– Se regocija sabiendo que nos esta tomando el pelo -se dijo a si misma en voz baja.

– ?Estas aqui sentada hablando contigo misma?

Se sobresalto. Delante desaparecio la figura de Billy T.

Lo contemplo asustada durante unos segundos y luego empezo a reirse.

– Creo que empiezo a hacerme vieja.

– Pues por mi envejece en paz -dijo Billy T. acomodandose en su moto, una enorme Honda Goldwing.

– No entiendo como puedes tener ganas de pasear con este autobus -le vacilo, antes de que el se pusiera el casco.

La miro haciendole burla y no quiso contestar.

De repente se levanto y fue corriendo hasta el, mientras arrancaba la motocicleta. No oyo lo que dijo y se quito el casco.

– ?Te vas a casa? -le pregunto, sin pensarselo mucho.

– Si, tampoco hay muchas mas cosas que hacer a estas horas de la noche -dijo, mirando el reloj.

– ?Damos una vuelta juntos?

– ?Y crees que tu Harley podra soportar que la vean junto a una japonesa?

Estuvieron dando vueltas en la noche veraniega durante mas de una hora: Hanne delante, haciendo un ruido ensordecedor; Billy T., detras, con un murmullo sedoso y profundo entre las piernas. Fueron por la vieja carretera de Moss hasta Tyrigrava y de vuelta. Rondaron por las calles de la ciudad y levantaron la mano en forma de saludo, de obligado cumplimiento, al pasar por delante de todos los vaqueros vestidos de cuero, cerca de Tanum, en la avenida de Karl Johan; sus motos estaban aparcadas la una al lado de la otra, como caballos a la entrada de un viejo saloon.

Acabaron junto al lago de Tryvann, en una inmensa explanada de estacionamiento sin un solo coche. Pararon y aparcaron las motos.

– Se pueden decir muchas cosas sobre esta primavera -dijo Billy T.-. ?Pero los moteros no nos podemos quejar del clima!

Oslo desplegaba ante ellos su mapa urbano. Sucia y polvorienta, con un sombrero de contaminacion todavia visible, aunque la noche se habia echado encima. El cielo no estaba del todo oscuro y tampoco lo estaria hasta finales de agosto. Aqui y alla, vislumbraban el debil resplandor de una estrella, el resto se habia desplomado sobre la superficie terrestre. La ciudad entera era una manta de minusculas fuentes luminosas, desde Gjellerasen, al este, hasta B?rum, en el oeste. En el horizonte, el mar era negro.

Habia barreras viales rojas y blancas en una esquina del aparcamiento, donde empezaba la cuesta que bajaba al sotobosque situado debajo de ellos. Billy T. se acerco y se sento separando las piernas y llamandola para que se acercara.

– Ven aqui -le dijo, pegandola a su cuerpo.

Ella se quedo de pie entre sus piernas, la espalda pegada a su pecho.

Se dejo estrechar de mal grado. Era tan alto que su cabeza estaba a la altura de la suya, aunque permanecia sentado y ella estaba de pie. El la arropo con sus enormes brazos y arrimo su cabeza a la suya. Sorprendida, ella comprobo que se sentia muy relajada.

– ?No estas hasta el gorro a veces, Hanne, de ser poli? -le pregunto en voz baja.

Asintio con un leve movimiento de la cabeza.

– Todos acaban hartos de vez en cuando, aunque, la verdad sea dicha, cada vez con mas frecuencia. Mira esta ciudad -prosiguio-. ?Cuantos delitos crees que se estan cometiendo ahora, en este preciso instante?

Ninguno de los dos dijo nada.

– Y aqui estamos nosotros, y no podemos hacer mas de lo que hacemos -anadio ella al cabo de un buen rato-. Es extrano que la gente no proteste.

– Claro que lo hacen -dijo Billy T.-. Protestan la hostia. En los periodicos, nos ponen a caldo todos los putos dias; durante las pausas, cuando estamos almorzando, en todos los lados y en las fiestas y celebraciones. Te dire que nuestra reputacion esta por los suelos, y la verdad es que lo entiendo. Lo que temo es que pasara cuando la gente ya no se conforme con protestar.

Era realmente agradable estar alli. Olia a chico y a cazadora de cuero, y su bigote le hacia cosquillas en la mejilla. Agarro sus brazos y los apreto aun mas alrededor de la cintura.

– ?Por que sigues con toda esta aura misteriosa, Hanne? -dijo Billy T. en voz baja, casi susurrando.

Estaba preparado para responder a su reaccion, asi que cuando noto que ella se crispaba y que queria liberarse, el la retuvo.

– Venga, dejate de chorradas y escuchame. Todo el mundo sabe que eres una agente de policia magnifica. Joder, si no existe un puto funcionario en todo el estamento con tu fama. Ademas, todo el mundo te quiere y se habla bien de ti en todos lados.

Ella seguia intentando soltarse. Pero se dio cuenta de que estando en esa posicion evitaba tener que mirarlo a los ojos, asi que cedio. Pero era todo menos grato.

– Me he preguntado muchas veces si estas al tanto de los rumores que circulan sobre ti. Porque corren, ?sabes? Quiza con menos intensidad que antes, pero la gente se hace preguntas, claro esta. Una mujer estupenda como tu y sin conocersele ninguna historia con tios.

Podia intuir que el sonreia aunque mirara fijamente a lo lejos, a la colina de Ekebergasen.

– Debe de ser agotador, Hanne, muy agotador.

La boca estaba tan cerca de su oreja que sintio el movimiento de sus labios.

– Lo unico que queria decirte es que la gente no es tan tonta como crees. Cuchichean un poco y luego lo olvidan. Cuando algo esta confirmado, ya no es tan interesante. Eres una chica esplendida y nadie puede cambiar eso. Pienso que deberias olvidarte de todos estos secretismos.

La solto, pero ella no se atrevio a moverse. Permanecio inmovil, atenazada por un panico profundo a que el pudiera ver su cara. Estaba sofocada y no se atrevia a respirar. Puesto que no hacia ademan de querer irse, el volvio a rodearla con los brazos y empezo a mecerla suavemente de un lado a otro. Permanecieron asi durante interminables segundos, mientras las luces se iban apagando una a una en la ciudad, a sus pies.

Martes, 8 de junio

Ya nadie bebia cafe, todo el mundo preferia Coca-Cola. La idea de dejar fluir un liquido caliente por la garganta seca era sencillamente repulsiva. Un puesto de cerveza en el vestibulo se convertiria en una mina de oro. El pequeno frigorifico del comedor soltaba suspiros y quejidos de desanimo por la cantidad de botellas de plastico apiladas en su interior que no lograban enfriarse antes de que alguien las volviera a sacar.

Fue aquella manana cuando Hanne introdujo el te helado ante sus companeros del A 2.11. A las siete de la manana y sin haber pegado ojo, daba vueltas frotando y limpiando las cafeteras mugrientas. A continuacion, preparo catorce litros de te, fuerte como la polvora. Lo mezclo todo con grandes cantidades de azucar y dos botellas de esencia de limon en un bidon de acero, de esos que se utilizan para destilar. Lo «tomo prestado» del almacen de objetos incautados. Finalmente, lleno la cuba hasta el borde con hielo picado, que habia mendigado en la cocina del comedor. Fue todo un exito. El resto del dia, todo el mundo transitaba con vasos repletos, sorbiendo te helado y extranado de que no se le hubiera ocurrido esta idea antes a nadie.

– Menos mal que lo guarde todo -jadeo aliviado Erik, entregando a Hanne un monton de papeles con doce pistas del caso de Kristine Haverstad.

Era el papeleo de los juristas y de los policias, del que se habian reido juntos. El que «gracias a Dios» le habia pedido que guardara. Tardo un cuarto de hora en repasarlo todo. Una de las pistas despuntaba mas que las otras, ademas aparecio anotada dos veces:

El retrato del diario Dagbladet, del 1 de junio, guarda cierto parecido con Cato Iversen. Aunque es verdad que tiene la cara mas flaca, se ha comportado ultimamente de un modo muy extrano. Ya que trabajo con el, prefiero seguir en el anonimato. Cursamos ambos en la UDI, le encontraran ahi en jornada diurna normal (horario de oficina).

– Bull’s eye! -murmuro Hanne, apropiandose energicamente de la segunda hoja que Erik le tendia con mucha expectacion.

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