?sabes?
– Yo soy la nina invisible -dijo Kristiane.
Inger Johanne dejo que sus dedos flotasen como mariposas sobre la delgada piel de la espalda de Kristiane.
– A veces nadie me ve.
– ?Cuando? -pregunto Inger Johanne en un susurro.
–
– ?Fue en la boda de Marie cuando nadie te vio?
– Mas. Mas cosquillas, mama.
– ?Dijiste algo entonces? ?Aunque nadie te veia?
Inger Johanne trataba desesperadamente de averiguar que habia dicho Kristiane realmente esa noche en el hotel, cuando ella misma habia estado aterrada, indignada e incapacitada para poder acordarse de algo.
– Mataron a una senora alli -dijo Kristiane, y se sento repentinamente al lado de su madre-. Marianne Kleive. Maestra de primaria. ?Casada con la conocida y premiada autora de documentales Synnove Hessel! Las mujeres se pueden casar entre si en Noruega. Los hombres tambien.
La voz habia regresado de improviso a su monotonia de misa.
– Lees demasiados periodicos -sonrio Inger Johanne, y estrecho a su hija contra el hueco de su hombro.
– Muy querida; se la anora profundamente.
– ?Has comenzado a leer las esquelas?
– Una cruz significa que el muerto era cristiano. Una estrella de David que era judio. ?Que quiere decir el pajaro, mama?
Kristiane levanto por fin la mirada, que rozo la de su madre.
– Que uno desea paz para el que fallecio -susurro Inger Johanne.
– Yo quiero un pajaro en mi esquela.
– Tu no vas a morir.
– Alguna vez me morire.
– Como todos.
– Tu tambien, mama.
– Si. Yo tambien. Pero falta mucho.
– Eso no lo puedes saber.
Se quedaron calladas. Solo susurraban. Estaban sentadas bien juntas en el sofa, la madre con el brazo como un cinturon de seguridad sobre la fragil nina de catorce anos mientras la luz del dia se derramaba sobre el suelo de la sala, casi cegandolas. Ella podia sentir los pechitos asomando en la criatura, las senales inescapables de que tambien Kristiane se volveria adulta, a pesar de que la pubertad hubiese llegado con retraso.
– No -dijo finalmente Inger Johanne-. No lo puedo saber. Pero creo que falta mucho todavia. Estoy sana, Kristiane, y no soy particularmente vieja. ?Alguna vez has visto a una persona muerta?
– Tu vas a morirte antes que yo, mama.
– Si, eso espero. Ninguna madre quiere morir despues de sus hijos.
– ?Quien me cuidara entonces?
Desde solo horas despues de que Kristiane naciese, e Inger Johanne fuera la unica en comprender que algo malo le sucedia a su hijita, ella se habia hecho la misma pregunta. Una y otra vez.
– Entonces seras mayor, mi vida. Podras cuidarte sola.
– Nunca podre cuidarme sola. No soy como las otras ninas. Voy a una escuela especial. Yo soy autista.
– Tu no eres autista, tu eres…
Inger Johanne se enderezo de improviso en el sofa y coloco una mano bajo la barbilla de Kristiane.
– No eres como las otras ninas. Es cierto. Eres simplemente tu. Yo te quiero precisamente por lo que eres. ?Y sabes que, mi vida?
Se sonrieron. La mirada de Kristiane se enfoco.
– Yo tampoco soy del todo como los demas. En realidad creo que en el fondo todos nos sentimos asi. Ninguno de nosotros se siente exactamente igual al otro. Y siempre habra alguien que te cuidara. Ragnhild, por ejemplo. Amund tambien. ?Es tu sobrino!
Kristiane solto su risa tierna y cristalina.
– ?Son menores que yo!
– Si, pero cuando yo muera, seran adultos. Ellos podran cuidarte.
– Yo vi una persona muerta. El alma pesa veintiun gramos. Pero uno no la ve cuando se va.
Inger Johanne no dijo nada. Tenia todavia la mano bajo la barbilla de su hija, pero la mirada de Kristiane se habia encerrado nuevamente alli donde nada llegaba del todo, y su voz era otra vez plana y mecanica cuando continuo:
– Marianne Kleive, cuarenta y dos anos, murio el 19 de diciembre de 2008. La obispo Eva Karin Lysgaard, muy querida y profundamente extranada, nos dejo abruptamente la Nochebuena de 2008. El entierro tendra lugar mas tarde. La cruz significa que era cristiana.
– Basta -susurro Inger Johanne, y la atrajo bruscamente hacia si-. Ya esta.
Eran las doce, y una nube oculto el cegador sol de enero. Inger Johanne cerro los ojos mientras se aferraba a su hija meciendola de un lado a otro.
– Yo soy la nina invisible -susurro Kristiane.
Miedo
Quiza no debia haber tenido hijos.
Solo pensarlo hizo que los jugos gastricos le corroyesen el duodeno. Levanto las rodillas y coloco ambas manos alli donde cuando era mas joven podia sentir que terminaban las costillas y comenzaba el abdomen. Ahora todo estaba flojo, aunque yaciese de espaldas, una panza fofa y demasiado grande con un dolor punzante detras de una capa de grasa.
Toda la vida de Marcus Koll giraba en torno a su hijo.
El trabajo, la empresa, la gran familia; todo perdia su valor sin el pequeno Marcus. Cuando Rolf llego a sus vidas, fue como si llegase a una existencia compartida. De todos modos, pronto los tres se volvieron una familia, una familia a la que Marcus haria lo que fuera por proteger. Pero el muchacho era y fue el problema de la familia de Marcus Koll.
El pequeno Marcus quiso a Rolf desde el principio. Su afecto era mutuo. Al cabo de un tiempo, Rolf habia dado senales de querer el tambien adoptar a su hijastro.
A partir de entonces el habia aparcado la cuestion.
Marcus no habia contado jamas a nadie los suenos que tenia de joven.
Queria hijos.
Habia sido un muchacho fuerte; la ruptura con su padre le habia convertido en un hombre. Le habia costado sorprendentemente poco presentarse tal y como era. Como adolescente podia mostrarse terco en su obstinacion; como adulto se volvio mas astuto y flexible. Lo que era terquedad, se volvio determinacion. La altivez se hizo orgullo. Amortiguo su peculiaridad con autoironia y nunca sintio la necesidad de acercarse al ambiente homosexual que sabia que podia encontrar tanto en Bergen, donde habia estudiado, como en Oslo, adonde regreso una vez que paso su examen en NHH. Al contrario, siempre habia visto un desafio en seducir a los que sentia que lo atraian. Hasta que encontro a Rolf, habia conquistado exclusivamente a hombres heterosexuales. El que antes de conocerlo ellos se hubiesen limitado a las mujeres, era algo de lo que se congratulaba en su fuero interno. El que luego volviesen a su existencia heterosexual, no le hacia sentirse tan orgulloso.
Marcus Koll junior habia sido un homosexual atipico en su epoca.
Por otro lado lo que mas deseaba era un hijo. La unica pena que sintio cuando con dieciseis o diecisiete anos tomo la decision de no disimular mas fue que el futuro no le daria una descendencia. Nunca compartio esa pena con nadie. Su madre la percibio, desde luego, de la forma que las madres suelen leer a sus hijos; mejor que ellos mismos. Pero jamas habian hablado del pequeno vacio en el corazon de Marcus: la falta de un hijo propio a quien