anos le mostro un tatuaje con el logo de Brann que le cubria todo el antebrazo.
– Soy yo quien debe darle las gracias -dijo el, levanto el sobre como en un gesto de despedida y salio a la escalera de piedra.
La puerta se cerro tras el, que camino hacia el coche. Antes de que se sentase y hubiese puesto el motor en marcha, Astrid lo alcanzo, corriendo. El bajo la ventanilla y miro hacia afuera.
– Pense que querria tener esto -dijo ella, y le alcanzo una bolsa de plastico con bollos-. Realmente son mejores cuando estan frescos, y me ha parecido que le gustan.
Antes de que alcanzase a darle las gracias, ella se alejo corriendo hacia la entrada. Se quedo sentado un momento antes de abrir la bolsa y tomar uno de los deliciosos bollos. Cuando estaba a punto de morderlo, lo golpeo la mala conciencia.
Pero es que esos bollos…
Y la mermelada era de lo mejor que habia probado nunca.
La verguenza
Marcus intentaba pensar sobre lo bueno que habia en la vida. En todo lo que era bello y delicado y que hasta ahora habia hecho que la existencia valiese la pena. En lo que existia antes, antes de que descubriese brutalmente que la vida estaba basada en una equivocacion. En una mala interpretacion.
Un robo.
Era un robo, todo, y empanaba todo lo que le permitia conciliar el sueno.
Rolf roncaba suavemente.
Marcus se sento despacio sobre la cama. Hacia pequenas pausas entre cada movimiento. Finalmente logro ponerse de pie y camino con pasos cuidadosos hasta el bano. La puerta que daba al pasillo chirriaba, por lo que decidio ir a traves del anexo que parecia una piscina y que estaba pared con pared con el dormitorio principal. Llego alli y logro cerrar la puerta sin despertar a Rolf.
Una luz atenuada permanecia encendida. El pequeno Marcus tenia su propio bano, pero cuando se despertaba por la noche preferia el de sus padres.
Aun a la luz suave de la lampara, Marcus tenia un aspecto terrible. Se sobresalto al mirarse en el espejo. Las bolsas bajo los ojos parecian grandes ampollas y tenia la piel tan palida que casi parecia azulada. Aumentaba cada vez mas de peso y no habia respetado su intencion de Ano Nuevo ni una vez en los quince dias que llevaba el ano 2009. El olor de su cuerpo le ofendia la nariz; el sudor nocturno, el pijama sin lavar y la angustia. Volvio la espalda a su reflejo fantasmagorico y salio al pasillo.
La puerta de la habitacion del pequeno Marcus estaba entreabierta. Fuera, Marcus se podia mover mas libremente. A esta hora del dia, la casa podia ser demolida en torno al muchachito sin que este se despertara. Se quedo de pie ante la puerta entreabierta y miro a su hijo, que dormia.
El cuarto estaba banado en la luz fria y azulada de la lampara sobre la cama, una nave espacial en vuelo entre las galaxias. Juguetes y libros reposaban de lado a lado en los estantes a lo largo de una de las paredes, y el ordenador mostraba la lluvia de estrellas de un protector de pantallas que el nino habia descargado por si mismo. El gastado osito que su hijo todavia necesitaba en la cama para poder dormirse yacia abandonado sobre el suelo. Habia perdido uno de los ojos hacia ya tiempo. El otro miraba ciego hacia el techo. Marcus se inclino sobre el suelo sin pisar ninguna de las muchas cosas que habia desparramadas, y recogio el osito. Lo sostuvo durante un momento frente a su nariz. Respiro el olor de todo lo que significaba algo.
Se inclino en silencio sobre el muchacho, puso a
Una necesidad casi irresistible de trepar a la cama lo asalto tan de repente que solto un quejido. Seria fuerte otra vez. Seria el papa que consolaria a su hijo las pocas veces que el muchacho se despertase con pesadillas y lo necesitase. Yaceria abrazado al pequeno Marcus y le contaria historias en voz baja, sobre los dias pasados y el espacio exterior. El muchacho se acurrucaria contra el y sonreiria, y su cabello le haria cosquillas en la nariz. Serian solo ellos dos en todo el mundo, como era antes de Rolf, como era antes de que fueran tres.
Como era antes de que este espanto se le metiese bien dentro.
Retrocedio despacio hasta fuera del cuarto.
No tenia idea de lo que iba a hacer. La oscuridad parecia burlarse de el desde los rincones, y sintio como el pulso se le aceleraba. Empezo a caminar rapido hacia la escalera. Queria bajar a la oficina. Cerrar la puerta. Ver la television. Prender todas las luces y hacer como si fuera de dia.
Cuando por fin llego, casi cerro la puerta de un golpe. Tremulo, dio un punetazo al panel que comandaba la iluminacion, sin resultado. Se recompuso y pulso los botones correctos con un dedo. Finalmente la oficina quedo banada en luz, y el aparato de television se encendio. Estaba presintonizado para recibir NRK, que emitia el programa musical
Aquello ya no era vida.
De inmediato se incorporo en el sillon y busco la llave del pesado mueble esquinero que habia comprado con la casa. Se habia acostumbrado ya al decorado de flores silueteadas, que al principio le habia parecido curioso y bastante vulgar. En especial porque el mueble databa de 1700, estaba en muy buen estado y costaba una fortuna. Ahora era como si las vides con flores grandes y grotescas lo tratasen de atrapar al meter la viejisima llave para abrir la cerradura.
Habia cinco cajones pequenos detras de la puerta. Abrio el cajon superior. Alli estaban las pildoras de las que nunca le conto nada a Rolf. No habia sido necesario. Tanto estas como la caja de la oficina habian permanecido sin tocar durante muchos anos. Las coloco en su palma y regreso al sillon. Una vez alli las dejo caer sobre la carpeta de piel de becerro.
Marcus no sabia aun si las medicinas perdian su efecto al vencer la fecha de caducidad. No. No completamente. Si se las tomaba todas juntas, probablemente fuese suficiente. Tomo una y se la coloco sobre la lengua a modo de prueba.
El gusto era como el de antes. Dulzon, algo salado.
A su hijo le iria mejor si el moria.
Rolf lo adoptaria.
Rolf era mejor padre que el. Habiendo hecho lo que hizo, Marcus no solo se habia vuelto culpable de un delito. Ya no era un padre digno. Su vida era ser padre, y su existencia como tal habia terminado.
Las lagrimas brotaron en silencio cuando se puso otra pildora en la boca.
Y otra mas.
La leve modorra lo hizo recostarse en el sillon y cerrar los ojos. Se mojo el indice con saliva y lo presiono a ciegas contra la mesa. Otra pildora siguio al dedo y se la puso en la punta de la lengua.
Lo ultimo que hizo antes de dormirse fue abrir el cajon del escritorio y empujar el resto de las medicinas alli dentro con el canto de la mano.
No era ni siquiera lo suficientemente hombre como para quitarse la vida, penso con apatia, antes de que un sueno bendito lo alcanzara finalmente.
Yngvar Stubo se desperto el 16 de enero a las siete menos veinte de la manana con la sensacion de no haber dormido nada. Cada vez que estaba a punto de dormirse, veia frente a si el retrato de la mujer que habia estado en el dormitorio de Eva Karin. La idea de que podian tener razon en la teoria respecto a que se trataba de una hija desaparecida o repudiada y de que tendria que remontarse a una generacion atras para solucionar el caso lo despertaba una y otra vez. La teoria ganaba credibilidad a medida que pasaba el tiempo. Que la obispo quisiera proteger el recuerdo de sus padres era mas factible que el que quisiera resguardarse ella misma de la verguenza