de haber sido madre soltera a los dieciseis anos.

Ademas, este tipo de cosas ya no era algo que ocultar, y el retrato no podia de ninguna manera ser el de una mujer nacida a principio de los sesenta.

Tenia que tratarse de una hermana, penso sacando las piernas de la cama. La ultima vez que vio el reloj, eran poco mas de las cinco. Por lo menos habia dormido una hora y media.

Otra razon para pasarse la noche en vela era que Inger Johanne no habia llamado. No le habia hablado en un dia y medio. La noche anterior trato de llamarla tres veces, pero lo unico que escucho en el otro extremo era el sonido mecanico de su voz, que pedia dejasen un mensaje despues de la senal. Aun asi, ella no le habia devuelto la llamada. Una fuerte irritacion se mezclo con un asomo de angustia cuando arrastro los pies hasta el bano.

Estaba harto de vivir en un hotel.

La cama era demasiado blanda.

El jabon le secaba las manos y estaba cansado de la comida.

Queria regresar a casa.

Golpearon a la puerta. Se enderezo, molesto. Se coloco una toalla en torno a la cintura y fue hacia la puerta. Lo envolvia el olor acre de la orina mananera. Abrio un poco la puerta y asomo la cara por la rendija.

– ?Que cono pasa con tu telefono? -dijo Sigmund Berli, y empujo la puerta mientras blandia un ejemplar del VG en la otra mano-. ?Has visto esto? Tenemos que regresar a casa, ya que estamos, en el primer vuelo. Ponte algo y haz las maletas.

– Buenos dias tambien para ti -dijo Yngvar de mal humor, y dejo pasar a su colega-. Te ruego que me lo expliques todo poco a poco, gracias. Empecemos por el telefono.

– Te he llamado cinco veces desde anoche. No debes desaparecer, ya lo sabes.

– No hice nada de eso -dijo Yngvar-. Prueba a llamarme otra vez.

Cogio su movil de la mesita de noche mientras Sigmund tecleaba el numero en su propio telefono.

– Esta llamando -dijo Sigmund con el aparato en la oreja-. ?Lo tienes en modo silencioso?

– No.

Yngvar miro la pantallita fijamente. No paso nada.

Inger Johanne podia haber…

– ?Por que no me llamaste a ese? -dijo Yngvar senalando el telefono del hotel sobre el pequeno escritorio contra la ventana.

– No se me ocurrio -dijo Sigmund, risueno-. Pero eso ya da igual. Nos vamos a casa. Ya. ?Mira esto!

Yngvar tomo el ejemplar del VG como si el periodico pudiese morderlo.

«Grupo de odio detras de seis asesinatos», gritaba la primera pagina. El subtitulo era: «Policia con alarmante teoria. La obispo Lysgaard, una de las victimas».

– ?Que cono…? -dijo Yngvar. Alzo la voz aun mas-: ?Que cono es esto?

– Lee -dijo Sigmund-. Veras que la Policia de Oslo ha dado con una posible conexion entre los asesinatos de Marianne Kleive y cierto muchacho kurdo que aparecio en la bahia poco antes de Navidad, completamente muerto y casi cayendose a pedazos.

– ?Y? ?Que tiene Eva Karin que ver con esto?

Yngvar se arrojo sobre la cama y paso las hojas hasta dar con las paginas cinco y seis. Le costaba concentrar la vision. Los ojos corrian sobre el texto. Un minuto y medio despues levanto la vista, arrojo el periodico contra la pared y rugio:

– ?Como diablos sabe el VG esto antes que yo? Ya he aprendido a vivir con que ellos saben mas de lo que deberian, y demasiado pronto, pero que yo…

Se incorporo con tanta violencia que se le cayo la toalla. No se dejo importunar por su desnudez y bufo delante de Sigmund con los punos cerrados:

– ?Es que ahora tenemos que comenzar a orientarnos en nuestro trabajo leyendo los periodicos de la manana! Esto es…, esto es… ?Joder, Sigmund, esto es un puto escandalo!

Sigmund rio.

– Estas desnudo, Yngvar. Estas empezando a engordar.

– ?Me importa tres carajos!

Camino hacia el bano dando pisotones. Sigmund se sento en la silla del escritorio y encendio el aparato de television. Sintonizo TV2 mientras escuchaba a Yngvar trajinar tras la puerta cerrada. Salio medio minuto mas tarde, agarro ropa limpia de la maleta y se vistio con una velocidad que Sigmund nunca hubiese creido posible en un tipo de semejante tamano.

– Hay un telediario dentro de cinco minutos -dijo-. Lo veremos antes de salir.

– «Pandilla de los Estados Unidos» -dijo Yngvar con ironia mientras intentaba anudarse la corbata-. Es verdaderamente lo mas idiota que he oido.

– No pandilla -corrigio Sigmund-. Grupo. Grupo de odio.

– Peor. ?Quien mierda llego a una conclusion tan increiblemente… estupida?

Agarro del suelo una bolsa para ropa sucia y la metio en la maleta una vez que hubo desistido de la corbata.

– Inger Johanne -dijo Sigmund Berli, y rio con ganas-. ?La teoria es de Inger Johanne!

– ?Que? ?Que dices?

Yngvar se abalanzo sobre el periodico que yacia semidestruido sobre la cama. Otra vez los ojos corrieron sobre las letras.

– Aqui no dice nada de ella -dijo sin levantar la vista del articulo, que estaba ilustrado con los retratos de Marianne Kleive y la obispo Lysgaard-. No mencionan para nada a Inger Johanne.

Suspiro y dejo caer el periodico al suelo.

– He hablado con una…, con Silje Sorensen -dijo Sigmund-. De la Central de Policia de Oslo. Me llamo a las seis. Habia tratado sin exito de encontrarte.

– ?Es imbecil esta gente? ?Vivo en un hotel, que cono…! Esto… -Yngvar se acerco hasta el anticuado telefono blanco con tres zancadas. Tomo el tubo del aparato en una mano y el resto en la otra y lo acerco a cinco centimetros de la cara de Sigmund-. ?Esto es un telefono!

– Calmate, Yngvar. Ya…

– ?Calmarme? ?No quiero calmarme! Quiero saber de que va toda esta payasada, y por que…

– ?Que me oigas, entonces! ?Escucha lo que tengo que decir, en vez de dar vueltas como un orate! ?Pronto vendran los del hotel y nos echaran, a menos que te calmes!

Yngvar tomo aliento, asintio y se sento pesadamente sobre la cama.

– Habla -murmuro.

Sigmund aplaudio casi sin ruido.

– Bien. No es mucho lo que se. Silje Sorensen estaba mas o menos tan indignada como tu por el hecho de que el VG se enterase del asunto y toda la Central va de cabeza tratando de ubicar la fuente. Lo que ella pudo contarme es que de veras se trota de seis asesinatos. Un artista que murio por Navidad, aparentemente a raiz de una sobredosis de heroina, parece que tenia rastros minimos de curacit en la sangre. Tuvimos suerte. El curacit, un derivado del curare se degrada muy rapido y el tipo fue al horno temprano, y como rutinariamente se asume que se trata de una muerte sospechosa, habian congelado un poco de la sangre en el laboratorio, y el curacit…

– ?Eh?

– Curacit. Un veneno, ?sabes?, que afecta la respiracion y…

– ?Se bien lo que es el curacit! Lo que me pregunto es…

– ?Espera un segundo, Yngvar! ?Escuchame! El tal artista tambien fue asesinado. Y tambien es…, tambien era homosexual. Y tambien hubo un gandul al que mataron en noviembre en el parque Sofienberg, y todos nosotros sabemos que hacen en ese parque por las noches, ?no? -Sin dejar que Yngvar le interrumpiera con una respuesta, Sigmund continuo-: Y habia una mujer que todos creian que habia muerto en un accidente de coche, pero que tras una investigacion mas profunda se descubrio que alguien habia manipulado los frenos de su coche. ?Y si quieres puedes adivinar que clase de gustos tenia en la cama!

Yngvar solo lo miro, rendido.

– Esta Silje Sorensen estaba realmente paranoica -continuo Sigmund, imperterrito-. Me llamo desde su casa, por el movil de su hijo. Pero sin importar que los periodistas tengan buenas fuentes, o intervengan los telefonos

Вы читаете Noche cerrada en Bergen
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату