«Inquietud.»
– Si -dijo con docilidad-. Por supuesto que te traere leche con miel.
Cerro la puerta en silencio y bajo hasta la cocina. Antes de que regresara con la taza, Lukas ya se habia dormido.
– Tome -dijo Silje Sorensen, y le alcanzo una taza de cacao caliente a Inger Johanne-. Me vuelve loca tanto cafe por la manana, por eso tomo algo de esto en su lugar.
– Gracias -dijo Inger Johanne-. Huele bien. Y mil gracias por haberme recibido tan de repente.
– ?La curiosidad, ya sabe!
La risa de Silje Sorensen no encajaba del todo con su cuerpo delgado.
– Para empezar, he oido y leido sobre usted, y por otro lado yo haria lo mejor por quien hubiese llegado aqui recomendado por Hanne Wilhelmsen. De paso, ?como esta ella?
Inger Johanne abrio la boca para contestar, pero se quedo callada.
A Hanne no le gustaria que hablasen sobre ella.
– Ya sabe -dijo, y se encogio de hombros, con la esperanza de que la respuesta vacia hiciera cambiar de tema a Silje Sorensen.
Eso era, por otra parte, lo que ella debia hacer.
– Bueno -dijo, y se aclaro la garganta-. En realidad no se muy bien por donde comenzar.
– ?No?
– Soy criminologa y trabajo como…
– Como le dije -la interrumpio Silje-. Se quien es usted. ?Esta bien si la llamo Inger Johanne?
– Por supuesto. Estoy ocupada con una investigacion sobre el odio.
– Interesante.
Casi parecia como si lo dijese en serio. La mirada era directa e inclino la cabeza como enfocando los sentidos.
– Crimenes de odio -se corrigio Inger Johanne-. Recibi de la Direccion de la Policia el encargo de escribir un analisis desarrollado sobre los crimenes de odio.
Silje Sorensen pestaneo. Coloco su taza sobre el escritorio y la empujo con cuidado hacia delante. Sus ojos se achicaron y la punta de una lengua rojo palido se deslizo sobre sus labios.
– Aja.
– Como en los ataques a individuos donde el motivo del crimen es…
– Se muy bien lo que son los crimenes de odio.
El peor de los malos modales de Silje Sorensen era interrumpir, penso Inger Johanne.
– Desde luego -asintio-. Por supuesto que lo sabe.
Se quedaron asi sentadas durante un tiempo notablemente largo. En silencio, mientras una esperaba a que la otra dijese algo. Inger Johanne intentaba adivinar la edad de Silje Sorensen. Debia ser mas joven que ella, pero quiza no tanto. Treinta y cinco, quiza.
Probablemente algo mas joven aun. Iba bien maquillada y bien vestida, sin que resultase fuera de lugar en un lugar como ese.
«Fina», penso.
Inger Johanne no se habia sentido fina en toda su vida.
Las manos de Silje eran pequenas, y las unas estaban tan bien cuidadas que Inger Johanne escondio las suyas tras dejar la taza y sentarse sobre ellas.
– ?Son los crimenes de odio dirigidos contra un grupo definido los que quiere usted investigar mas en profundidad o solamente los casos en general?
Silje se habia inclinado sobre el escritorio, con los codos apoyados sobre la superficie.
– ?Sabe? -dijo Inger Johanne, y tomo aliento-. Creo que comenzare por el principio. ?Tiene usted media hora para escuchar una historia muy especial?
Un diamante enorme en el anular izquierdo de Silje Sorensen brillo bajo la luz chillona de la oficina cuando hizo un gesto generoso e imperativo con la mano.
– Comience -dijo-. Soy toda oidos.
Inger Johanne bebio el resto del cacao y comenzo su relato sin saber que lo hacia, exhibiendo un enorme, marron y muy poco elegante bigote de chocolate.
Yngvar no sabia nada de Inger Johanne y eso lo inquietaba. Regresaba a la habitacion del hotel para buscar unas notas cuando la tentacion de recostarse durante un rato fue demasiado grande. En lo mas intimo sospecho que habia dejado los papeles alli a proposito. El almuerzo del hotel era mucho mas elegante que lo que tenian para ofrecer en las oficinas de la Policia de Bergen, y como estaba incluido en el coste de su alojamiento, no tenia mala conciencia. Salvo en lo relativo al pudin de chocolate.
Se habia servido dos veces, y un ligero malestar lo convencio de tomarse una pequena pausa para descansar. Se quito los zapatos y se dejo caer sobre la cama. Era un poco demasiado mullida, especialmente con la colcha sobre el colchon, pero se adormilo en cuanto se acomodo bien.
No queria dormirse.
Queria hallar a Lukas.
Desde el episodio de la casa de su padre, parecia como si el tipo jugase con el al gato y al raton. Despues de la lamentable entrevista que tuvieron en Os, Yngvar habia decidido no molestar innecesariamente a Astrid. Por ello habia llamado a Lukas solamente a su movil, sin lograr respuesta. El hombre no contestaba. Finalmente Yngvar llamo a la universidad, pero tampoco alli sabian donde podia encontrarse Lukas Lysgaard. Probablemente lo trataban con bastante indulgencia por las tragicas circunstancias que acababa de atravesar.
Los ojos de Yngvar volvieron a cerrarse.
Le preocupaba que Inger Johanne no lo hubiese llamado.
Habia sonado tan extrana por telefono la noche anterior.
Se incorporo con energia.
No tenia tiempo para eso.
El enfado que sentia contra el terco hijo de la obispo lo desperto completamente.
– Aunque no quieras, lo haras -murmuro con indignacion mientras buscaba el numero del domicilio en Os. Lo tecleo y se llevo el movil a la oreja. La campanilla sono tantas veces que Yngvar estuvo a punto de rendirse.
– Lysgaard -dijo finalmente una debil voz femenina.
– Hola. Soy Yngvar Stubo. Lamento molestarla un martes, espero que no…
– No hay problema. Nada que lamentar. Finalmente encontro usted a Lukas, entiendo.
– Eso parece. Pero ahora necesito hablar con el nuevamente. No contesta en su numero, por lo que me preguntaba si usted tendria una mejor idea de donde se encuentra.
– Esta aqui.
– ?En casa? ?A esta hora?
– Si. Esta enfermo. Solo dolor de garganta, pero con fiebre y…, en realidad, esta bastante mal.
– ?Ah!
Yngvar vio en un relampago al Lukas Lysgaard de hacia dos dias, empapado y tiritando.
– ?Hay algo en lo que yo pueda ayudar? -pregunto Astrid.
– No, a duras penas. -Podia escuchar agua corriendo y el ruido de un armario que se cerraba-. Si -dijo de pronto-. Se trata solo de un detalle menor. Nada importante, en realidad, pero quizas en lugar de molestar a un hombre enfermo, pueda usted ayudarme. Se trata de la habitacion de… «escape» de su suegra.
Se rio con ganas. En el otro extremo solo habia silencio.
– Ya sabe, la habitacion del primer piso donde iba cuando no podia dormir. Alli donde…
– Se a que habitacion se refiere. Casi no he entrado alli. Unas pocas veces, quiza. ?De que se trata?
– Alli habia cuatro retratos -dijo Yngvar como de paso-. Tres retratos de familia y uno mas, si mal no recuerdo. Simplemente me preguntaba de quien era ese retrato.
– La mujer con…
La voz se interrumpio de pronto, como si la hubiesen cortado con una tijera.
– ?Hola! -dijo Yngvar-. ?Esta usted ahi todavia?