seguro, aunque tenia los ojos cerrados con fuerza. Desde los barrotes de la puerta pudo distinguir que sus parpados temblaban.
Quito el cerrojo con cuidado y abrio la pesada puerta metalica. Ella apenas reacciono, solo cerro los ojos con mas fuerza si cabe.
Knut Frogner se habia criado en una granja y habia visto animales pasar miedo. Ademas tenia dos hijos y un sano sentido comun de campesino. Se quedo quieto en la puerta.
– Hola -dijo en voz baja.
Ninguna reaccion.
Se puso en cuclillas para no parecer tan grande.
– No pasa nada.
Con mucho recelo, la mujer abrio los ojos. Eran de color azul oscuro.
– ?Quien eres?
A lo mejor no hablaba noruego, habia algo «de fuera» en esa mujer, un aire foraneo a pesar de los ojos.
–
No iba a ser facil. La mujer no contestaba a nada y habia vuelto a cerrar los ojos. Se fue acercando a ella con pasos cortos y lentos; de nuevo se puso en cuclillas. Puso una mano sobre su rodilla y ella se estremecio, pero, al menos, abrio los ojos.
– ?Quien eres? -volvio a preguntarle.
No habia visto ningun informe sobre el arresto de una persona extranjera en el monton que acababa de repasar. De hecho, no existia ningun informe acerca de la detencion de mujer alguna. Una sensacion aguda de incomodidad empezo a invadirlo. ?Cuanto tiempo llevaba esa mujer alli dentro?
Estaba claro que seria imposible hablar con ella dentro de la celda. Con cuidado pero con firmeza, la levanto hasta dejarla de pie. A todas luces, llevaba sentada en la misma posicion bastante tiempo, porque el dolor se reflejo en su rostro cuando, con movimientos rigidos, se dejo poner en pie. No olia a alcohol, por tanto, no se trataba de un arresto por embriaguez. Por la vestimenta tenia aspecto de venir de muy lejos.
La sujeto de la mano y salieron lentamente de la zona de calabozos. Al llegar a la salita de guardia del Grupo de Seguridad Ciudadana, echo a los tres agentes adormecidos y apago el video que estaban viendo. Acto seguido sento a la mujer en el incomodo sofa.
– Tengo que saber como te llamas -dijo, intentando ser lo mas agradable posible, a pesar de llevar un uniforme como el suyo.
Ella murmuro un nombre. Su voz era debil y el no tenia la menor posibilidad de entender lo que decia.
– ?Como? -dijo, ladeando la cabeza y poniendo la mano detras de la oreja. Eso debia de resultar lo suficientemente internacional.
Ella repitio el nombre, esta vez con mas nitidez. De poco sirvio, no entendio nada. Miro con ansiedad a su alrededor en busca de algo sobre lo cual escribir. Un trozo de papel de envolver el bocata asomaba en un extremo de la mesa, con restos de pan con queso. Tiro del papel y no vio que el pedazo de pan cayo al suelo. Se toco el bolsillo del pecho y encontro un boligrafo. Se lo tendio a la mujer. Lenta y vacilante, ella agarro el boligrafo y escribio sobre el papel de cocina su nombre, o al menos algo que se asemejaba a un nombre.
– ?Hablas algo de noruego?
Se atrevio a asentir con la cabeza.
– ?Cuanto tiempo llevas aqui dentro?
– No se.
Eran las primeras palabras que pronunciaba en las ultimas treinta y seis horas. El policia profirio juramentos por lo bajo y, a continuacion, se dispuso a remover cielos y tierra para averiguar quien era esa mujer.
Finn no tenia prisa.
Al principio, penso que el temporal era un obstaculo inesperado, pero ahora se habia convertido en una bendicion. Todo el mundo se quedaba en casa, tambien el violador. Llego sobre las once y vio luz y movimientos en el adosado de B?rum. Al detectarlo, sintio una mezcla de intenso alivio y de angustia confusa. Habia albergado, en el fondo de su alma, la esperanza de que el hombre estuviera fuera, de viaje o que tuviera visita, invitados que iban a pernoctar. Asi habria tenido que posponer aquello. Al menos durante un tiempo.
Pero por encima de todo estaba la sensacion de alivio.
Seguia lloviendo sin descanso, aunque ya no diluviaba, como antes. Era tentador quedarse sentado en el coche, pero temia ser descubierto. Ademas, los ultimos dias le habian ensenado que era todo menos una buena idea dejar su propio coche cerca del lugar de los hechos. Seguia con la idea de no intentar librarse de las consecuencias de su delito, pero necesitaba tiempo. Tiempo para serenarse, algunas horas, un dia o dos. A lo mejor hasta una semana. Era pronto para saberlo, pero queria tener la posibilidad de poder elegir.
Por eso le basto con esperar unos minutos con el motor encendido, lo suficiente para asegurarse de que el violador estaba en casa. Luego llevo el coche al final de la calle, tras pasar por encima de dos badenes y doblar la esquina. Una edificacion en terrazas de cuatro plantas y de mas de cien metros de largo ocupaba el lado izquierdo de la calle. En una explanada de estacionamiento estaban aparcados los coches de las mujeres, los que no cabian en el aparcamiento subterraneo. Dejo el BMW alli, entre un viejo Honda y un flamante Opel Corsa al que parecia gustarle un poco de compania.
La Glock estaba en su sitio. La metio en el bolsillo del pantalon, mas bien porque no tenia otro sitio donde guardarla que porque fuera oportuno hacerlo. Era molesto, pero al menos estaba seco.
Volvio andando los doscientos metros. Se detuvo al principio de la calle que conducia hasta la casa del delincuente y pasaba por delante de ella. Mas arriba de los adosados, vio algo que parecia un parque, con algunos juegos para ninos y bancos. No era visible desde la acera de las casas, ya que la urbanizacion constaba de diez adosados colindantes y no dejaba ver lo que habia detras. Desde la pared de los adosados y cruzando el parque, podia haber unos veinte o treinta metros hasta la falda de un cerro que se levantaba abruptamente. En su cima diviso una granja que, por la altura y la oscuridad, adquiria un aspecto lugubre, probablemente tambien en los dias de buen tiempo. Durante un instante, medito si modificar los planes e intentar entrar desde ese lado. Estaba mucho mas protegido, tanto con relacion a la carretera como a las viviendas situadas al otro lado de la carretera. Por otro lado, y desde la carretera, un desconocido llamaria, sin duda, menos la atencion, o nada.
Iba a atenerse al plan original. Desplego la capucha del chubasquero e intento caminar lo mas naturalmente posible hasta la casa numero cinco de la fila. Una vez alli, se detuvo un momento. Eran ahora las doce y media y no habia nadie a la vista. Casi todas las luces detras de las ventanas estaban apagadas. Se escondio detras de unos matorrales donde confluian tres setos, a tan solo ocho metros de la casa del violador.
Alli se quedo, sentado y a la espera.
No hizo falta convencer al bueno de Terje. Lo habria propuesto el mismo si ella no se le hubiera adelantado. Maravillado y borracho como una cuba, entro a trompicones en el taxi que Kristine, tras cuarenta minutos de insoportable espera colgada del telefono, habia conseguido. Se iba con ella a su casa, en plena noche, lo que solo podia significar una cosa, y la expectacion lo mantuvo despierto casi todo el camino, pero solo casi. Cuando el coche entro en el patio de la casa de la ninez de Kristine, en Volvat, le costo Dios y ayuda despertarlo. Al final, el taxista tuvo que arrimar el hombro para ponerlo en pie y tirar de el hasta el vestibulo de la casa. El conductor estuvo de un humor de perros por tener que salir del coche con la que estaba cayendo y sobre todo porque el patio era un gigantesco barrizal. Profirio juramentos entre dientes y volco al chaval en el suelo de la entrada.
– Dudo que esta noche saques algo de este tio, en el estado en el que se encuentra -dijo cortante, aunque volvio a sonreir cuando Kristine le dio cincuenta coronas mas de lo que marcaba el taximetro-. Bueno, pues que tengas suerte -murmuro, dibujando una sonrisa forzada.
No fue su intencion emborracharlo de esa forma. Tardo casi cinco minutos en arrastrarlo los ocho metros hasta el dormitorio; la dificultad era aun mayor porque tenia que evitar despertar a su padre.
La cama era estrecha, pero no era la primera vez que la compartia con un chico. Terje libraba su propia lucha encarnizada para despertar a lo que podia ser el momento mas importante de su vida. Pero cuando Kristine acabo de quitarle la ropa y lo acosto comodamente en la confortable cama, se esfumaron todas sus esperanzas. Estaba roncando. No parecio afectarle en absoluto cuando ella lo destapo y lo puso boca abajo, de modo que su elegante y velludo trasero quedara bien a la vista para recibir un pinchazo. La jeringuilla estaba preparada de antemano y