sin pronunciar una palabra y el hombreton lo habia sostenido en sus manos. Largamente. Casi parecio que iba a romper a llorar.

Aplico el fosforo a la mecha de la gran vela blanca. La llama era palida, casi invisible, y dio unos pasos para encender la lampara del techo. Se detuvo un momento antes de agarrar una pequena estrella de Navidad roja y colocarla al lado del retrato, sobre el marco de la ventana. El brillo de las hojas resplandecio bajo la luz pura.

Eva Karin le sonrio.

Martine acerco una silla a la ventana y tomo asiento.

Le sobrevino una gran placidez. Era como si, finalmente, al cabo de todos estos anos, hubiese hallado una forma de reconocimiento. Hasta ahora habia sobrellevado completamente sola la pena por la muerte de Eva Karin, del mismo modo que durante casi cincuenta anos habia sobrellevado la vida con Eva Karin. En soledad. Cuando Erik aparecio al dia siguiente del asesinato, ella lo dejo entrar. Enseguida se arrepintio. El habia venido buscando compania. Queria sufrir junto a la unica otra persona que conocia a Eva Karin tal como era, pero ella se dio cuenta enseguida de que no tenian nada que compartir. Habian compartido a Eva Karin, pero ahora el no le concernia a ella, y lo rechazo sin que se le derramara una sola lagrima.

El policia grandote habia sido otra cosa.

La habia tratado con respeto, casi con admiracion, mientras caminaba por la pequena sala y le hablaba en voz baja y se detenia delante de alguna cosa que le llamaba la atencion. De lo unico acerca de lo que realmente tenia preguntas, y que como dijo era la razon de su visita, era sobre si ella le habia contado alguna vez a alguna otra persona su relacion con Eva Karin Lysgaard.

Por supuesto que no lo habia hecho. Esa fue la promesa que dio una vez, un luminoso dia de mayo de 1962, cuando Eva Karin prometio no abandonarla jamas. La condicion fue que su amor seria su propio secreto, solamente de ellas dos.

Martine jamas romperia una promesa.

El policia la creyo.

Cuando le dijo que el entierro tendria lugar el miercoles y ella respondio que no queria estar presente, el se ofrecio a regresar de visita una vez que la ceremonia hubiese finalizado. Para contarle. Para estar con ella.

Se lo habia agradecido con una negativa, pero el pensamiento era bello.

Martine acerco la silla al marco de la ventana y dejo que su dedo se deslizase sobre la boca de Eva Karin. El vidrio se sentia frio contra la punta de su dedo. La piel de su cara siempre habia sido tan suave, tan increiblemente suave y sensitiva.

El policia le dijo que harian todo lo posible para evitar que la historia se hiciese publica. Seria apenas necesario para el caso divulgar ese tipo de detalles, dijo, pese a que estaba de mas decir que el no podia garantizarle nada.

Ahora, sentada frente a su propia ventana mientras observaba la ciudad detras del retrato del unico amor de su vida, sintio que ya no importaba tanto. Por supuesto que seria mejor para Erik si el secreto permanecia sellado. Para Lukas tambien. Se dio cuenta de que para ella no significaba nada. Asombrada, enderezo la espalda y lanzo un suspiro profundo.

Por su parte, no sentia ninguna verguenza.

Habia amado a Eva Karin de la forma mas pura.

Ella, y solo ella.

Se incorporo despacio y apago la vela con un soplido.

Tomo el retrato entre las manos.

Martine cumpliria pronto sesenta y dos anos. La vida, tal como habia sido hasta ahi, habia terminado. De todos modos podia haber todavia algo mas que buscar; una vida totalmente nueva, de vejez y sensatez.

Sonrio ante la idea.

Vieja, sabia y libre.

Martine era por fin libre, y coloco de nuevo el retrato sobre la mesita de noche. Yngvar Stubo le habia contado cosas acerca de su propio dolor al hallar a su esposa e hija muertas despues de un accidente grotesco por el que aun se sentia culpable. La voz le habia temblado cuando le refirio en voz baja como su vida habia comenzado a ir en circulos, una danza circular en torno de un dolor del que no podia ver el final.

Cerro la puerta del dormitorio.

El tiempo podia avanzar otra vez, y rezo una plegaria en silencio por el buen policia que le habia hecho comprender que nunca, nunca, es tarde para comenzar de nuevo.

El oficial Knut Bork saludo con la mano a Inger Johanne antes de entregarle el documento a Silje Sorensen.

– Aqui esta -dijo-. No he tenido tiempo de analizarlo mas a fondo.

Silje Sorensen abrio un cajon y extrajo un par de gafas para leer.

– Segun la mujer que lo trajo, se trata de una fortuna bastante sustancial -continuo Knut Bork-. Y el testador habria muerto hace mucho tiempo sin que Niclas Winter viese nada de la herencia a la que tenia derecho segun este testamento.

– ?Puedo verlo? -pregunto prudentemente Inger Johanne.

– Necesitamos un abogado -dijo Silje sin levantar la vista-. Esto es, por lo menos, sensacional.

– Yo soy abogada.

Knut Bork y su jefa la miraron asombrados.

– Yo soy abogada -repitio Inger Johanne-. Pese a que me doctore en Criminologia, tengo el titulo que me permite ejercer. No recuerdo especialmente gran cosa de derecho sucesorio, pero si tienen aqui un Codigo, podremos averiguar lo mas relevante.

– Usted no deja de maravillarme -sonrio Silje Sorensen entregandole el testamento antes de ir hacia la estanteria contigua a la ventana y coger de alli el grueso compendio legal rojo-. Pero si usted sabe tanto como yo sobre el testador, seguramente estara de acuerdo conmigo en que necesitamos un tropel de abogados.

Inger Johanne dejo que su vista recorriese la primera hoja antes de darsela y mirar la ultima.

– No -dijo-. Me recuerda algo, pero no se que es. No obstante, lo que puedo decir es que este testamento caduca dentro de… -levanto la vista- tres meses. Dentro de tres meses no valdra, sera papel mojado. Eso creo.

– ?Joder! -dijo Silje, tomando la hoja-. Ahora si que no entiendo nada. Nada de nada.

Richard Forrester comprendio que se acercaba otro servicio de cabina. El aroma de comida caliente habia hecho que se despertase. Le venia bien. Pese a que todavia estaba algo atolondrado por el sueno profundo, tenia hambre. El menu que la azafata habia dejado atentamente en el asiento vecino y vacio, en lugar de despertarlo, parecia tentador. Lo examino con atencion y se decidio por el muslo de pato con salsa de naranjas, arroz salvaje y ensalada. Como entrada pidio los esparragos frescos. La mujer rubia se agacho para recoger el menu.

– Water, please.

Levanto su mano para rechazar el vino blanco que ella le ofrecia.

Cuando alzo la pequena cortina, la luz intensa se derramo a traves de la ventanilla. Se habian hecho ya las doce y media, hora de Noruega. Se incorporo un poco para ver el oceano Atlantico alli abajo, pero un manto de nubes gris palido se extendia bajo ellos hasta el infinito, haciendo el paisaje plano y aburrido. Solo otro avion, que volaba en sentido contrario y mucho mas hacia el sur, rompia la monotonia de toda la escena blanca. La luz le molestaba y bajo nuevamente la cortina hasta la mitad de la ventanilla.

Sentia una calma bendita.

Asi era despues de cada mision.

Odiaba a los perversos con una intensidad que lo habia devuelto a la vida cuando estaba a punto de emborracharse hasta morir. Habia encontrado alguno que otro en el ejercito, perros cobardes que intentaban ocultar que hacian cosas innombrables entre ellos mientras se creian lo suficientemente buenos como para defender a su patria. En aquel entonces, antes de ser salvado, se conformaba con informar sobre ellos. Tres casos se esfumaron en la burocracia militar, sin que por eso el perdiese el sueno. En todo caso les habia infligido la humillacion de ser investigados. El cuarto sodomita no se escapo. Se le graduo con deshonor. En realidad era

Вы читаете Noche cerrada en Bergen
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату