Kristen habia intentado que desterrara la formalidad del usted, que segun el daba un tono arcaico a la oficina. Pero ella se mantuvo firme, no le parecia natural tutear a personas a las que no conocia.
– ?Hola, querida!
– Hola -respondio ella de buen humor-. Estaba a punto de llamar a Laksen para encargar bacalao e higado de ternera. Asi los disfrutamos el fin de semana.
– Excelente -dijo su marido al otro extremo-. Estoy ansioso. ?Tienes por alli al abogado Faber?
– ?Kristen? ?Quieres hablar con Kristen?
No se hubiese sorprendido mas si el se le hubiese aparecido de repente delante. Su marido no habia puesto jamas los pies en la oficina, y tampoco habia visto nunca a Kristen Faber. La oficina era su dominio. Cuando la vista de su marido comenzo a debilitarse y se jubilo anticipadamente, sugirio un par de veces ir al centro para ver como pasaba ella los dias. «Ni hablar de eso», dijo ella. La casa era la casa, la oficina era la oficina. Era cierto que ella hablaba sin tapujos sobre lo que hacia y que se divertian a costa de los documentos que de vez en cuando se permitia dejarle ver, pero no estaba dispuesta a aceptar ningun contacto entre su marido y su jefe descortes y griton.
– ?Para que?
– Si, ya sabes… Hay algo sospechoso en este testamento que trajiste ayer a casa.
– ?Sospechoso? ?A que te refieres?
Se lo habia leido en voz alta anoche. Su marido todavia podia leer, pero la vision en tunel hacia que le pidiese cada vez mas frecuentemente que le leyera. En realidad era agradable. Le leia en voz alta los periodicos despues del telediario, interrumpiendo la lectura con discusiones breves o extensas sobre los acontecimientos del dia.
– Hay algo…
El abogado Faber entro como un torbellino.
– Tengo que comer algo -dijo atropelladamente-, la pausa para el almuerzo termina dentro de solo media hora y me lie con unos documentos. Una
La secretaria asintio con una mano sobre el telefono.
– Voy enseguida -dijo.
En cuanto la puerta del despacho del abogado se cerro, ella volvio a su marido.
– Es absolutamente innecesario hablar con Kristen, querido.
– Pero tengo que…
– Hablaremos de esto cuando regrese a casa, ?te parece? Tengo que irme. Hay muchisimo que hacer hoy. Hablemos por la tarde, ?si?
Sin esperar respuesta, colgo.
Mientras se ponia el abrigo lo mas rapidamente posible, sintio un inusual ataque de mala conciencia. Probablemente no era muy correcto llevarse papeles confidenciales a casa. Nunca habia pensado el asunto en serio; ella tenia acceso a todos esos documentos, y su marido era, al cabo de todos estos anos, lo mas proximo a una parte suya que se le podia ocurrir.
De todos modos no era completamente correcto, penso, y cogio su cartera antes de salir rumbo a Baker Hansen. En todo caso no queria que se produjera ningun contacto entre su marido y Kristen Faber.
Bjarne se iba de la boca con mucha facilidad.
– ?Has venido corriendo, mi vida? ?Estas sudando!
Inger Johanne abrazo a su hija, que la rodeo con sus brazos y se nego a soltarla.
– Todo el camino desde las Galerias Tasen -dijo ella-. Y me lo he pasado muy bien en casa de papa. ?Te pudiste arreglar bien sin mi?
– Mas o menos -contesto Inger Johanne, y la beso en el cabello-. ?Y tu?
Lo ultimo estaba dirigido a Isak. Habia dejado la bolsa de Kristiane sobre el suelo de la entrada y estaba parado con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Parecia cansado. La sonrisa no se correspondia del todo con los ojos, y parecia que no podia decidirse entre quedarse o irse inmediatamente.
– Todo bien -dijo vacilante.
– ?Quieres entrar un rato?
– Gracias, pero… -Saco las manos de los bolsillos y le dio un beso a Kristiane-. ?Puedes ir con Ragnhild, tesoro, asi puedo hablar un poquito con mama? Te quiero. Gracias.
Kristiane sonrio, tomo su bolso y subio con el la empinada escalera.
– Ire a la montana este fin de semana -dijo Isak-. ?Te parece bien si me llevo a
– Claro.
El perrazo amarillo estaba sentado en la escalera y ladeaba la cabeza.
– Pero ?que sucede? -pregunto Inger Johanne-. ?Hay algun problema?
– No, pero… -El tomo aliento y empezo de nuevo-. En serio que no pretendo preocuparte, pero…
Inger Johanne lo tomo de la mano. Estaba helada.
– ?Sucede algo con Kristiane? -pregunto rapido.
– No -dijo el-. Mas bien… no. Se lo ha pasado muy bien. Es solo que…
Se balanceo sobre las piernas y se inclino hacia el otro lado de la puerta.
– Hace mucho frio -dijo Inger Johanne-. Entra. ?Quedate ahi,
Tanto el perro como Isak obedecieron. El se coloco de espaldas a la pared. Inger Johanne se sento en la escalera, delante de el.
– ?Que sucede? -pregunto ella en voz baja-. Dilo ya.
– Creo que…
Se interrumpio otra vez.
– ?Dilo ya! -susurro Inger Johanne.
– Tuve la rara sensacion de que alguien me vigilaba. Quiero decir… que alguien vigilaba…
Parecia un muchachito, ahi de pie. La chaqueta le colgaba suelta y no lograba estarse quieto. La mirada erro un poco hasta que finalmente encontro la de ella. Inger Johanne solo esperaba a que el comenzase a escarbar con el pie.
– Espera, no te puedes ir asi -dijo con calma, y se puso de pie.
El saco otra vez las manos de los bolsillos y las golpeo, desvalido.
– Pero no puedo explicarlo bien -dijo debilmente-. Es como si…
– Te quedas -dijo ella-, dejo entrar a
– Inger Johanne -dijo el tomandola del brazo-, ?quieres decir que estoy en lo cierto? ?Sabes de alguien que…?
– No quiere decir nada mas que lo que te he dicho -dijo ella sin soltarse-. Le contaras esto a Yngvar, porque a mi no va a creerme.
La solto. Ella se dio la vuelta y subio las escaleras delante de Isak.
«Tampoco le di la oportunidad», penso ella, y decidio tratar de llamarlo por septima vez en tres horas.
Probablemente estaba furioso.
Por su parte, ella estaba tan asustada que le costaba caminar erguida.
El hombre en el oscuro coche de alquiler no habia tenido problemas con el mapa. En el fondo se trataba solamente de seguir el mismo camino todo el tiempo, desde Oslo hasta Malmo, para luego mantenerse a la derecha por el estrecho, hacia Dinamarca.
A pesar de que en aquel pais oscurecia impiamente temprano, y pese a que la nieve habia caido sin parar desde poco despues de Navidad, pudo mantener la velocidad sin problemas. No muy rapido, por supuesto; o tres dos kilometros por encima del limite era lo menos sospechoso. El trafico habia estado saturado a la salida de Oslo, aun a las tres, pero en cuanto hubo conducido unos veinte kilometros por la E6, se hizo mas fluido. El mapa mostraba que, en principio, el seguia la costa, por lo que supuso que las tardes de los viernes, durante la mitad estival del ano, esa ruta debia de ser un caos de trafico. Claramente el mar no era tan tentador bajo el viento y con ocho grados bajo cero.