e incesante mania de rascarse el dorso de la mano izquierda con la mano derecha.

– Como, sin duda, ya sabra -empezo diciendo ella-, no acostumbramos a utilizar grabadoras durante la toma de declaracion de los testigos.

El lo desconocia.

– Pero ahora lo haremos -prosiguio, con una leve sonrisa, y apreto a la vez dos botones de una pequena grabadora que habia sobre el escritorio. A continuacion, coloco el microfono de modo que senalara un punto aleatorio del cuarto-. Comenzaremos con los datos personales -decidio la mujer.

El se los proporciono y ella, a cambio, le informo de que no estaba obligado a prestar declaracion, pero que tenia que ser sincero en todo lo que dijera, en el caso de que accediera a hablar.

– ?Tengo derecho a un abogado? -Se arrepintio en el momento de formular su pregunta e intento retractarse con una sonrisa insustancial, un movimiento evasivo de cabeza y un carraspeo. Acto seguido, empezo a rascarse febrilmente una picadura de mosquito imaginaria en su mano izquierda.

– Abogado, Billy T. -dijo Hanne, dirigiendose a la bestia sentada en el marco de la ventana-. ?Necesita nuestro amigo un abogado?

Billy T. no dijo nada, solo sonrio, pero Iversen no pudo ver ese detalle, pues desde su posicion, el hombre seguia siendo un perfil negro con el fondo azul cielo del exterior.

– No, no, no lo necesito. Era solo una pregunta.

– Es usted un testigo, Iversen -le aseguro Hanne, en un intento desproporcionado de tranquilizar al hombre-. ?Para que va a necesitar un abogado?

– Pero ?de que se trata?

– Todo a su debido tiempo.

Una sirena bajaba aullando por Akebergveien, inmediatamente seguida de otra.

– Mucho trabajo con este tiempo -explico Hanne-. ?Donde trabaja usted?

– En UDI. La Direccion General de Extranjeria.

– ?Cual es su funcion alli?

– Soy lo que se llama un tramitador de expedientes, un funcionario del cuerpo tecnico.

– Aja. ?Y que hace un tramitador de expedientes?

– Me encargo de la tramitacion de expedientes. -Era evidente que el tipo no habia pretendido ser borde, porque tras una breve pausa anadio apresuradamente-: Recibo las solicitudes de permiso de residencia que la Policia ha ultimado. Nosotros somos la primera instancia a la hora de tomar una decision y elaborar un primer dictamen.

– ?Asuntos relacionados con refugiados?

– Entre otras cosas. Reagrupacion familiar, estancias academicas. Trabajo solo con temas procedentes de Asia.

– ?Le gusta su trabajo?

– ?Si me gusta?

– Si, ?le parece un trabajo ameno?

– Ameno, bueno, lo que se llama ameno…

Reflexiono un instante.

– Supongo que es un trabajo como cualquier otro. Acabe la carrera de Derecho el ano pasado y uno no siempre puede elegir. El trabajo esta bien.

– ?Y no da pena tener que echar a todos esos pobrecitos?

Se estaba quedando a cuadros. No esperaba que los policias tuvieran esa actitud.

– No, pena, no -murmuro-. Es el Congreso quien decide, solo llevamos a cabo lo que se aprueba alli dentro. Ademas, no todo el mundo es expulsado, ?sabe?

– Pero si la mayoria, ?no?

– Bueno si, tal vez la mayoria.

– ?Que opinion le merecen los extranjeros?

De pronto, se repuso del asombro.

– ?Pero, bueno! -dijo, incorporandose en la silla-. Ya es hora de que me cuenten de que va todo esto.

Los dos policias se miraron y Billy T. asintio debilmente con la cabeza. Iversen se percato del gesto.

– Estamos trabajando un caso de suma gravedad que nos trae de cabeza -le conto Hanne-. Las masacres de los sabados, ?habra leido algo en los periodicos?

En efecto, habia leido cosas. Asintio y empezo a rascarse de nuevo.

– En cada escenario banado en sangre hallamos una sucesion de numeros. Numeros NCE. El domingo encontramos un cuerpo que, posiblemente, es de origen asiatico. Y ?sabe que? -Lo dijo incluso con cierto entusiasmo y saco una hoja de la pila que tenia delante-. ?Dos de esos NCE corresponden a expedientes que usted tiene actualmente sobre la mesa!

El nerviosismo del hombre iba en aumento. Hanne constato que estaba intranquilo.

– De hecho, somos muy pocos los que trabajamos con casos relacionados con Asia -dijo prontamente-. No hay nada de extrano en ello.

– Ah, ?no?

– Quiero decir que le sorprenderia la cantidad de casos que pasan por nuestras manos cada ano. Centenares de tramitaciones para cada uno de nosotros. Puede que hasta miles -agrego enseguida, quizas en un intento de darle mas fuerza al argumento.

– Entonces podra sin duda ayudarme, gracias a la experiencia que atesora. ?Como procesa realmente estos casos? Quiero decir, de un modo administrativo, ?esta todo informatizado?

– Si, todo esta guardado en soporte informatico. Pero tambien tenemos archivos, ?sabe? De papel, quiero decir, interrogatorios, cartas y tal.

– ?Y en esos informes aparece toda la informacion acerca de cada uno de los refugiados o demandantes de asilo?

– Si, bueno, al menos todo lo que necesitamos saber.

– ?Cosas como con quienes llegaron al pais, situacion familiar, si conocen a alguien aqui, por que llegaron precisamente a Noruega, todas esas cosas? ?Tambien salen esos datos en los archivos?

El hombre se removio de nuevo en la silla y parecia estar ponderando la respuesta.

– Si, toda esa informacion esta incluida en los interrogatorios policiales.

Hanne lo sabia perfectamente. Esa misma manana, habia estado repasando durante una hora los interrogatorios de las cuatro mujeres.

– ?Son muchas las mujeres que llegan solas?

– Algunas. Otras se traen a la familia, y otras ya tienen a familiares viviendo aqui.

– Y algunas se esfuman, he oido.

– ?Se esfuman?

– Si, desaparecen del sistema sin que nadie conozca su paradero.

– Ah, vale, ese tipo de desaparicion… Si, ocurre.

– ?Y que hacen con esos casos?

– Nada.

Billy T. levanto su masa corpulenta del alfeizar. Tenia el trasero congelado, tras permanecer sentado durante veinte minutos encima del desgastado aparato de aire acondicionado. Se movio lentamente rodeando a Hanne y se quedo de pie, apoyando el brazo en una estanteria esmaltada y mirando al testigo.

– Ahora vamos a ir directos al grano, Iversen -dijo-. ?Donde suele estar usted los fines de semana?

El hombre no contesto. La picazon se hizo tangible.

– Basta ya con eso -ordeno Hanne, irritada.

Cato Iversen estaba al borde de un ataque de panico, aunque no lo exteriorizaba. Los policias lo analizaban minuciosamente, pero seguian sin apreciar mas que una ligera zozobra. Iversen ignoraba lo que tenia que decir, por lo cual opto por contar la verdad.

– Conduzco un trailer -susurro.

Billy T. y Hanne se miraron con sendas sonrisas.

– Conduce un trailer -repitio Hanne muy despacio.

– ?Condujo el trailer el sabado 29 de mayo? ?Y el 30 de mayo?

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