poquito con la cerradura con un cortaplumas que ella tenia como adorno sobre su escritorio. Un chasquido y el cajon se abrio.
El sobre estaba alli. Grande y marron, con el nombre de Niclas Winter escrito a mano y la fecha de su nacimiento debajo. Estaba cerrado a la antigua, con un sello de lacre. Como garantia suplementaria contra los dedos ajenos, alguien habia estampado una firma absolutamente ilegible atravesando el borde donde la solapa estaba pegada.
Cuando Kristen Faber se hizo cargo del bufete del viejo abogado Skroder, hubo mucho de que ocuparse. Ulrik Skroder habia estado totalmente senil durante el ultimo medio ano antes de que su hijo lograse finalmente declarar incapaz al pobre viejo para poder vender la oficina. Eso fue en todo caso lo que se dijo. Segun ella, sobre quien recayo la tarea de poner orden en los casos y las prescripciones que, o bien habian pasado, o bien estaban a punto de vencer, parecia como si el hombre se hubiese enmaranado durante muchos anos. No habia ningun orden y le llevo varios meses arreglar lo mas grueso.
Una vez que eso estuvo finalmente hecho, Kristen se dio cuenta de que habia pagado de mas por la practica. La cantidad de casos activos era mucho menor de lo que le habian hecho creer, y la mayor parte de sus clientes tenia la misma edad que habia tenido su abogado. Murieron, simplemente, uno tras otro, veteranisimos y consumidos por la edad, con embarazoso desorden en sus asuntos y sin ninguna necesidad de ayuda legal. Ano y medio mas tarde, Kristen gano una demanda por el resarcimiento de la mitad del dinero que habia pagado.
La secretaria podia entender sin problemas la frustracion de Kristen por haber comprado un gato por liebre. De todos modos, no podia evitar recordarle de vez en cuando la cantidad de sobres lacrados que estaban acumulados en un armario en el archivo. Algunos parecian viejisimos, y el hijo del abogado Skroder habia sostenido que algunos de ellos podian tener mucho valor. Habian sido recibidos en consignacion de alguna de las mas antiguas y ricas familias de la ciudad. Su padre siempre habia dicho que el pesado armario de roble con todos los documentos confiados en el era una prueba de su renombre. Como estaban lacrados, todos, con el nombre del dueno legal de su contenido prolijamente anotado, Kristen Faber quedo satisfecho con abrir diez o doce, una vez que estaba bastante desesperado por haber comprado un paquete de casos que no rentaba nada.
Aparte de certificados por acciones de empresas que ya no existian, pactos matrimoniales entre conyuges que ya habian fallecido y una pila de billetes que habian perdido hace mucho su curso legal, encontro el borrador de una novela de autor desconocido de la que pudo constatar, al cabo de solamente diez paginas, que carecia totalmente de valor. A partir de alli habia cerrado otra vez el armario, decidido a olvidar su perdida humillante y a recuperarse.
Desde entonces, el armario se habia quedado alli.
Fue ella misma quien lo abrio por primera vez en casi nueve anos, cuando el joven Niclas Winter llamo por telefono. Parecia frustrado y fue bastante descortes, y queria saber si existia un sobre archivado a su nombre. Como tenia tiempo y era curiosa por naturaleza, ella echo una mirada. Y alli estaba. Si se miraba bien, parecia mas nuevo que el resto de los que habia en el armario.
Ahora lo sostuvo contra la luz.
Era imposible discernir lo que contenia. Niclas Winter tampoco habia dicho nada sobre ello la vez que la abrumo mandandole besos por telefono antes de Navidad, cuando ella lo llamo para contarle el hallazgo.
La tentacion de abrir el lacre era casi mas de lo que podia soportar. Apoyo la palma sobre el papel grueso. Ese tipo de sobres admitian, por lo general, que se los humedeciera, pero el lacre era un problema.
Con un suspiro leve dejo el sobre en el escritorio de Kristen Faber y regreso al suyo.
Por lo menos ella estaria alli cuando lo abriese.
– No podemos hacer esto publico -dijo Silje Sorensen, que apoyo toda la palma sobre el retrato del hombre misterioso-. En todo caso, no todavia. Si lo hacemos, perdera mucho de su valor. Todos se formaran una opinion y un parecer, las pistas nos inundaran, y segun mi experiencia estaremos considerablemente empantanados antes de poder dar con algo sustancial mediante semejante procedimiento. Ahora, en cambio… -Contemplo el retrato durante unos segundos mas antes de sentarse otra vez-. Ahora tenemos un as en la manga. Tenemos algo que nadie sabe que poseemos.
Inger Johanne asintio. Una vez que se hubo recuperado tras reconocer al hombre en los retratos robot, recorrieron el caso punto por punto una vez mas. Ahora estaba a mitad de una nueva botella de Larris y trataba de reprimir un regueldo.
– ?Y usted esta completamente segura?
Debia de ser la tercera vez que Silje hacia la pregunta.
– Estoy totalmente segura de que el tipo del retrato es increiblemente parecido al hombre que salvo a Kristiane, si. Es como si hubiese posado para el modelo. Que estemos de hecho hablando del mismo hombre, como ya le he dicho, no puedo garantizarlo. La cosa es que… -El aire se abrio paso a traves de su esofago y eructo-. Perdon -dijo llevandose el puno a la boca-. La cosa es que aqui estan empezando a aparecer tantas relaciones que ya no se puede hablar solamente de pura coincidencia. El ubicar al ultimo hombre que vieron con Hawre Ghani en el lugar donde Marianne Kleive fue asesinada puede llamarse en todo caso un triunfo. En ambos casos, tengo que agregar.
– Usted podria encontrar trabajo aqui. -Silje sonrio antes de que se le formase otra arruga entre las cejas y dijera-: Y ya que esta inspirada, ?puede decirme que es esa insignia?
La arruga de Silje se profundizo.
– Esa de los dos desconocidos que se encuentran en un tren -le recordo Inger Johanne-. Ambos quieren acabar con la vida de alguien. Uno propone intercambiar los asesinatos, para asegurarse asi una coartada perfecta. En ese caso, el asesino no tendria ningun motivo, y como sabemos, el motivo es una de las primeras cosas que ustedes los policias tratan de establecer.
Por segunda vez en poco tiempo la asalto la idea de Wencke Bencke. La alejo y trato de sonreir.
– Yo… no veo mucho de esas cosas -dijo Silje.
– Deberia hacerlo. En todo caso, la insignia esta ahi porque no tiene nada que ver con el caso. Considere las ropas: oscuras, neutrales, sin ninguna caracteristica especifica. Cualquiera con capacidad de observacion media se fijaria en esa insignia roja. Entonces ustedes gastarian un monton de energia en…
– Pero ?de donde la saco?
– De cualquier lado. Y puede ser cualquier cosa. Algo que encontro en cualquier lugar. Si tenemos razon en nuestra teoria, este es un asesino muy profesional. Su cabello, por ejemplo. ?Es calvo o se rapo la cabeza? Yo me inclino por lo ultimo.
– Es como si usted hubiera leido esto -dijo Silje que se abanico con la nota explicativa del dibujante-. Martin Setre no estaba seguro.
– Pero ?tambien lo penso? Hasta ahi yo no habia llegado, por decirlo asi. ?Si yo estuviese trabajando en la Policia, el seria seguramente testigo profesional! Yo diria que este tipo… -movio la cabeza indicando el tablero-, en realidad, tiene el cabello bastante normal. En lugar de utilizar una peluca o tenirselo, lo que precisa esfuerzo para que parezca natural, se lo afeita.
Silje sacudio despacio la cabeza.
– Nos preguntamos -dijo- si el hombre buscaba enganarnos.
Se quedaron en silencio. Inger Johanne sintio que los dedos estaban a punto de dormirsele y los saco de debajo de sus nalgas. Una mirada rapida le confirmo que no solo estaban descuidados, sino blancos y con manchas rojas.
– No puede actuar totalmente solo -dijo Silje, mas como una pregunta que como una reflexion.
– No. No lo creo. Es un grupo, y actuan como tal. Pero nada esta claro, por supuesto.
Encogio los hombros levemente.
– Tengo que comenzar -dijo Silje en voz alta apoyando ambas palmas sobre la mesa-. Tenemos que establecer una colaboracion formal con Kripos cuanto antes. Y con la Policia de Bergen. Y… -Tomo aliento y lo dejo escapar a traves de los labios casi cerrados-. Esto es tan jodidamente grande que no se muy bien por donde