meteorologia que seguira lloviendo en abundancia. Solo Dios sabe.

Se levanto muy anquilosado.

– Mantenme informado, andare por aqui esta tarde.

– Me too -respondio Hanne.

– Por cierto… -dijo, y se giro de repente al lado de la puerta-, el entierro es el lunes. ?Iras?

– Si. Si la Tierra sigue girando el lunes, ire.

Como era de esperar, el mal tiempo aplaco un poco su buen humor. Habian planeado empezar a beber en Aker Brygge para continuar despues por el recorrido habitual. Pero lo cierto era que era inevitable. Habia motivos razonables para pensar que el muelle de Aker ya no existia.

– El tiempo esta enloquecido, que pasada -dijo Terje sobreexcitado-. ?Banemonos!

La propuesta no merecio siquiera comentario alguno. No obstante, aunque la lluvia habia puesto freno a los planes iniciales, no iba un grupo de estudiantes en su apogeo a dejar pasar la ocasion de pegarse una buena juerga.

– Tengo una idea -dijo Kristine, que, a los ojos de sus companeros, seguia teniendo un aspecto pachucho tras su fuerte gripe-. Tengo un monton de bebidas en casa, actualmente vivo con mi padre. -Sus pensamientos se agolpaban a toda velocidad-. Estuve muy mal, asi que era mejor quedarse alli. ?Que tal si nos vamos a tu casa, Catherine, yo me paso por la de mi padre y asalto la bodega de vino y el congelador de comida y luego acabamos la fiesta en mi casa? Seguro que a mi padre le parecera bien.

Era una idea esplendida. Dos horas de lectura intensa en la biblioteca y, a continuacion, se citaban en casa de Catherine.

Eran las siete y el temporal habia amainado un poco. La ventana del despacho de Hanne ya no era una superficie gris sin contornos. Ahora podia vislumbrar el tejado del aparcamiento donde guardaban los coches oficiales y el tejadillo del concesionario de coches de segunda mano, al otro lado de la calle. La lluvia solo deformaba un poco la imagen, aunque el buen tiempo aun quedaba lejos.

Los oficiales de la Policia entraron uno detras del otro, empapados en agua, tras la ronda de preguntas con los vecinos. El ultimo en entrar fue el de practicas, a quien le parecia todo muy excitante. Se sentaron en sendos despachos a redactar sus informes.

– Que no se vaya nadie hasta que todos hayan acabado -decreto, para acallar los murmullos acerca de las horas extras impagadas.

– Jodida arribista -se atrevio a murmurar uno de ellos cuando estuvo fuera del alcance de la voz-. ?Va a ser la nueva inspectora, o que?

Escribieron y escribieron. Dos de los agentes habian entregado sus escritos y sus sonrisas esperanzadoras, pero fueron rechazados de inmediato y enviados de vuelta a sus mesas. Al final, un total de veinticuatro folios reposaban sobre el escritorio de Hanne. Entonces los agentes fueron liberados, y salieron corriendo como colegiales el ultimo dia antes de las vacaciones de verano.

Seguian sin dar con el paradero de la mujer irani, lo cual empezaba a preocuparla seriamente. Pero el reloj marcaba ya mas de las nueve y estaba muerta de fatiga. «Deberia leer estos informes con lupa antes de marcharme, puede que hallara algo.»

– Lo dudo -se dijo a si misma, tras un momento de reflexion.

Pero se llevo los informes, por si acaso, para leerlos en casa. Antes de marchar, se aseguro de que la central de operaciones la llamaria en cuanto supieran algo acerca de la irani. O, mejor dicho: en caso de que supieran algo de ella.

Resulta que el tiempo fue el puntazo que necesito la fiesta. La lluvia descargaba su ira contra la ventana como en una noche de otono; dentro, hacia calor, estaba seco y tenian bebidas para dar y tomar. Dos de los chicos intentaban freir solomillos congelados.

– Quiero el mio casi crudo -voceo Torill, desde el salon.

– Crudo -murmuro el chico de la sarten-. Que se de por contenta si se queda mas blando que una piedra.

Su padre no mostro ni alegria ni preocupacion cuando Kristine llego a casa e, inesperadamente, le hizo saber que se iba de juerga. No tenia un aspecto muy de fiesta. Pero habia dado su consentimiento para que se llevara una de las cajas de vino. Apenas cruzaron las miradas. Cuando salio por la puerta y el joven que la acompanaba acabo de saludar y corrio detras de ella, sintio cierto alivio por no tenerla en casa. Con un poco de suerte, estaria fuera toda la noche, a tenor de la cantidad de tinto que se llevaban con ellos.

El tenia otras cosas que hacer; otras cosas en las que pensar.

Kristine escupia en la copa. Era extremadamente complicado, pues Terje la vigilaba como un halcon. En cuanto tomaba un par de tragos, alli estaba el para llenarle la copa. Al cabo de un rato, se cambio de sitio y se situo al lado de una majestuosa palmera de yuca. Como era de esperar, Terje siguio sus pasos. No importaba nada, al contrario.

La fiesta se desarrollo tal y como lo suelen hacer las juergas estudiantiles. Bebieron y berrearon, y comieron solomillos tostados por fuera y congelados por dentro. Comieron patatas al horno y elaboraron grogs de vino tinto, bien entrada la noche. Temblaban de solo pensar en los examenes y esperaban con ilusion el verano. Elaboraron planes a corto plazo para realizar un viaje en el Interrail, y planes a largo plazo sobre doctorados y cirugia cerebral.

Cuando el reloj de la iglesia, apenas visible al otro lado de la calle, repico doce campanadas, estaban todos muy bebidos. Salvo Kristine. Habia logrado la dificil hazana de ingerir menos de una copa de vino en toda la noche. En cambio, las hojas de la yuca empezaban a marchitarse.

Habian pasado exactamente dieciseis horas desde que la mujer irani habia sido detenida por los dos agentes de Lillehammer, tras una apuesta, y todavia nadie habia hablado con ella. No habia protestado lo mas minimo por el trato recibido y seguia presa del panico y del sueno, sentada en el fondo de la celda, con las rodillas encogidas bajo la barbilla. La comida permanecia intacta sobre una bandeja al otro lado de la celda. Estaba convencida de que iba a morir, asi que cerro los ojos y dio las gracias a Ala por cada minuto que pasaba sin que nadie viniera a buscarla.

Esa noche, el jefe de guardia era un hombre originario de Gausdal. Tenia treinta y dos anos, con un futuro prometedor, tanto en la Policia como en la Fiscalia del Estado. Estudiaba Derecho en su tiempo libre y conseguia mantener cierta progresion en los estudios a pesar de trabajar a tiempo completo y tener una mujer, dos hijos y un chale en construccion. Un hombre como el no se dormia en el trabajo, aunque la idea era tentadora. Bostezo. Aquel tiempo desquiciado les habia dado una cantidad de tareas extra que, en realidad, no eran de su competencia. Pero cuando todos los demas fallan, la poblacion llama a la Policia. Habia dirigido sus tropas en multitudes de faenas, desde sotanos inundados hasta rescates para sacar a gente que se quedaba atrapada en sus coches con agua hasta las cerraduras de las puertas. La lluvia habia aflojado mucho durante las ultimas horas y la ciudad podia por fin encontrar paz y tranquilidad. Pero el no se iba a dormir.

El uniforme empezaba a quedarle un poco estrecho. Su mujer lo llamaba «la prueba de bienestar», y seguro que acertaba. Vivia condenadamente bien. Un trabajo que le gustaba, una familia estupenda, solvencia economica y suegros encantadores. Un chico de Gausdal no podia pedir mas. Sonrio y se fue a echar un vistazo a los calabozos.

– ?Otra vez por aqui, Reidar? -dijo, saludando a un viejo conocido desdentado y con un indice de alcoholemia muy por encima de lo tolerable para una persona normal.

El preso se levanto inestable y se tambaleo, alegre de volver a verlo.

– ?Anda! ?Eres tu, Frogner? ?De verdad, eres tu? -dijo, y se desplomo.

Frogner se rio.

– Creo que deberias acostarte, Reidar. Estaras mejor manana, ?ya veras!

Conocia a casi todo el mundo, pero no todos se dejaban despertar. Tuvo que entrar en algunas de las celdas, sacudirlos y obligarlos a abrir un ojo para comprobar que seguian con vida. Y lo hacian. Cuando llego a la celda situada al fondo, se quedo atonito.

Vio a una mujer hecha un ovillo, sentada en la esquina mas apartada de la celda. No dormia, de eso estaba

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