amar.
Durante varios anos, Marcus Koll fue, sin embargo, un joven satisfecho.
Le fue bien, y jamas se sintio atacado por sus inclinaciones. Ni en su vida laboral ni entre sus amigos o colegas. Con el tiempo fue para ellos una coartada politicamente correcta. Durante la segunda mitad de los ochenta y al comienzo de los noventa, la homosexualidad evidente no era muy comun, y su permanencia en la vida de otras personas les brindaba de alguna manera algo de lo que presumir.
Disfrutaba tanto de la vida que ni siquiera noto que comenzaba a cansarse. Era tan bien recibido que no comprendio que utilizaba demasiada energia para manejar su condicion de ser diferente. En la vida completamente heterosexual que vivia, con el pequeno anadido de que se acostaba con hombres sin ocultarlo, su espiritu progreso lentamente hacia un colapso por fatiga que no vio venir.
Entonces sus amigos comenzaron a tener hijos.
Marcus Koll tambien queria tenerlos.
Siempre lo habia deseado.
Tomo una decision.
Cuando viajo a California para cerrar un trato con una madre de alquiler y donante de ovulos, acababa de tomar el control de la vieja empresa de su padre. El futuro estaba frente a el, bendecido con dinero, y ademas podia explicar los sucesivos viajes a los Estados Unidos en el ano que siguio como viajes de negocios que era preciso hacer.
Una noche de enero de 2001, sencillamente aparecio en casa de su madre con el nino en brazos. Ella lo entendio todo apenas abrio la puerta y comenzo a llorar. Tomo con cuidado a su nuevo nieto, lo estrecho contra su pecho y camino dentro del gran apartamento que sus hijos y su hija le habian comprado cuando se hicieron ricos. Jamas habia esperado algo semejante, pero cuando Marcus aparecio en la puerta con el pequeno, se sento en medio del suntuoso sofa en el que nadie se habia sentado nunca. Pego la nariz a la mejilla del pequeno y susurro casi inaudible:
– Ahora has llegado a casa, mi muchacho. La abuela esta en casa. Y tu estas con ella.
– Se llama Marcus -habia dicho su hijo, y ella lloro y lloro-. No por mi, sino por mi abuelo.
La idea de perder al pequeno Marcus era impensable.
Quiza jamas debia haberlo tenido.
– ?Estas despierto? -murmuro Rolf, y se volvio en la cama-. ?Que hora es?
– Duerme -susurro Marcus.
– Pero ?por que no puedes dormir?
Se recosto de costado, la cabeza sobre la mano.
– Te quedas despierto casi todas las noches -dijo, y dio un largo bostezo.
– No, vamos. Duermete.
Solo la luz de las cifras digitales del despertador hacia posible ver algo en el cuarto. Marcus se miro las manos. La piel adquiria un tinte verdoso en la oscuridad. Intento sonreir.
La angustia llego con el hijo. Su condicion de diferente, el hecho incontestable de que no era como los otros y nunca lo seria, se hizo mas evidente. Siempre le habia parecido que defenderse a si mismo era facil. Cuando su hijo llego a su vida, se percato de lo impotente que podia sentirse a veces en presencia de prejuicios frente a los que en el pasado hubiese vuelto la espalda, convencido de que eran secuelas de un tiempo perdido. El mundo avanza, habia sido siempre su opinion. Llegado el pequeno Marcus, de vez en cuando tenia la sensacion de que el desarrollo de la sociedad tomaba una curva asimetrica e imprevisible que era dificil seguir. La alegria y el amor en torno al nino eran universales. La angustia por no poder protegerlo contra la maldad del mundo y los prejuicios era desgarradora. Entonces llego Rolf, y muchas cosas mejoraron. Nunca del todo; todavia Marcus se sentia como un hombre marcado en todos los sentidos. Rolf era a la vez fuerza y alegria, y el pequeno Marcus gozaba de una vida fantastica. Eso era lo mas importante, y Marcus decidio guardarse para si sus periodos de depresion y perdida de energia. Le ocurrian cada vez menos.
Hasta Georg Koll, su propio y maldito padre muerto, le habia dado un ultimo chasco.
– ?Que sucede? -dijo Rolf, mas despierto ahora.
La colcha se habia deslizado sobre el hasta la mitad. Estaba desnudo y todavia yacia de costado, con una rodilla doblada y la otra pierna estirada. Aun con esa luz debil, el contorno de los musculos del abdomen era claro.
– Nada.
– Vamos, ?que pasa?
La colcha crujio cuando el la recogio impaciente sobre su cuerpo atletico.
– ?No me lo puedes decir? No has sido tu mismo ultimamente. Si es algo del trabajo, algo de lo que no puedes hablar, ?pues dilo! No podemos seguir con esto de…
– No pasa nada, de verdad -dijo Marcus, y se volvio de costado-. Sigamos durmiendo.
Sabia que Rolf se habia quedado tal como estaba, y sintio su mirada taladrandole la espalda.
Debio haber hablado con el cuando el problema aparecio. Ahora, despues de tantos meses y preocupaciones, se daba cuenta de que ni siquiera una vez habia evaluado la posibilidad de compartirlo todo con su marido. Se sorprendio; Rolf era una de las personas mas inteligentes que conocia. Rolf hubiese encontrado seguramente una salida. Hubiese analizado con tranquilidad la situacion y hubiera discutido consigo mismo hasta dar con la solucion. Rolf tenia una actitud positiva, era optimista y tenia una fe invencible en que todo, incluso las tragedias mas oscuras, tiene su lado bueno. Uno solo debia tomarse el tiempo para encontrarlas.
Por supuesto que deberia haber hablado con Rolf. Es lo primero que deberia haber hecho. Juntos, podian solucionarlo todo.
Rolf estaba todavia inmovil. Marcus tenia la mirada fija en el reloj. Parpadeo cuando los numeros cambiaron de 3.07 a 3.08. De pronto tomo aliento en una aspiracion rapida y busco las palabras que pudiesen transmitir la dolorosa historia que debio de haber compartido hacia mucho.
Antes de que encontrase alguna, Rolf se dio la vuelta. Se quedaron tumbados, espalda contra espalda. Tan solo unos minutos despues, Rolf volvio a respirar con ritmo acompasado.
De pronto Marcus se percato de por que era demasiado tarde para contarle algo: Rolf no le perdonaria jamas. Jamas.
Si se sinceraba con su amante, la vida que Marcus conocia y amaba terminaria. No hubiese perdido solo a Rolf; hubiese perdido tambien a su hijo. El miedo lo traspaso y se quedo como estaba, sin dormir hasta que finalmente los numeros pasaron de 6:59 a 7:00.
Cuando Inger Johanne se desperto con un respingo, estaba empapada en sudor. Las sabanas se le pegaban al cuerpo. Intento liberarse del abrazo humedo, pero solo logro meter los pies en la abertura de la funda de la colcha. Se sintio atrapada y pateo desesperada para soltarse. La funda se desgarro. Al final logro liberarse y trato de recordar que clase de pesadilla podia haber tenido.
El pensamiento estaba totalmente en blanco. Las manos le temblaron cuando las estiro hacia la mesita de noche en busca de un vaso de agua y lo vacio. Cuando lo devolvia a la mesa, el vaso cayo al suelo. Cerro los ojos en un gesto de resistencia hasta que recordo que Kristiane estaba en casa de Isak. Ragnhild no se despertaba nunca a aquella hora.
Todavia respiraba pesadamente cuando apoyo nuevamente la cabeza en la almohada e intento relajarse.
A pesar de que la noche anterior habia hablado por telefono con Yngvar durante mas de veinte minutos, no le menciono su charla con Kristiane. Tampoco habia dicho nada a Isak cuando llego conduciendo desde la escuela, bastante irritado. Se habia olvidado de avisarle de que ella habia ido a buscar a Kristiane, fuera de todo plan y arreglo. Cuando el subio las escaleras con la mirada inusualmente torva, solo le dijo que se habia tomado un dia libre del trabajo y por una vez habia aprovechado la oportunidad para pasar sola un poco de tiempo con Kristiane.
Por supuesto que lamentaba mucho haberse olvidado de avisarle.
Como de costumbre, lo acepto todo, y cuando la dejo para volver a su casa con la nina, estaba igualmente risueno.
Kristiane habia sido testigo de algo en relacion con la muerte de Marianne Kleive. Eso era seguro. En todo caso debio de ver a la mujer la noche en que la mataron. Igualmente, Inger Johanne no sabia muy bien que les diria a Yngvar y a Isak. Su hija no le habia dicho directamente lo que habia sucedido. Habian sido el lenguaje