habia victimas de allanamiento que se veian forzadas a esperar varios dias a que la Policia llegase para buscar posibles rastros. Cuando llegaba.
Silje Sorensen era miembro de la organizacion laboral, pero habia renunciado hacia mucho a mantener el orden en su propio tiempo libre. El unico patron de medida que utilizaba eran las reacciones en su hogar. Cuando sus hijos empezaban a mostrarse ingobernables y su marido comenzaba a ponerse taciturno, ella intentaba estar mas en casa. Si no, se escabullia hasta la oficina fuera de las horas normales de trabajo cuantas veces podia.
Era hija unica de un armador, por lo que no parecia muy logico que hubiese elegido ser policia. Su madre habia caido en estado de
Era exactamente la reaccion que Silje buscaba. Su padre habia sonreido con amplitud y le habia besado la frente cuando ella le conto que habia sido aceptada por la Academia de Policia. No era justamente lo que esperaba.
Silje Sorensen no habia dado jamas problemas ni de nina ni de jovencita. Nunca una protesta. Ni siquiera cuando con diez anos tuvo que mudarse al extranjero y conformarse con ver a sus padres durante las vacaciones. Ni cuando el verano en el que cumplio quince anos debio pasar dos meses en una escuela de frances en Suiza, en donde la jornada comenzaba a las seis y media y donde las monjas catolicas no despreciaban el uso de metodos de castigo que probablemente estuviesen prohibidos por las convenciones de Ginebra. Silje no contradijo jamas a su padre cuando el decidio que ella debia comprimir cinco anos de escuela en dos anos y medio; llego a obtener una licenciatura en Ingles antes de cumplir diecinueve. Cuando alcanzo la mayoria de edad, y como premio a su callada paciencia y diligencia extrema, su padre traspaso mas de la mitad de su fortuna a su unica hija.
La Academia de Policia fue la primera accion de protesta de Silje Sorensen que tuvo un proposito.
Cuando en su primer ano de servicio la pusieron a trabajar bajo la legendaria Hanne Wilhelmsen, comprendio rapidamente que su terca e insurrecta eleccion de carrera seria su felicidad. La disfrutaba enormemente. La mayor parte de lo que sabia de la labor policial lo habia aprendido de su renuente e insociable mentora. Pese a que Hanne Wilhelmsen se hacia cada vez mas impopular con su estilo obstinado, Silje no habia dejado de admirarla nunca. Cuando la inspectora Wilhelmsen fue derribada a balazos durante una dramatica accion policial en Nordmarka y quedo luchando entre la vida y la muerte, Silje la cuido como si se tratase de su hermana. Que Hanne les hubiese vuelto luego la espalda a los pocos amigos que le quedaban en la grande y vetusta Central de Policia en Gronlandsleiret era algo a lo que Silje nunca se acostumbro.
Silje estaba orgullosa de su oficio, pero desalentada por los limites dentro de los que estaba forzada a operar.
Decidio empezar por acomodar los casos segun su seriedad. Coloco en una pila separada los asuntos menores de cuchilladas y peleas de bar por cuestiones sin importancia que no tuviesen como secuela heridas graves.
«Probablemente estos se salven», penso con desanimo intentando olvidar que muchos de los casos incluian a conocidos delincuentes. Su sobreseimiento seria altamente provocador para las victimas. Asi se habian vuelto las cosas. De todas maneras y conforme a todas las directivas tanto de la Fiscalia del Estado como de la Direccion de Policia, ella estaba muy segura al decidir que lo serio debia preceder a lo menos importante. Tal vez la gente tenia problemas para entender la idea que la Policia tenia de lo que era serio, pero las cosas eran como eran.
Al cabo de una hora escasa, los casos estaban separados en cinco pilas.
Silje se bebio el ultimo trago de cafe tibio antes de tomar tres de las pilas y colocarlas en el armario que tenia detras.
Quedaban dos.
La mas pequena era la de los casos de asesinato. Tres carpetas. La primera era bastante delgada, la segunda era casi igual. La tercera era tan grande que tuvo que atarla con cuatro gomas elasticas para mantenerla cerrada.
De pronto se puso de pie y camino hasta el tablero de corcho que colgaba en la pared, directamente frente a su lugar de trabajo. Recorrio rapidamente con la vista cada una de las notas colgadas en el tablero. Cogio una y la coloco sobre el escritorio Arrojo las notas restantes en el enorme cesto de papeles que tenia al lado. Saco tres hojas A4 del armario. Cabian con justeza una al lado de la otra en la parte superior del tablero.
«Runar Hansen», escribio en la primera con un rotulador rojo.
«19.11.08.»
En la siguiente escribio: «Hawre Ghani».
«24.11.08.»
Mordio la tapa del rotulador y penso, antes de agregar unos signos de interrogacion: «?24.11.08?».
Todavia no era posible decir con precision cuando habian matado a Hawre Ghani, pero en todo caso era seguro que fue asesinado. Los forenses habian hallado claras pruebas de estrangulacion, a pesar del estado lamentable del cadaver. Que el muchacho se hubiese colgado por si mismo con un alambre hasta que la cabeza casi se le separase del cuerpo para despues arrojarse al mar, era poco probable. Para el instituto, el momento de la muerte era solo indicativo, pero hasta ahora la investigacion mostraba que no habia signos de que el muchacho estuviese vivo tras desaparecer con un cliente el lunes 24 de noviembre, en las cercanias de la estacion central de Oslo. Desde luego que todas las camaras de vigilancia se habian comprobado, pero en vano. Esto estaba en linea con la declaracion de un muchacho de la calle, Martin Setre; el tipo los habia abordado en la entrada.
«Astuto cretino», penso Silje, y suspiro desanimada.
«Marianne Kleive», escribio en la ultima hoja.
«19.12.07.»
Tapo el rotulador y retrocedio dos pasos. Sintio el borde del escritorio detras de si y se sento sobre el.
Tres asesinatos. Ninguno de ellos aclarado.
Runar Hansen era su mala conciencia. No quiso ni echar un vistazo dentro de la carpeta delgada. En lugar de eso miro el nombre, el nombre anonimo de un yonqui al que mataron y robaron en el parque Sofienberg sin que a nadie, aparentemente, le preocupara. Todo lo que se hizo con relacion a Runar Hansen fue una rapida investigacion del lugar del hecho, horas despues de que lo encontrasen. Un informe de autopsia y una pequena noticia en el
En la investigacion del asesinato de Hawre Ghani, en todo caso, sucedia algo. Los retratos robot habian circulado internamente. Habian decidido que todavia no era el momento de publicar las semblanzas. Segun su experiencia, eso provocaria un torrente de pistas. Las caracteristicas del hombre eran tan comunes que se habria producido un autentico alud de reconocimientos indudables. En cambio, Knut Bork trabajaba todavia en el ambiente de la prostitucion. Por su parte, ella habia ordenado una nueva y completa revision de la vida del muchacho desde que llego a Noruega, para hacerse, a ser posible, un cuadro todavia mas preciso del desafortunado destino de Hawre Ghani.
El caso de Marianne Kleive estaba en boca de todos.
La muerte de la maestra de primaria de cuarenta y dos anos tenia todos los ingredientes para constituirse en un buen caso para los medios. Las imagenes privadas que el