la advertencia.

– El problema es, por supuesto, que no podemos preguntarle a ella -dijo-. Y el viudo se niega, todavia, rotundamente, a decir nada acerca de cual era el objetivo del paseo. Nuestros colegas aqui en la ciudad le dijeron que tiene el deber de explicarlo y hasta lo amenazaron con un interrogatorio legal. Pero las consecuencias de eso…

– No arrastraran jamas a Erik Lysgaard hasta la corte. No tendria sentido. Ha sufrido y sufre lo suficiente. Debemos encontrar otra cosa.

– ?Que?

Yngvar vacio su vaso y sacudio la cabeza cuando Sigmund tomo la botella para llenarlo de nuevo.

– Campana de puerta a puerta -dijo brevemente.

– ?Donde? ?En todo Bergen?

– No. Debemos…

Abrio el cajon de la mesita de noche y extrajo un mapa de la ciudad.

– Tenemos que crear un campo de tiro mas o menos asi -dijo dibujando un circulo con el indice mientras le mostraba el mapa a su colega.

– Es la jodida mitad de Bergen -dijo Sigmund, desanimado.

– No. Es el lado este del centro. La parte noreste.

Sigmund agarro el mapa.

– ?Sabes?, Yngvar, esta es la proposicion mas ridicula que se te haya ocurrido jamas. Se ha dicho con la mayor claridad posible en los medios que existe gran incertidumbre sobre por que la obispo estaba caminando por la calle durante la noche de Navidad. Si hubiese alguien alli afuera que supiese que iba camino de el o de ella, ya hubiera tomado contacto hace mucho. Eso en el caso de que no tengan nada que esconder, y entonces no se gana nada con ninguna maldita campana de puerta a puerta, en todo caso.

Arrojo el mapa sobre la cama y bebio un largo trago del vaso.

– Ademas -agrego-, puede ser que simplemente haya salido a pasear. Y entonces estamos exactamente en el mismo lugar.

Los ojos de Yngvar adquirieron una vez mas esa mirada vidriosa que Sigmund conocia tan bien.

– ?Tienes otras buenas ideas? -pregunto, saboreando el whisky en los labios-. ?Ideas que yo pueda torpedear aqui y ahora?

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