pero no se sentia con fuerzas; mejor el miercoles.

Ademas existia otra razon. Le habia dicho a su hija que lo haria el jueves; asi le ahorraria la espera. El jueves la despertaria para anunciarle que todo habia acabado.

El armario estaba cerrado con llave, conforme al reglamento. Aunque ya no era necesario, ahora que Kristine era adulta y no tocaba sus cosas. Apenas habia cruzado el umbral de su puerta desde que estuvo en el instituto.

Tres uniformes de reservista colgaban, impecables, uno al lado del otro. Tres estrellas en las hombreras: era capitan. Incluso el uniforme de campo estaba primorosamente planchado. En el suelo, debajo de los trajes, guardaba dos pares de botas. Olia a betun de zapato y a bolas de naftalina.

Al fondo del ropero, detras de los uniformes y del calzado, yacia una cajita de acero. Se puso en cuclillas, la saco, la puso encima de la mesita de noche, se sento en la cama y abrio la caja. La pistola de servicio era de fabricacion austriaca, una Glock, y le sobraba municion de calibre nueve milimetros. No podia tocar la de la reserva, pero guardaba dos cajas de cartuchos del ultimo ejercicio de tiro al blanco. Se podia decir que se trataba de un robo en toda regla, pero los mandos miraban para otro lado. Era muy facil esconder un par de cajas de municion debajo del asiento del coche.

Desarmo la pistola lentamente por la falta de costumbre, la engraso y la lubrico y, a continuacion, la seco esmeradamente con un trapo y la dejo a su lado encima de la cama, envuelta. Saco cinco balas de una de las cajas y dejo el resto en la caja de acero, la cerro con llave, la escondio en el fondo del armario que tambien cerro con llave.

Medito un instante sobre donde guardar el arma de fuego mientras tanto. Finalmente, se inclino por esconderla debajo de la cama, sin mas. La mujer de la limpieza no iba a venir hasta el viernes y, para entonces, el arma estaria de vuelta en su sitio.

Se quito la ropa y entro en el bano situado pared con pared con su dormitorio. Tardo en llenar la banera, asi que se puso el albornoz y fue al salon a prepararse una copa bien cargada; todavia era pronto. Cuando volvio, la espuma llegaba casi hasta el borde de la banera. El agua reboso cuando se sumergio poco a poco en el liquido hirviendo.

Hasta el dia anterior no habia caido en la cuenta de que lo que iba a hacer era algo punible, por decirlo con suavidad. La idea lo alcanzo como un dardo, pero solo durante un breve instante, porque inmediatamente despues reprimio dicho pensamiento. No importaba. Sin embargo, en ese momento dejo que el pensamiento de que estaba a punto de convertirse en un delincuente ahondara mas profundamente.

Nunca, ni una sola vez, se le habia pasado por la cabeza acudir a la Policia con lo que sabia. De hecho, estaba escandalizado al comprobar que no habian actuado como el, es decir, que no se habian dedicado a investigar el caso. Lo cierto es que habia resultado alarmantemente sencillo, le llevo solo un par de dias recabar lo que necesitaba. ?A que se dedicaba la Policia? ?No hacian nada? Dijeron que habian obtenido huellas y restos de semen y que todo estaba siendo analizado. Pero ?que iban a hacer con esas pruebas si carecian de indice analitico para poder llevar a cabo comparaciones? Cuando le hizo la misma pregunta a aquella policia, ella se limito a alzar los hombros descorazonadamente y no contesto.

Estaba claro que la Policia se pondria manos a la obra si el acudia a hablar con ellos, de eso no tenia ninguna duda. Probablemente, arrestarian al hombre y lo someterian a un monton de pruebas. Luego estarian en disposicion de poder probar que fue el y lo encarcelarian, durante un ano o un ano y medio, y se libraria de una tercera parte de la condena por buena conducta. Aquel tipo tal vez podia volver a estar en la calle despues de menos de un ano de estar entre rejas. ?Menos de doce meses por haber destruido a su hija! ?Por haberla maltratado, humillado y violado!

No podia acudir a la Policia. Ya podian seguir ajetreados y agobiados con lo suyo, lo cual era mas que suficiente, a tenor de lo que escribian los periodicos.

Claro que podia intentar buscar alguna salida, buscarse alguna coartada. Pero no creia mucho en esas cosas, ademas no le interesaba hacerlo.

No estaba preocupado en absoluto de como salir indemne del asesinato premeditado del hombre que violo a su hija. Queria asegurarse de acometer su plan en paz. Luego pasaria unas horas con Kristine antes de entregarse a la Policia y contarles lo que habia hecho. Nadie lo condenaria por eso. Evidentemente, los tribunales le castigarian, pero nadie lo condenaria de verdad. El no se juzgaria nunca y tampoco lo harian sus amigos. Y lo cierto es que le importaba un bledo lo que pudieran decir los demas. Matar a aquel tipo era algo justo y necesario.

El hombre cuyo asesinato estaba planeando Finn Haverstad en su banera habia cambiado de opinion. El dia anterior estuvo obstinado con la idea, decidido a llevarla a cabo. Ahora queria saltarse un sabado. Que diantre, habian descubierto el cadaver en aquel jardin abandonado. Estaba seguro de que la casa habia estado deshabitada durante varios anos. Tal vez por eso se descuido a la hora de cavar y no reparar en la poca profundidad; ademas, tuvo demasiada prisa en terminar el trabajo. Al diablo. Que sensacion salir en los periodicos. Quiza fuera eso lo que lo habia cegado. Tras reflexionar sobre el asunto, se dio cuenta de que las cosas empezaban a tomar un cariz peligroso.

Por una ironia del destino, sujetaba una copa del mismo whisky que el dentista Haverstad habia dejado en el borde de la banera. Se lo bebio todo de un sorbo y se sirvio otro.

Podia saltarse facilmente un sabado; no le gustada nada la idea, pero era necesario, sin duda. Rompia su patron. Lo que mas gracia le hacia, lo que habia traido de cabeza a la Policia y lo que mas le gustaba era lo de la sangre: llamaba mucho la atencion. Si no hubiese sido por eso, no habria atraido la atencion de nadie. ?Ademas, sangre de cerdo! ?Envolviendo a musulmanes!

Al aparecer el cuerpo, todo se habia complicado. Era obvio que a partir de ese momento iban echar mano de mas recursos. No contaba con eso. «Vaya mierda, ?por que diablos habian encontrado aquel cadaver?».

La mujer estaba hinchada como un globo, completamente redonda. Era desconfiada por naturaleza. Tras cuarenta anos como posadera, era mejor que nadie tratara de enganarla. Que no le vinieran con eso de que iban a celebrar los Juegos Olimpicos cuando llegara el invierno.

– Para entonces, ya se habran largado esos extranjeros -mascullo para si, mientras untaba gruesas rebanadas de pan con medio gramo de mantequilla, estirandolo al maximo.

Cuanto mas gruesas cortaba las rebanadas, mas se saciaban los clientes. Asi ahorraba en fiambres, quesos y demas alimentos. El pan era mas barato que todas esas cosas que lo acompanaban: la aritmetica era bien sencilla. En tan solo una cena, podia ahorrar hasta sesenta o setenta coronas, segun habia calculado con incontenible gozo. A la larga, si se prestaba atencion a esos detalles, se ganaba dinero.

– Nos desharemos de esos forasteros para los Juegos Olimpicos, si, pero con los refugiados es bastante mas dificil -seguia diciendo, enfurrunada, sin mas espectador que un enorme gato que se habia subido a la encimera-. ?Psss, psss! ?Baja de ahi!

Un par de pelillos de gato cayeron sobre una de las rebanadas; ella los retiro con sus dedos pequenos y rollizos.

En ese momento tomo una decision.

Se limpio los dedos en el amplio y sucio delantal, y descolgo el auricular del viejo telefono negro de disco. Los dedos eran tan gordos que no entraban bien en los agujeros de la esfera, pero consiguio marcar el numero de la Policia. Lo tenia pegado con celo junto al aparato, por si acaso.

– ?Hola? ?Soy la senora Brottum, del hotel! ?Queria denunciar a un inmigrante ilegal!

La senora Brottum fue atendida por una mujer muy paciente que le aseguro que iban a investigar el caso. Tras haber escuchado durante diez minutos todas las quejas y lamentaciones sobre los musulmanes que inundaban el pais, en especial en Lillehammer, la policia, visiblemente cansada, consiguio finalizar la conversacion.

– Otra vez la senora Brottum -suspiro, dirigiendose a un companero sentado a su lado, en la central de operaciones de la comisaria de Lillehammer. Tiro la anotacion a la papelera.

A no demasiada distancia de la comisaria, dos policias de uniforme estaban disfrutando de su pausa para comer, aunque fuera algo tardia. Devoraban tres salchichas vienesas y una racion grande de patatas fritas cada uno. Estaban sentados encima de un banco fijo de hormigon y miraban de reojo a una mujer guapa y atractiva. Vestia ropa pasada de moda y estaba sentada junto a la carretera, que aquel dia soportaba un trafico denso.

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