A todos los fines practicos, Richard A. Forrester habia estado en Inglaterra desde el 15 de noviembre. Solo una medida de seguridad, por supuesto; nadie preguntaria.
Reclino bien el respaldo del asiento y se cubrio con la suave manta. Eran las nueve de la manana, pero habia dormido poco la noche anterior. Le sento bien cerrar los ojos.
Cuando Susan y el pequeno Anthony murieron, su vida tambien termino.
Intento seguirlos hacia el Cielo mediante un intento de suicidio, que no sirvio para otra cosa que para incapacitarlo para pertenecer, a partir de ese momento, a los marines de Estados Unidos. No precisaban soldados suicidas, y Richard se encontro con un futuro sin trabajo, sin mujer y sin hijos. Todo lo que tenia era una pequena pension, una maleta con ropa y una indemnizacion producto del accidente, que en realidad no queria.
– ?Puedo traerle algo mas? -pregunto la atractiva azafata en voz baja, inclinandose sonriente sobre el asiento vacio que tenia al lado-. ?Cafe? ?Te? ?Algo de comer?
El le devolvio la sonrisa y sacudio la cabeza.
Durante tres meses despues de la catastrofe, anduvo casi siempre en pantuflas. Como regla, borracho como una cuba y poseido constantemente de una furia incandescente que lo abarcaba todo. Una noche lo echaron sin mas de un bar en Dallas. Quedo tirado en un callejon, semiinconsciente, hasta que un tipo aparecio de la gran nada y le ofrecio un encuentro con Dios. Como no tenia a nadie mas a quien encontrar, dejo que lo pusiesen en pie y lo condujesen hasta una capillita que estaba a solo dos calles de alli.
Esa noche encontro al Senor, tal como el extrano le habia anunciado.
Richard Forrester se paso la mano por el pelo. Era bueno dejarlo crecer otra vez, pese a que todavia eran solo unos milimetros de pelusa sobre la calva. Estaba bendecido con abundante cabello, aunque lo llevaba siempre corto. Cuando se lo afeitaba, toda su apariencia cambiaba notablemente.
Se acomodo mejor, apago la luz sobre la cabeza y bajo la cortina de la ventanilla.
El Dios que encontro en Dallas una noche de noviembre de 2002 era totalmente distinto al que habia tenido en su casa. Sus padres eran metodistas, como la mayor parte del vecindario del pueblecito donde crecio. De nino, Richard habia entendido su religion mas como una presencia social en la parroquia que como una relacion personal con Dios. Se celebraba misa todos los domingos, y en la parroquia siempre organizaba alguna que otra actividad. Habia un equipo de futbol y se organizaban mercadillos, parrilladas y banquetes navidenos. Richard fue criado fundamentalmente con un Dios simpatico que nunca le habia dejado una gran huella.
Cuando el extrano lo llevo a la capillita, Richard se encontro con el Todopoderoso. Esa noche tuvo una revelacion. Dios se le aparecio con una violencia que al principio le hizo pensar que moriria, pero que al final lo sumio en un estado de paz y devocion absolutas. La noche en la capilla fue la catarsis de Richard Forrester. Cuando finalmente llego la manana, habia nacido de nuevo.
Su vida como soldado de la patria de sus padres, como marido y padre, habia terminado.
Empezaba su vida como soldado de Dios.
No tocaba el alcohol.
Richard Forrester escucho el rumor de baja frecuencia de los motores y vio ante si a la bella ninita.
Ella lo habia visto. Cuando la mujer que debia morir desaparecio sola en el sotano, a el se le presento una posibilidad que no debia desaprovechar. Cuando la nina aparecio, por un momento se desespero ante lo que estaba obligado a hacer.
Entonces comprendio que se trataba de una nina ingenua.
Como Anthony, que habia nacido prematuramente y con una lesion cerebral que no le permitiria alcanzar la madurez intelectual. La nina era asi. Asi lo entendio al cabo de pocos segundos.
La dejo escapar del sotano.
Para estar bien seguro, la mantuvo bajo vigilancia. Cuando la salvo del tranvia, fue facil obtener su nombre de uno de los testigos estremecidos y elegantes. Richard solo se habia quedado alli, al otro lado de la calle, hasta que la madre se llevo adentro a la nina. Un hombre que estaba en el lugar y que entretenia a los fumadores con dramaticas descripciones de testigo ocular le dio alegremente el nombre de la madre, cuando el menciono que le gustaria mandarle unas flores. Hallo la direccion en Internet.
Desgraciadamente, la nina le impidio matar a la mujer como estaba planeado originalmente; en principio, tenia que parecer un accidente. Pero no era culpa de la criatura. Afortunadamente el tuvo la sangre fria suficiente para registrar a la victima y su bolso, dar con los billetes para viajar a Australia y llevarse el telefono movil. Despues fue hasta la habitacion que ella habia reservado, forzo la puerta, se llevo el equipaje y pago la cuenta. El caos en la recepcion del hotel le vino de perlas; entre los asistentes a la fiesta y los borrachos, paso inadvertido. Escondio la maleta de la mujer al fondo de un armario de limpieza que estaba sin llave, bajo una enorme caja de carton tan polvorienta que bien podia hacer anos que nadie la tocaba. La desaparicion no debia descubrirse enseguida, y provoco la necesaria demora mediante mensajes de texto cortos y carentes de significado, tecleandolos en el movil durante los dias que siguieron. Cada minuto que pasaba entre un asesinato y el comienzo de la investigacion reducia las posibilidades de que se resolviera.
– ?Puedo traerle una almohada? -oyo de pronto que le decia la azafata.
Sin abrir los ojos, sacudio la cabeza.
La madre de la criatura era una histerica. Una cosa fue que le diera un tortazo cuando salvo a la nina. Despues de Navidad, ademas, el se paro en una ocasion a un par de cientos de metros de la casa blanca donde vivia la familia. Un hombre habia salido de una de las propiedades vecinas y se aproximo a la cerca para hablar amigablemente con las dos ninas que jugaban en el jardin. La madre estaba de pie al lado de la ventana y las vio. Se asusto mucho y parecia estar realmente fuera de si cuando salio para buscarlas y llevarlas dentro.
Casi como Susan, penso el, pese a que no se permitia pensar mucho en Susan. Ella estaba siempre preocupada por Anthony.
No era la primera vez que le sucedia que aquellos a quienes vigilaba tenian la inquietante sensacion de ser observados. De mas esta decir que nunca lo vieron, del mismo modo que la madre de la ninita no lo vio cuando el las siguio hasta la escuela en su discreto automovil de alquiler y confirmo definitivamente que la criatura era especial. Estaba demasiado bien entrenado como para que lo descubriesen. Pero ella lo sentia. El padre de la nina (le habia llevado un tiempo entender quien era) se habia angustiado desde el principio. Richard debio averiguar si la criatura se comportaba de manera diferente cuando no estaba en casa de su madre, y los habia observado en tres circunstancias diferentes. El hombre comenzo a mirar por encima de su hombro.
Lo mismo habia sucedido con el tipo que vivia en la colina que habia sobre la ciudad, en ese arreglo tortuoso que remedaba una familia. Se sintio perseguido. Su amante parecia realmente histerico cuando supo que se habia puesto a dar vueltas tomando fotos de las huellas del coche, ya casi hacia dos semanas. Por su parte, Richard se habia sentado a buena distancia y lo habia observado todo. Dos tipos de pelo oscuro habian pasado en un BMW grande. Paquistanies, conjeturo. Oslo estaba infestado de esa gente. Obviamente tenian algo no resuelto entre ellos, porque condujeron el coche hasta el pequeno camino que habia frente al porton donde vivia esa falsa familia y se quedaron alli un buen rato. Gesticulaban mucho y debian de haber fumado una pila de cigarrillos antes de seguir su camino.
Habia seguido al sodomita, pero no lo habia visto. Como los otros.
No vieron a Richard, y si lo pensaba bien, el tampoco los sintio.
Lo que sintio fue la cercania del Senor, penso Richard Forrester. Y si esa copia pervertida de padre de familia se escapo esa vez, ya llegaria su hora.
Richard Forrester sonrio levemente y se durmio.
La casa parecia estar recostada, como si durmiera una siesta sobre la cuesta escarpada. Las ventanas eran pequenas, con cruces que dividian los vidrios en cuatro cuartos. La construccion de madera estaba situada entre dos casas similares, pero mas grandes, y parecia retraida. Casi timida. El vano estrecho de una puerta conducia a un patio trasero minusculo. Una bicicleta de mujer se recostaba contra la pared alta de ladrillo y un colorido grupo de cazos de ceramica pasaba el invierno apilado en un rincon. Una escalera de piedra ascendia hasta una pequena puerta verde. Alli colgaba un cartelito de porcelana. El nombre y la corola de flores campestres que lo enmarcaba se habian vuelto azules por el viento y la accion del clima.
«M. Br?kke», se leia en letras ornadas.
Yngvar Stubo dudo. Estaba parado en la escalera de piedra, de espaldas a la balaustrada de hierro forjado, e intentaba pensar en todo el asunto una vez mas.
Iba a arrancar de una mujer un secreto que, al parecer, ella habia mantenido oculto durante casi medio siglo. Al apoyar el dedo en el boton de bronce bajo el cartelito de la puerta, irrumpiria en una vida que ya habia sido