– ?Que hacias en el altillo y por que cono no podias bajar las escaleras como hace todo el mundo?

– No tiene nada que ver con la muerte de mi madre -murmuro Lukas apartando la vista-. Se trata de otra cosa. Algo… personal.

Los dientes le empezaban a castanetear, y cruzo los brazos sobre el pecho.

– Eso voy a decidirlo personalmente -gruno Yngvar-. Y ahora tienes veinte segundos para darme una buena respuesta. Si no lo haces, te aseguro que te encerrare hasta que empieces a cooperar.

Lukas lo miro con una mezcla de incredulidad y algo que empezaba a parecer miedo.

– Tenia que buscar algo -susurro casi inaudible.

– ?Que?

– Algo…, algo que…

Hundio el rostro en las manos.

– Un retrato -afirmo, mas que pregunto Yngvar-. Una fotografia.

Lukas dejo de respirar.

– La que solia estar en el dormitorio de tu madre -dijo Yngvar-. La que estaba alli cuando yo os visite al dia siguiente del crimen, pero que despues desaparecio.

La granizada era ahora un aguacero. Gotas enormes caian sobre el parabrisas. El mundo fuera del coche era borroso y sin contornos. Estaban alli sentados como dentro de un capullo, e Yngvar sintio que un enojo extrano y poco comun se escurria de el con la misma facilidad con que habia llegado.

– ?Como lo supo?

– No lo sabia. Lo adivine. ?Lo encontraste?

– No.

Yngvar suspiro y trato una vez mas de hallar una posicion en la que le fuera posible relajarse.

– ?Quien esta en el retrato?

– No lo se. Es la verdad. En serio que no lo se.

– Pero tienes una teoria -dijo Yngvar.

Otra vez se hizo el silencio entre ellos. Un automovil avanzaba hacia donde estaban y sus faros delanteros convirtieron el parabrisas en un caleidoscopio de oro y gris claro antes de que la penumbra volviese al interior del coche.

Lukas no dijo nada.

– Lo digo muy en serio -dijo Yngvar, despacio-. Voy a hacer todo lo que este a mi alcance para complicarte la vida si no empiezas de inmediato a mostrarte mas comunicativo.

– Creo que tengo una hermana en algun lado. Quiza la loto es de mi hermana. De mi hermana mayor.

«Una hija», penso Yngvar, tal como venia pensando desde hacia varios dias.

Una hija desaparecida. Una hija que quiza, de todos modos, no habia desaparecido.

– Gracias -dijo casi inaudible-. Hubiese querido que encontraras la foto.

– Pero no lo hice. Probablemente mi padre se desprendio de ella. ?Que hubiera hecho usted con ella, si yo la hubiese encontrado?

Por primera vez desde que se habia topado con Lukas, Yngvar sonrio. Se paso los dedos por el cabello y sacudio despacio la cabeza.

– Si tuviesemos una foto, Lukas, encontrariamos rapidamente a tu hermana. Si todavia vive y no lo hace muy lejos de Noruega. Si es tu hermana. Eso no lo sabemos. No sabemos siquiera si la foto tiene o no algo que ver con el asesinato de tu madre. ?Pero te aseguro que hubiera intentado averiguarlo!

– Pero ?que harian ustedes…? ?Como podrian utilizar una foto anonima para…?

– Tenemos enormes bases de datos. Programas de gran capacidad. Y si no lo lograsemos con la mejor tecnologia del mundo, entonces… -El pie sobre el freno estaba a punto de dormirsele, por lo que puso el vehiculo en la primera marcha y apago el motor-. Aunque tuviese que ir puerta por puerta por todo Bergen y pegar carteles por todo el pais con mis propias manos, o llamar a cada canal de television y a cada periodico, la… encontraria. Tenlo por seguro.

Lukas asintio.

– Eso es lo que pensaba -dijo-. Es exactamente lo que pensaba. ?Puedo irme? Tengo el coche aqui delante, en el camino.

Los ojos de Yngvar se achicaron cuando volvieron a atrapar la mirada de Lukas.

– Si, pero no te olvides de lo que te he dicho. Desde ahora tendre tolerancia cero para los secretos, ?de acuerdo?

– Vale -asintio Lukas, y abrio la portezuela-. Hablamos.

Ya fuera, se volvio apoyandose de nuevo en el coche.

– Gracias por no haberme llamado a gritos ante mi padre -dijo.

– Bien -dijo Yngvar, y lo despidio agitando la mano antes de poner otra vez el motor en marcha, salir al camino y comenzar a alejarse despacio.

Lukas troto hasta su coche. Se llevaba una mano al estomago todo el tiempo, ahi donde podia sentir los bordes de la fotografia que por el momento no planeaba compartir con nadie.

En todo caso no todavia.

– La escuela no ha terminado todavia -dijo Kristiane, seguramente por quincuagesima vez, cuando finalmente llegaron a casa-. La escuela no ha terminado todavia.

– No -contesto Inger Johanne con calma-. Pero tengo algo muy importante que hablar contigo, mi nina. Por eso te he recogido mas temprano hoy.

– La escuela no ha terminado todavia -repitio Kristiane subiendo las escaleras como una muneca mecanica-. La escuela termina a las cuatro, y entonces ire a casa de papa. Hoy vivo en casa de papa. La escuela termina a las cuatro.

Inger Johanne la siguio sin decir nada mas. Cuando llegaron a la sala, abrio los brazos y le aclaro:

– ?Mama y Kristiane tendran un dia de ositos hoy! ?Las dos solas! ?Quieres chocolate caliente con crema?

– Dam-di-rum-ram -dijo Kristiane, y comenzo a menearse despacio de lado a lado sobre el sofa.

Inger Johanne se acerco hasta su hija y se sento a su lado. Le levanto el jersey y la camiseta por encima de la cintura del pantalon y dejo que sus dedos bailasen con cuidado sobre la espalda tierna y angosta. Kristiane sonrio y se recosto sobre su falda. Estuvieron asi sentadas varios minutos hasta que Kristiane empezo a cantar.

– «Hazte una corona de flores, ven luego a jugar y a bailar, el violin suena tan bello en la arboleda.»

– Bonita cancion -susurro Inger Johanne.

– «No te quedes sentada grande y pesada, piensa que tu tambien eres joven…»

Se quedaron calladas.

– Una bonita cancion de primavera -dijo Inger Johanne-. Una cancion de primavera en enero. Eres tan inteligente, nina mia.

– Si cantas sobre la primavera, ella viene.

La risa de Kristiane era fina como el cristal. Inger Johanne dejo que su dedo indice se deslizase por la perceptible columna de su hija, todo el camino hacia abajo desde el cuello.

– Hace cosquillas -sonrio Kristiane-. Hazlo mas.

– ?Recuerdas la boda de la tia Marie?

– Si, si. ?Donde esta Sulamitt?

– Sulamitt se rompio, tesoro. Te acuerdas.

Cuando tenia un ano, a Kristiane le regalaron un pequeno carro de bomberos rojo. Ella decidio que el cochecito era un gato y lo llamo Sulamitt. La siguio fielmente durante mas de ocho anos. Al final las ruedas se cayeron y perdio el color. La escalera del techo se habia perdido hacia tiempo, los faros delanteros estaban ciegos y el pequeno Sulamitt no parecia ni gato ni carro de bomberos cuando Yngvar, sin querer, paso sobre el con el coche en la entrada de la casa.

Kristiane habia estado inconsolable.

– Sulamitt era un gato precioso -dijo ahora-. ?Puedo tener un nuevo gato, mama?

– Tenemos a Jack -contesto Inger Johanne-. A el no le gustan mucho los gatos,

Вы читаете Noche cerrada en Bergen
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату