Saco una palanca de acero de uno de los bolsillos de la amplia trinchera. Estaba mojada, pero la empunadura de goma permitio asirla con firmeza y seguridad. Tardo muy pocos segundos en forzar la puerta. «Pasmosamente simple», penso. Apoyo la mano con suavidad contra la hoja de la puerta y esta cedio.

Entro en la casa.

Los ojos recorrieron el folio hacia abajo, siguiendo sus indicaciones. ?Ahi!

Olaf Frydenberg, propietario de un VW Passat, con un numero de matricula observado por un tio estrambotico en un tramo de calle donde Kristine Haverstad fue violada hacia un siglo. Subinspector adjunto en la Jefatura de Policia de Oslo, Brigada de Extranjeria y Documentacion. Llevaba alli cuatro meses; antes habia estado vinculado a la comisaria de Asker y B?rum. Domicilio: B?rum.

– ?Cuernos! -dijo Hanne-. ?Cuernos, cuernos! B?rum.

Se giro como una centella hacia Erik.

– Llama a Asker y B?rum, mandalos a la direccion y diles que vayan armados. Avisalos de que nosotros tambien vamos y, por el amor de Dios, pide autorizacion.

Siempre se montaban unos grandes lios entre policias cuando se pisaban sus parcelas los unos a los otros. Pero ni diez fiscales iban a frenar a Hanne.

Abajo, un joven fiscal adjunto que, por si fuera poco, cumplia con su primera guardia, mostro un notorio desconcierto. Afortunadamente, se fue calmando y, sin percatarse, fue manipulado por un ponderado jefe de servicio, con academia de policia y veinte anos de experiencia a sus espaldas. Hanne obtuvo su coche patrulla y un oficial uniformado de acompanante. El jefe de servicio le aseguro, por lo bajo, que se encargaria de los permisos de armas antes de que llegaran al lugar de destino.

– ?Sirenas? -pregunto el oficial de policia Audun Salomonsen.

Se sento en el asiento del conductor sin preguntar. A Hanne no le importo.

– Si -dijo, sin pensarselo-. Al menos, de momento.

El dormitorio estaba situado donde suele ser habitual, es decir, no en la misma planta que el salon. La entrada y el vestibulo se encontraban en la misma planta que dos dormitorios, un bano y algo que aparentaba ser un trastero. Una escalera de pino conducia a la segunda planta, donde debian de estar el salon y la cocina.

Por alguna razon, se quito el calzado, un gesto de consideracion. Penso que demasiado considerado, y decidio calzarse de nuevo las botas sucias. Pero estaban empapados, asi que se quedaron alli.

Tuvo problemas para cerrar la puerta de entrada adecuadamente. Al forzarla, habia estropeado el marco, de modo que ya no encajaba la hoja. Con mucho sigilo y sin hacer ruido, empotro la puerta de la mejor forma posible. Con aquel viento, era dificil saber cuanto tiempo iba a durar.

Los dos dormitorios estaban cerrados. Innegablemente, elegir la puerta correcta era de vital importancia. El hombre podia tener el sueno ligero.

Finn trato de deducir cual de los dos dormitorios era el principal, teniendo en cuenta el emplazamiento de las puertas y lo que pudo imaginarse viendo la casa desde fuera. Acerto.

Una cama de matrimonio de gran tamano, estaba hecha solo a un lado. Al otro, el edredon estaba escrupulosamente doblado tres veces, y yacia de traves como una grandisima almohada. Cerca de la puerta, yacia una persona. Era imposible distinguirla, debido a que el edredon le tapaba la cabeza, excepto una parte del pelo. Era de color rubio. Cerro la puerta detras de si con suavidad, saco el revolver reglamentario, lo cargo y se acerco a la cama.

Con movimientos particularmente pausados, como en una pelicula a camara lenta, dirigio el canon de la pistola hacia la cabeza en la cama. De repente apreto el arma con fuerza contra algo que debia de ser la sien. Logro su efecto. El hombre se desperto e intento incorporarse.

– ?Quedate quieto! -restallo la voz de Finn.

Era dificil saber si el tipo se volvio a echar como reaccion a la orden recibida o por el hecho de que habia descubierto la presencia de la pistola. En cualquier caso, ahora estaba despierto como la aurora.

– ?Que cono pasa? -dijo, intentando parecer muy enojado.

No logro su objetivo. El panico se adueno de su rostro. Parpadeaba y las fosas nasales se hincharon al compas de la pesada y violenta respiracion.

– Quedate inmovil y escuchame -dijo Haverstad, con una serenidad que le sorprendio-. No te voy a hacer dano, al menos no mucho. Solo vamos a mantener una pequena charla, tu y yo. Pero juro por la vida de mi hija que si alzas aunque solo sea un poco la voz, te pego un tiro.

El hombre de la cama fijo la mirada en el arma y luego en el asaltante. Algo en su cara le resultaba familiar, a pesar de que estaba completamente seguro de que nunca antes habia visto a ese tio. Algo en los ojos.

– ?Que cono quieres? -intento de nuevo.

– Quiero hablar contigo. Levantate y manten los brazos en alto. Todo el tiempo.

El hombre intento incorporarse de nuevo, pero era dificil. La cama era baja y le habian ordenado no utilizar las manos. Finalmente, consiguio ponerse de pie.

Finn media diez centimetros mas que su victima. Le daba la ventaja que necesitaba, ahora que el violador estaba de pie y parecia bastante menos indefenso que cuando yacia en la cama. Tenia puesto un pijama de algun tipo de algodon, sin solapa ni botones. La parte de arriba era un jersey con cuello de pico. Parecia un chandal, estaba descolorido y le quedaba un poco pequeno. El dentista dio un paso hacia atras cuando reparo en el cuerpo musculoso debajo de la tela.

Esa leve muestra de inseguridad fue todo lo que necesito. El violador se abalanzo sobre Haverstad y ambos se estrellaron contra la pared, situada un metro detras. Eso decidio la pelea. Finn logro apoyarse en la pared, mientras el otro perdia el equilibrio y caia sobre una rodilla. Inmediatamente, intento erguirse, pero fue demasiado tarde. La culata del revolver le dio encima de la oreja y se derrumbo. El dolor era intenso, pero no se desmayo. Haverstad aprovecho la ocasion para empujar al hombre arrodillado hacia la cama, donde quedo sentado de espaldas al somier de muelles, frotandose la cabeza mientras se quejaba. Paso por encima de sus piernas sin dejar de apuntarle y cogio la almohada que se apoyaba contra los barrotes del cabecero. Antes de que pudiera reaccionar, le habia atrapado el brazo, lo habia tumbado contra el colchon y le habia tapado con la almohada. Luego hundio la pistola en el plumon y disparo.

La detonacion sono hueca, como un leve descorche de botella. Ambos se sorprendieron. Haverstad por lo que acababa de hacer y por el escaso ruido, el otro por no sentir dolor. Pero llego. Estaba a punto de gritar cuando la vision del canon delante de sus narices le obligo a apretar los dientes. Contrajo el brazo contra su pecho y gimio. Chorreaba sangre.

– Ahora comprendes lo que quiero decir -susurro Haverstad.

– Soy policia -gimoteo el otro.

?Policia? Aquella maquina destructora, inhumana y abyecta ?era policia? Haverstad reflexiono un instante sobre que hacer con esa informacion, pero la ignoro. Daba igual, nada importaba, se sentia mas fuerte que nunca.

– Levantate -ordeno de nuevo.

Esta vez el policia no hizo ademan de pretender nada. Los quejidos eran debiles pero persistentes, y acato la orden de subir por las escaleras hasta la segunda planta. Haverstad procuraba caminar varios metros detras, temiendo que el otro se tirara de espaldas.

La sala de estar estaba a oscuras y las cortinas echadas. Solo un reflejo proveniente de la cocina, la luz situada encima del horno, permitia ver algo. Haverstad le indico que se detuviera a un lado de la escalera y encendio una lampara de aplique que colgaba de la pared situada frente a la entrada de la cocina. Miro a su alrededor y le senalo una silla. El policia penso que tenia que sentarse, pero fue interrumpido en su movimiento.

– ?Colocate de espaldas al dorso de la silla!

Tenia serias dificultades para mantenerse erguido. La sangre seguia brotando alegremente del brazo y su rostro empezaba a palidecer; incluso en la tenue luz del pasillo, Haverstad observo el terror en sus ojos y el sudor en la frente despejada, y eso le proporciono un bienestar inenarrable.

– Me estoy desangrando -se quejo el policia.

– No te estas desangrando.

Era muy complicado atarlo de brazos y de piernas con una sola mano. Hubo momentos en que tuvo que usar

Вы читаете Bienaventurados los sedientos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату