que es significativo para el o los que mataron a Marianne Kleive. ?Pero que tengais esa impresion no es lo mismo que decir que eso es realmente asi! Y mas aun, ya que ninguno de los dos puede hablar mas que de una «sensacion».
Se habia enderezado y dibujaba circulos con los dedos frente a las mejillas de Inger Johanne.
– La carpeta habia desaparecido, y el hombre de…
– La carpeta aparecio, eso lo dijiste tu misma. Hablaste de que solo habia sido un descuido.
– Pero…
– Escucha, ahora dejemos esto, ?vale? Para estar seguros he pedido que una patrulla pase por aqui de vez en cuando durante las veinticuatro horas. Aparte de eso, es poco lo que podemos hacer. A menos que quieras que expongamos a Kristiane a un interrogatorio judicial como corresponde, con la carga que eso supondria para la nina. Olvidate. En todo caso por ahora.
Su mano se cerro en torno a la copa de vino.
– No -dijo ella-. No puedo. Entiendo que te sientas ofendido. Entiendo que enseguida debi de acudir a ti con todo esto. Pera, aun asi, Yngvar, se me han ocurrido algunas ideas sobre…
– No -la interrumpio el con dureza-. ?Ahora me has de escuchar! Si de veras es cierto que Kristiane fue testigo de algo en relacion con el asesinato de Marianne Kleive, ?por que cuernos no la mataron, sin mas?
Lo ultimo lo dijo en un tono tan alto que ambos se sobresaltaron. Se quedaron sentados reflexionando e intentando percibir alguna senal de que Kristiane se pudiese haber despertado. Todo lo que oyeron fue que el vecino estaba viendo un DVD de
– Porque creen -dijo Inger Johanne-. Porque creen en Dios.
– ?Que?
– O en Ala.
– Porque creen. ?Y?
Ahora parecia mas interesado. O quiza confundido.
– Porque creen -dijo Inger Johanne-, por eso no matan a ciegas. Creen con una pasion que seria desconocida para el resto. Son fanaticos, profundamente creyentes. Arrebatar la vida de personas adultas que, segun su opinion, son pecadores que deben ser castigados con la muerte, de acuerdo con un imperativo que proviene de Dios, es totalmente distinto a matar a una criatura inocente.
Hablaba con lentitud, como si aquello no se le hubiese ocurrido hasta entonces, y parecia estar eligiendo las palabras con gran esmero. La mirada de Yngvar ya no expresaba tanto rechazo cuando pregunto:
– Pero estas personas, estos grupos, ?son realmente… religiosos? ?No son solo pervertidos que utilizan a Dios o a Ala como una especie de… pretexto?
– No -dijo Inger Johanne sacudiendo la cabeza-. Nunca desestimes el poder de la fe. Y de alguna forma mi teoria se hace mas creible si… -retrajo los pies hasta apoyarlos en el sofa y se agarro uno, como si tuviese frio-, si Kristiane, de hecho, vio algo. El que mato a Marianne Kleive posiblemente comprendio ahi y entonces que ella no es como todos los demas. Si es cierto que el hombre que salvo a Kristiane del tranvia es el asesino, en todo caso el ya sabia entonces de su… diferencia. Y si hay algo que impresiona en mi hija mas que cualquier otra cosa, es precisamente…
Sus ojos casi se desbordaron de lagrimas cuando miro a Yngvar.
– El candor -completo el-. Es la encarnacion de la inocencia. El propio nino angel de Dios.
– La senora me ayudo -dijo Kristiane en voz baja desde la puerta.
Yngvar se quedo rigido. Inger Johanne volvio despacio la cabeza y la miro.
– Aja -dijo en un susurro.
– Albertine dormia -dijo Kristiane-. Y yo queria encontrarte, mama.
Yngvar casi no se animaba a respirar.
– Tenia que esconderme de todas las personas, porque no queria irme a dormir sin ti. Y entonces encontre, de pronto, una puerta que estaba abierta. Habia una escalera. La baje, porque quiza tu estabas ahi, y en todo caso no habia nadie mas. Estaba rodo en silencio alli abajo. Era el sotano, en realidad, y no era bonito. Entonces aparecio la senora en la puerta de la escalera y me saludo.
Kristiane tenia un pijama nuevo. Era demasiado grande, y las mangas le ocultaban las manos. Comenzo a tironearlas.
– Ahora tengo que dormir -dijo.
– ?Que hiciste cuando la senora te saludo? -sonrio Inger Johanne.
– Ahora tengo que dormir.
– Ven aqui, mi nina.
Finalmente Yngvar se habia vuelto hacia Kristiane y la saludaba agitando la mano suavemente.
– Soy la nina de mi papa -dijo ella-. Aparte, ya no soy ninguna nina. Soy una jovencita. Eso dice papa.
– Puedes ser mi nina y la nina de tu papa -dijo Yngvar, y rio por lo bajo-. Eso lo seras siempre. No importa cuanto crezcas. ?No has escuchado como el papa de mama llama «mi nina» a la abuela?
– Mi abuelo llama «mi nina» a todas las mujeres. De hecho, es una mala costumbre que tiene. Eso dice la abuela.
– Ven aqui -dijo Inger Johanne-. Ven con mama.
Kristiane avanzo dudando.
– Me grito -dijo trepando al sofa entre los dos-. No sabia como me llamaba, porque no me conocia. Solo grito: «Ven», y sonrio.
– Y entonces… -dijo Inger Johanne sonriendo.
– Yngvar -dijo Kristiane con seriedad-. Tu seguramente pesas… -penso rapido-. Cerca de un doscientos treinta por ciento mas que yo.
– Creo que ese es bastante precisamente mi peso -contesto el echando una mirada avergonzada a Inger Johanne-. Pero me gustaria que fuera mi propio secreto.
– Yo peso treinta y un kilos, mama. Asi que simplemente puedes calcularlo.
– Prefiero escuchar lo que paso, mi vida.
– La senora llamo y yo subi otra vez. Tenia las manos muy calidas. Pero yo habia perdido una pantufla.
– ?Pantufla? -dijo Yngvar, inquisitivo-. ?Entonces no habias…?
– ?La senora fue a buscarla? -le interrumpio Inger Johanne.
– Si.
– Y ?donde estabas tu, mientras?
–
–
– La senora tambien estaba muerta.
Yngvar la estrecho contra si y apoyo su cara en la cabeza de la nina.
– Estoy tan triste por haber atropellado a
–
La nina habia retraido las rodillas hasta el menton y abrazaba sus piernas balanceandose despacio de un lado a otro. Se tumbaba hacia Inger Johanne, esperaba un momento, se tumbaba hacia Yngvar. Una y otra vez.
– Ahora te acompanare hasta la cama -dijo finalmente Inger Johanne.
–
– Ven.
Se puso de pie y tomo la mano de su hija. Kristiane la siguio, animada. Yngvar estiro el brazo hacia ella, pero ella no lo vio. Se quedo sentado escuchando la charla casual y paciente de Inger Johanne y el extrano balbuceo de Kristiane.
Se le ocurrio que la certeza de que Inger Johanne habia tenido razon era casi peor que el que Kristiane hubiese sido testigo de algo traumatico. Vencido, se desplomo de nuevo sobre los almohadones.
Habia creido en lo que Inger Johanne le decia, pero no en lo que ella creia que significaba. Cinicamente, habia sido su capacidad de juicio, precisamente, lo que lo habia atraido una vez. Porque la necesitaba. La habia convencido para participar en una investigacion de la que ella no queria formar parte, y la habia forzado a relacionarse con la pesadilla de todos los padres. Ninos que estaban siendo secuestrados y asesinados, y el estaba