– El castigado soy yo -susurro Erik-. Yo soy el que vive en un infierno. Todo el tiempo y cada dia. Cada noche, cada segundo.

– Tengo que saber con quien, Erik.

– Tenga.

La mano estirada de Erik sostenia un libro, cuya cubierta era de cuero gastado. Cuando Yngvar entro, el libro estaba sobre la mesita para el cafe; ajado, manchado y sin titulo. Dudo, pero cuando Erik insistio, lo tomo:

– Cojalo. ?Cojalo! Es mi diario. Lea las ultimas veinte hojas y entendera. Ahi encontrara lo que busca. Lealo todo. Intente comprender.

– Pero yo no puedo…, asi no puedo…

– Ahora debe irse. Coja el libro y vayase.

Yngvar se quedo ahi parado, con el libro en la mano, el libro con todos los pensamientos de Erik Lysgaard. No tenia idea de que era lo que debia hacer y aun no habia puesto orden en el caos de impresiones en el que el arrebato del aquel hombre destrozado lo habia sumido. Cuando estaba a punto de preguntar si habia algo que pudiese hacer por el, comprendio finalmente que nadie en el mundo podia hacer nada por Erik Lysgaard.

Yngvar cogio la vida de Erik y salio en silencio de la casa de Nubbebakken por ultima vez, con ella bajo el brazo.

Rolf se movio tan sigilosamente como pudo. Era posible que Marcus durmiese aun, estaba tan silencioso ahi dentro. Con todas las noches insomnes que el hombre acumulaba, era un logro si por lo menos conseguia dormir. Apoyo la mano en el picaporte y entro lentamente. Algo tarde, se percato de que las bisagras crujian, e hizo una mueca al escuchar el chirrido agudo cuando la puerta se abrio.

Marcus estaba despierto. Estaba sentado sobre la cama y miraba fijamente hacia delante; los periodicos estaban apilados sobre la colcha. No habia tocado la comida, el vaso todavia estaba lleno de zumo de naranja.

– ?No tenias hambre? -pregunto Rolf, sorprendido.

– No. Tengo que hablar contigo.

– ?Charla en camino! -Rolf se sonrio y se sento al borde de la cama-. ?Que sucede, enamorado mio?

– Quiero que mandes a Marcus a otra parte. A casa de mama o a la de algun amigo. Da lo mismo, pero cuando este alli y a salvo quiero que regreses aqui. Tengo que hablar contigo. A solas. Sin nadie mas en la casa.

– Vaya, parece serio -dijo Rolf y se rio, rigido-. ?Que sucede, Marcus? ?Estas enfermo? ?Pasa algo grave?

– Haz lo que te digo, por favor. Te agradeceria mucho que lo hicieses cuanto antes. Por favor.

La voz era distinta. No dura, penso Rolf, sino mecanica, como si no fuese realmente Marcus quien le hablaba.

– Hazme el favor -dijo Marcus, mas alto ahora-. Saca a mi hijo de la casa y regresa aqui.

Rolf se puso de pie, dudando. Por un momento considero protestar, pero cuando vio la expresion desconocida en los ojos de Marcus, comenzo a marchar hacia la puerta.

– Probare con Mathias o con Johan -dijo tan suavemente como pudo-. Es mas facil con un companero de clase que conducir todo el camino hasta la casa de tu madre.

– Bien -dijo Marcus Koll junior-. Y regresa en cuanto puedas.

– Georg Koll y mi padre se conocian -dijo Silje Sorensen.

– Por negocios, mas que nada. Aunque yo solo lo vi un par de veces cuando era nina, fue suficiente para darme cuenta de que el tipo era una porqueria. A mis padres tampoco les gustaba. Pero ustedes saben como es. En los circulos.

Los miro y se encogio de hombros, como excusandose.

Ni Inger Johanne ni Knut Bork tenian idea de como era en los circulos de los ricos. Intercambiaron una mirada rapida antes de que Inger Johanne se enfrascase de nuevo en el documento que habia traido la secretaria del abogado.

– Hasta donde puedo ver, este es un testamento totalmente valido -dijo-. Si no se realizo otro en fecha posterior, es propiamente… -Sacudio un poco la cabeza y levanto los papeles-. Este es el que vale.

– Pero Georg Koll murio hace muchos anos -dijo Silje, confundida-. ?Eran sus hijos los que heredaban! Los hijos de su matrimonio. Yo no tenia idea de que Georg tuviese otro hijo. ?Es eso lo que dice ahi?

Inger Johanne asintio otra vez con la cabeza.

– «Mi hijo Niclas Winter» -cito.

– Nadie puede haber sabido de el -dijo Silje-. Me acuerdo de que papa bromeaba cuando la herencia cayo, porque Georg habia perdido contacto con todos sus hijos una vez que dejo a su mujer, cuando eran pequenos. Realmente era de mala estofa el tipo. La ex mujer y los ninos residian en una casita en Valerenga, mientras Georg vivia en el lujo. Es Marcus Koll junior, el hijo mayor, el que ahora maneja la empresa. Me parece que hicieron algunos cambios, pero… -Se volvio hacia el ordenador-. Voy a buscarlo en Google -murmuro, y miro atenta en la pantalla-. ?Bingo! Murio el… 18 de agosto de 1999.

– Muy convenientemente, cuatro meses despues de redactar este testamento -dijo Inger Johanne, cada vez mas pensativa-. Poco creible que haya escrito uno nuevo despues. ?Yo creo simplemente que a nuestro amigo Niclas Winter le robaron su herencia!

– Pero en este pais uno no puede desheredar a los hijos legitimos -exclamo Knut Bork.

– Si la herencia es suficientemente grande, puede.

Inger Johanne hojeaba en el enorme libro rojo.

– La legitima para los hijos es de un millon de coronas -dijo mientras buscaba la ley de sucesiones-. ?Cuantos hermanos tiene este Marcus?

– Dos -dijo Silje-. Una hermana y un hermano, si no recuerdo mal.

– Segun este testamento… -dijo Inger Johanne-, a los tres les corresponderia un millon, y a Niclas Winter el resto.

Silje solto un silbido agudo y largo.

– Hablamos de mucho dinero -dijo-. Pero entonces debe…

Knut Bork se puso de pie bruscamente y cogio el documento.

– Aqui tiene que haber alguna especie de periodo limite -dijo irritado, como si fuera su propia fortuna la que estuviese en juego-. Niclas no podia simplemente aparecer despues de tantos anos y exigir…

Se interrumpio y quedo rigido en una postura que lo hacia parecer un orador fogoso.

– ?Por que cuernos deje que esa mujer se fuera? -dijo-. Ella menciono algo sobre que en los ultimos tiempos Niclas Winter la llamaba de vez en cuando. Decia que su madre acababa de morir y que al borde de la muerte le confio que habia un documento que le esperaba en las oficinas de un abogado en Oslo. Algo que le aseguraria el futuro. Quizas el no…

Se miraron entre si. Inger Johanne habia encontrado la Ley de Sucesiones y estaba sentada con la mano entre las hojas del codigo.

– Esta claro que aqui hay mucho que comprobar -dijo, como dudando-, pero por el momento me parece que el no tenia idea de la existencia del testamento en cuestion.

– ?Por que le habria ocultado su madre que podia ser riquisimo, entonces? ?No procuraria una madre velar para que…?

– Quiza no queria que el conociese la identidad de su padre antes de que ella muriese -dijo Silje-. Hay tantas cosas que no sabemos. No tiene mucho sentido que especulemos mucho mas.

– Precisamente sobre eso si sabemos algo -admitio Inger Johanne-. Aparecieron un par de anuncios acerca de Niclas Winter en el Dagens N?ringsliv, despues de su muerte. Sus instalaciones subieron mucho de precio, y eso en tiempos en que el arte nuevo casi no se vende. En el articulo decia que no dejo herederos. Decia que era… huerfano de padre. La madre era hija unica y sus abuelos estan muertos.

– Entonces podemos concluir que Niclas no tenia idea de quien era su padre ni de que era heredero legal -dijo Knut Bork, que se apoyo en el marco de la puerta y coloco un pie sobre la silla de Inger Johanne.

– En todo caso, por el momento -dijo ella-. Y de todos modos, el periodo de limitacion no comienza a contarse antes de… -Las hojas delgadas crujieron mientras las pasaba-. Parrafo 70 -dijo distraida-. Seis meses, tiene.

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