– No sabemos exactamente cuando lo mataron, pero todo parece indicar que fue el 24 de noviembre. En esa fecha tenemos una observacion de seguridad, despues de la cual desaparecio con un cliente. La fecha coincide con el calculo de los forenses.

– Tengo que ir al bano -dijo Inger Johanne-. Simplemente tengo que beber algo.

– Tenga -dijo Silje, que cogio una botella de Farris de un armario que estaba a su espalda-. Me imagino que esto debe estar causandole cierta impresion. Fue mas rapido para usted sumar dos mas dos de lo que lo fue para nosotros. Todo esto tiene que…

– Les falta un asesinato el 27 de noviembre -dijo Inger Johanne.

Sentia cada vez mas calor. La tapa de la botella no queria abrirse.

– Todo esto puede ser una mera coincidencia -continuo ella, que se dio cuenta de que su voz casi chillaba.

– Eso no se lo cree ni siquiera usted. Y se equivoca. No nos falta ningun asesinato el 27 de noviembre. Cuando el ultimo martes mi colega y yo vimos un punto comun llamativo entre los tres casos sobre los que tengo responsabilidad…

Se inclino energica sobre el escritorio y gesticulo con los dedos senalando la botella. Inger Johanne se la entrego y con un giro decidido Silje quito la tapa. Se la entrego nuevamente y continuo:

– Es bastante lamentable que un inspector sea responsable de tres casos. De hecho yo tenia cuatro, pero el ultimo esta ahora en manos de un colega. Yo no habia avanzado mucho antes de entregarlo. Se trata del sabotaje sospechoso de un automovil. Se salio del camino en Maridalen, y como nadie respeta el limite de velocidad en esa ruta tan peligrosa, el conductor se mato. Al principio, el caso se manejo como un accidente de trafico normal y corriente. Despues se descubrio que los frenos podian haber sido… alterados a proposito. Esto yo lo sabia de antes, pero lo que no me imaginaba era que la victima, una sueca de nombre Sophie Erklund, convivia con Katie Rasmussen.

Inger Johanne preciso unos segundos. Ya se habia bebido la mitad de su botella de Farris.

– Una representante del Parlamento -dijo finalmente-. La portavoz homosexual del Partido Popular. La portavoz, creo que prefiere ella.

– ?Cree usted que… el sabotaje estaba dirigido a ella? ?Su… pareja murio por equivocacion?

– Ni se ni creo nada. Solamente le digo que esta absurda teoria suya parece demasiado logica como para quedarme aqui sentada y desecharla.

– Pero puede, por supuesto, tratarse de alguna otra cosa -dijo Inger Johanne-. De alguna otra organizacion. O una copia de la otra. O…

– Escuche -le corto la policia-. Escucheme bien ahora. -Apoyo los codos sobre la mesa y junto las palmas hacia abajo-. Usted tiene una buena reputacion, Inger Johanne. Muchos en este edificio saben del trabajo que usted ha realizado para Kripos sin obtener ni premio ni reconocimiento por ello. Yo personalmente me interese en usted cuando Kripos se ocupo del caso de unos ninos asesinados, hace algunos anos. El que su intervencion fuera lo que al final salvo la vida de la ninita secuestrada no es un secreto en nuestro circulo.

Inger Johanne la miraba sin expresion. No tenia idea de adonde queria llegar la subinspectora con aquello.

– Pero se dice tambien que usted es bastante… -enderezo la espalda, y sus ojos se achicaron antes de encontrar la palabra que buscaba- reacia -completo-. ?Sabe como la conocen en Kripos?

Inger Johanne se llevo la botella a los labios y bebio. Largamente.

– Como The reluctant detective, la detective reticente.

La risa de Silje era fuerte, calida y contagiosa.

Inger Johanne esbozo una sonrisa y tapo finalmente la botella.

– No lo sabia -dijo con sinceridad-. Yngvar nunca me ha dicho algo asi.

– Quiza no lo sepa. La cosa, en todo caso, es que esta usted sentada demostrandome que el apodo es bien merecido. Primero me suelta una teoria que parece extraida de un film norteamericano de clase B, y despues trata de abandonar toda la idea cuando le digo que quizas haya algo en ella. Tiene que admitir que…

Gritos desde la entrada. Una voz masculina que daba voces y pasos que corrian, seguidos de un alarido femenino. Inger Johanne miro aterrada hacia la puerta cerrada.

– Alguien que trata de escapar -dijo Silje con tranquilidad-. No podra hacerlo.

– ?No debieramos ayudar? O…

– ?Usted y yo? ?No lo creo!

Alguien debio de haber alcanzado y reducido sin violencia al fugitivo, porque de pronto reino el silencio. Inger Johanne jugueteaba con el borde de su jersey cuando sus ojos cayeron sobre un calendario a espaldas de Silje. Un circulo magnetico rojo senalaba el jueves 15 de enero.

– Independientemente de mi teoria -dijo despacio-, esta el hecho de que contamos con seis asesinatos entre noviembre y diciembre con… lo que bien podriamos llamar una u otra… conexion homosexual. El 19, el 24 y el 27 de noviembre. Los mismos dias en diciembre. Hoy es 15 de enero.

Tenia todavia la mirada fija en el circulo rojo. Cuando parpadeo, se le grabo en los parpados como una «o» verde.

– Si -dijo Silje Sorensen-. Dentro de cuatro dias sera 19 de enero. Puede que no tengamos mucho tiempo.

La idea no se le habia ocurrido aun a Inger Johanne. Hizo que se le erizara la piel de los brazos y se bajo las mangas.

– ?Tienen alguna pista que seguir? ?Alguna cosa? Segun Yngvar parece que estan bastante estancados alla en Bergen, en todo caso.

Silje Sorensen adelanto el labio inferior e inclino la cabeza de lado a lado, como si no supiese del todo si podia llamar pista a lo que buscaba. Abrio tres cajones hasta que dio con el que queria y extrajo un fajo de dibujos. El cajon se volvio a cerrar cuando se puso de pie y camino hacia el tablero vacio.

– Tenemos esto -dijo-. Retratos robot del hombre que estaba comprando favores sexuales de Hawre Ghani cuando este fue visto por ultima vez con vida.

Fijo los dibujos en el tablero con chinchetas de un rojo brillante. Inger Johanne se puso de pie y espero a que los cuatro dibujos estuviesen expuestos. Uno de cuerpo entero, uno de una cara de frente, otro de costado y un dibujo extrano de algo que parecia la solapa de una chaqueta con una insignia.

– ?Todo en orden?

La voz de Silje se oia como si viniese desde muy, muy lejos.

– ?Inger Johanne!

Alguien la tomo del brazo. Sentia la cabeza tan liviana que era como si se le fuese a soltar y ascender hasta el cielo raso como un globo de helio a menos que se repusiese.

– ?Sientese! ?Por amor de Dios, sientese!

– No. Quiero quedarme aqui de pie.

Hasta su propia voz sonaba extrana.

– ?Tiene usted…, sabe usted quien es esta persona, Inger Johanne?

– ?Quien hizo estos retratos?

– Nuestro retratista. Se llama…

– No, no es eso lo que quiero decir. ?Quien es el testigo sobre el que se basaron para hacerlos?

– Un muchacho. Un muchacho de la calle. Un prostituto. ?Sabe usted quien es esta persona?

Todavia sostenia el brazo de Inger Johanne. Apreto los dedos.

– Yo le di una bofetada a este hombre -dijo Inger Johanne.

– ?Como?

– O bien su testigo me juega un mala pasada, o es la persona mas observadora del mundo. No podria a olvidar jamas a este hombre. El… -La sangre le volvio a la cabeza. Se sentia mas coherente de lo que se habia sentido durante bastante tiempo. La invadio una calma extrana, como si por fin hubiese decidido lo que queria y en que creia-. El salvo la vida de mi hija -dijo-. Salvo a Kristiane de ser arrollada por el tranvia, y yo le di una bofetada para agradecerselo.

La secretaria del abogado Kristen Faber se habia tomado finalmente tiempo para ocuparse del cajon de su jefe. Por supuesto, no fue necesario llamar ni al cerrajero ni al carpintero. Todo lo que preciso fue trabajar un

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