– Hola, tesoro. He visto que me has llamado un monton de veces. Disculpa que no haya podido atenderte hasta ahora. Estuve toda la tarde en una reunion. No llegamos a ningun lado y…

– Esta bien -respondio ella-. No era nada importante.

– ?Va todo bien? Se te nota un poquito… rara.

– No, no. Si. Todo esta en orden. Solo… estaba durmiendo. Me ha despertado el telefono. Me parece que me voy a acostar, sin dar mas vueltas.

– ?Ya?

– Falta de sueno. ?Esta bien si lo dejamos aqui? No quisiera quitarme la modorra del cuerpo.

– Si, claro…

La decepcion era tan evidente que ella casi se arrepintio de la decision.

– Que duermas bien -dijo el finalmente.

– Hasta luego, querido. Hablamos manana, ?vale? Buenas noches.

Se quedo sentada un rato largo con el telefono muerto en la mano. Tony Braxton gemia Un-Break My Heart en el estereo. Un coche acelero en la calle Hauges. El viento debia de haber virado, pues el silbido distante, incesante de Maridalsveien y del Ringveien cargado de trafico era tan claro que se escuchaba como si una caneria se hubiese roto en el bano.

A pesar de que el articulo del Dagens N?ringsliv no mencionaba nada acerca de las inclinaciones de Niclas Winters, mucho podia leerse entre lineas. El hombre era VIH positivo. Podia achacarsele al abuso de heroina, pero tambien podia provenir de practicar sexo inseguro con otros hombres. La instalacion CockPitt apuntaba, en todo caso, en esa direccion.

Eva Karin Lysgaard era una mujer heterosexual, casada y con hijos, pero se habia distinguido como una ardiente defensora de los derechos de los homosexuales.

Marianne Kleive estaba casada con otra mujer.

Inger Johanne se incorporo del sofa y se sintio hambrienta.

Ya no tenia miedo.

Pista

– Me temo que el sobre de Niclas Winter, sencillamente, ha desaparecido -dijo la secretaria del abogado Kristen Faber cuando entro en la oficina de su jefe la manana del jueves 15 de enero-. Lo he buscado por todas partes y no he podido dar con el.

– ?Desaparecido? ?Perdio usted la carpeta de un cliente?

El abogado Faber hablaba con la boca llena de cruasan. El hojaldre estaba relleno con chocolate, que se habia depositado como un borde marron sobre el labio superior.

– Yo no he tocado esa carpeta desde el lunes -respondio ella con calma-. Y entonces fue usted quien la recibio de mi. Aqui dentro.

– Jodida urraca -dijo Kristen Faber-. ?Es tan dificil encontrar un sobre enorme?

– Por supuesto no he mirado en sus cajones -contesto ella igualmente indiferente-. Esos los debe comprobar usted.

Irritado, el comenzo a abrir un cajon tras otro.

– Deje el sobre en la pila del rincon -murmuro-. Usted lo debe de haber desordenado.

En lugar de contestarle, ella cogio el plato y salio con el.

– ?Eh! -grito el antes de que ella llegase a la puerta-. ?Esto esta atascado! ?Ha estropeado mi escritorio?

– No -respondio ella-. Como le dije, no he tocado sus cajones. Pero puedo intentar ayudarle.

Dejo el plato y trato de ayudarlo. En lugar de tirar del cajon, como el habia hecho, intento destrabarlo. Al no lograrlo, intento forzar la cerradura.

– Con un abrecartas -dijo, y penso nuevamente-. O un destornillador. Tenemos una caja de herramientas en el archivo.

– ?Esta loca?

El la empujo a un lado y, empecinado, trato de abrir nuevamente el cajon.

– ?Usted sabe lo que cuesta este escritorio? Tiene que buscar un carpintero. O un cerrajero. No tengo idea de a quien debemos llamar para esto, pero lo quiero arreglado antes de que regrese por la tarde. ?De acuerdo?

Sin mirarla, metio los documentos del caso en el maletin. Cogio el abrigo y una toga de abogado del gancho al lado de la puerta.

– Probablemente no terminemos boy, pero puede que el juez quiera alargar el tiempo. Puede que se haga bastante tarde. Usted esperara, ?verdad? Voy a tener una serie de cosas que debera investigarme despues de la reunion de hoy en la corte, y deberia ser suficiente con que se quede hasta entonces.

La secretaria sonrio y asintio como respuesta.

La puerta se cerro con un golpe. Ella se sento comodamente y se tomo su tiempo con el cafe de la manana y el periodico del dia. Cuando por fin hubo terminado, entro en la pagina de Internet de Camino del carne de conducir. Su marido comenzaba a tener mala vision y habia llegado el momento de que ella obtuviese su permiso antes de que su fiel conductor perdiese la vista del todo.

«Uno nunca es demasiado viejo», penso. Y tenia por delante un mar de tiempo.

Inger Johanne espero impaciente hasta que se hicieron las ocho. La ultima media hora habia pasado con la lentitud de un caracol, y no tenia la paz suficiente para leer el periodico. No podia, por verguenza, llamar mas temprano durante la manana. Ya a las cinco estaba completamente despierta, despues de un sueno profundo e ininterrumpido de siete horas. En una ocurrencia subita, busco su equipo para esquiar y condujo hasta Grinda para dar un pequeno paseo matinal. Dio la vuelta despues de hacer 500 metros. Habia nevado nuevamente sobre las pistas iluminadas, y los delgadisimos superesquis que Yngvar le regalo en Navidad eran inutiles en esas condiciones. Ella queria esquis de paseo, pero el vendedor convencio a Yngvar de que el estilo que se usaba ahora en Nordmarka era patinar con esquis. Al regresar finalmente al coche, se pregunto si seria posible cambiar las malditas tablas. Por no hablar de las botas; le apretaban en torno a los tobillos y parecian mas unas botas de esqui alpino. Jamas habria podido patinar con esquis y tampoco tenia muchas ganas de aprender a hacerlo.

Sin embargo, el esfuerzo le sento bien.

Habia frito huevos y tocino para el desayuno, y no podia recordar una primera comida del dia que le supiese mejor. Fue hacia el sofa con la taza de cafe en la mano. El telefono estaba en el suelo, cargando baterias. Se estiro para recogerlo, desconecto el cable y tecleo hasta dar con un numero en la lista de contactos.

Al cabo de un solo tono, obtuvo respuesta.

– Wilhelmsen -dijo una voz inexpresiva.

– Hola, Hanne. Habla Inger Johanne. ?Como estas?

De todas las maneras desastrosas de iniciar una conversacion con Hanne Wilhelmsen, la pregunta acerca de como estaba debia de ser la primera de la lista.

– Muy bien -dijo la voz en el otro extremo, y a Inger Johanne se le atraganto el cafe.

– ?Que? -tosio.

– Me va bastante bien. Gracias por el regalo de Navidad para Ida, ya que estamos. Le gusto. ?Y tu? ?Como te va a ti?

Hanne Wilhelmsen debia de haber asistido a un curso relampago de buenos modales en Navidad, penso Inger Johanne.

– Bien, bien. Ya sabes. Mucho que hacer. Yngvar se pasa ahora la mayor parte de la semana en Bergen, por lo que tengo mucho trabajo con las ninas cuando estan solas conmigo.

Hanne no parecia haber avanzado mucho en el curso, porque ahora todo quedo en silencio en el otro extremo.

– Voy a ser breve -dijo Inger Johanne-. Solo me preguntaba si me podrias ayudar con un pequeno asunto.

– ?Con que?

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