Comia lo mismo que ellos, aunque menos cantidad y no tan rapido.
– Te apuesto a que esta no es noruega -dijo uno de los agentes, con la boca llena de comida-. ?Mira la ropa que lleva!
– Tiene el pelo muy claro -contesto el otro, limpiandose la boca con el dorso de la mano-. El pelo es demasiado claro.
– Puede que sea turca -insistio el primero-. O yugoslava. ?Pueden llegar a ser casi rubias!
– Esa tia no es extranjera.
Ninguno de los dos daba su brazo a torcer.
– ?Apostamos? -reto a su companero-. Tres vienesas y una de patatas fritas.
El otro se lo penso un rato, estudiando la diminuta silueta con los ojos entreabiertos. Ella se percato de que la estaban observando, porque se levanto bruscamente y se acerco a paso ligero a la papelera, con los restos de comida.
– Vale.
Acepto la apuesta. Ambos se levantaron y se encaminaron hacia la mujer, que estaba muerta de miedo.
– Creo que vas a tener razon, Ulf -dijo el esceptico-: nos tiene miedo.
– ?Oiga! -interpelo el vencedor-. ?Detengase un instante!
La mujer con la ropa exotica se detuvo de golpe y los miro atemorizada.
– ?No es usted de aqui, verdad?
Se dirigio a ella con cierta amabilidad.
– No, yo no aqui.
– ?De donde es usted?
– Yo soy de Iran, refugiada.
– No me diga. ?Lleva usted documentacion encima?
– No papeles aqui, pero donde vivo.
– ?Y donde esta eso?
Naturalmente, se habia olvidado del nombre, ademas no habria podido pronunciar Gudbrandsdalen Gjestgiveri aunque hubiera dispuesto de todo el tiempo del mundo. A cambio, senalo con el dedo un lugar indeterminado en direccion a la carretera que subia por una cuesta.
– Alli arriba.
– Alla arriba, si -repitio uno de los agentes, mirando a su companero-. Me parece que va a tener que acompanarnos, asi podremos verificar todo esto.
No advirtieron que la mujer tenia lagrimas en los ojos y que estaba temblando. En realidad, apenas se fijaron en su actitud.
Cuando la pequena irani no aparecio a la hora de la cena en la posada Gudbrandsdalen Gjestgiveri, la senora Brottum llego a la conclusion de que habian tomado en serio su denuncia. Canturreando, se permitio el lujo de invitar a sus clientes a un trozo extra de pepino en las rodajas con pate. Se sentia inmensamente complacida.
Por su parte, en una celda de la comisaria de Lillehammer, la mujer irani esperaba a que comprobaran su identidad. Lo peor era que justo la habian traido en pleno cambio de turno. Los dos que habian apostado sobre su nacionalidad tenian prisa por volver a casa con sus mujeres e hijos, asi que pidieron a sus relevos que redactaran un informe, cosa que sus companeros prometieron sobre su fe y su honor.
Sin embargo, como cabia esperar, lo olvidaron. Asi que la mujer se quedo alli, sin que nadie supiera donde estaba.
Miercoles, 9 de junio
Caian chuzos de punta, por no decir palos y troncos. Era como si todo lo que la naturaleza habia retenido durante dos meses tuviera que salir de golpe. El agua chasqueaba contra la tierra seca, que no estaba en condiciones de absorber tal cantidad de liquido de una vez. Aquello provoco que el agua buscara atajos hacia el mar utilizando las calles como cauces de un rio. La calle Akebergveien se parecia al rio Aker en pleno desbordamiento primaveral. El agua corria impetuosamente, y tres agentes de circulacion ataviados con impermeables y botas de agua se preguntaban lo que tardaria el agua en llevarse por delante los coches aparcados. Oslo era un autentico caos.
Incluso los agricultores y granjeros, que durante el largo periodo de sequia, con su habitual pesimismo, habian predicho la peor cosecha de la historia, tal y como hacian cada ano, ya fuera porque lloviera demasiado, ya fuera porque no lo hacia lo suficiente, porque habia poco sol o demasiado, opinaban que ya estaba bien de tanta agua. La propia cosecha estaba ahora en peligro; aquello se iba pareciendo cada vez mas a una catastrofe natural.
Los ninos eran los unicos que se lo estaban pasando en grande. Tras tantos dias de calor, ni siquiera un diluvio inesperado podia cambiar el hecho de que las temperaturas estivales habian llegado para quedarse durante un buen tiempo. El termometro seguia marcando dieciocho grados. Los crios chillaban de alegria y salian corriendo bajo la lluvia en banador, bajo las airadas e infructuosas protestas de sus madres. Era el aguacero mas caluroso, mas violento y mas divertido que nadie podia recordar.
«Son los angeles, que lloran por Kaldbakken», penso Hanne, mirando por la ventana.
Era como estar sentado en un coche en el interior de un tunel de lavado. La lluvia azotaba la ventana con tanta fuerza que el contorno de las cosas en el exterior se fue borrando, hasta convertirse en una niebla clara y gris. Apoyo la frente contra el frio cristal y el vaho formo una rosa en el vidrio a la altura de la boca.
La megafonia ordeno a todos que se reunieran en la sala de juntas. Ella miro el reloj, a las ocho comenzaba el acto solemne en memoria del fallecido. Odiaba esas cosas, pero acudio.
El jefe de seccion tenia un aspecto mas tetrico de lo habitual, lo que, por otro lado, era comprensible. Se habia puesto un traje para la ocasion y las perneras estaban mojadas. Aquello le daba el tono triste idoneo para la ocasion. El vapor se hacia notar en la sala, que carecia de ventilacion. Nadie estaba seco, todo el mundo tenia calor y la mayoria de la gente se sentia realmente apenada.
No se podia decir de Kaldbakken que fuera un hombre popular, era demasiado introvertido y callado para eso. Malhumorado, dirian algunos. Pero habia sido recto y ecuanime en todos estos anos. Era mas de lo que se podia decir de muchos de los dirigentes que trabajaban en la casa. Asi que cuando algunos secaron sus lagrimas durante el discurso conmemorativo del jefe de seccion, no fue solo por apariencia.
Hanne no lloro, pero estaba afligida. Habian trabajado bien juntos. Tenian una vision bien distinta sobre casi todo lo que se movia fuera del ambito laboral, pero, por lo general, se ponian rapidamente de acuerdo en el trabajo. Ademas, sabian a que atenerse: mas vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. No tenia la menor idea de quien iba a ocupar el puesto de inspector. En el peor de los casos, vendria alguien de otra seccion, pero tardarian todavia varios dias hasta encontrar un interino. Primero debian enterrarlo; luego ya habria tiempo de que su sustituto entrara a ocupar aquel despacho impregnado de tabaco.
El jefe de seccion habia concluido. Un silencio aplastante se abatio sobre la audiencia. Algunas sillas chirriaban, pero nadie se levanto. No sabian muy bien si habian llegado al final de la ceremonia o si aquel silencio respondia solo a una pausa.
– Bien,
La sala se vacio en menos de un minuto.
Hanne se habia propuesto encontrar a la mujer irani de la primera planta. Habia desaparecido sin dejar el menor rastro, lo cual era preocupante. En el fondo, temia que la mujer yaciera ya unos metros bajo tierra con el cuello seccionado. El tipejo de los sabados podia haber cambiado sus habitos. En cualquier caso, tenian que localizarla. Se sentia molesta consigo misma por no haberle prestado la atencion requerida cuando la vio por primera vez. No le habia parecido tan importante en aquel momento, y tenia tanto trabajo encima…
Por otro lado, ya sabian que la mujer del jardin, la que habia encontrado aquel nino, habia sido violada. Hanne trato de repasar los resultados de los analisis del laboratorio forense. Aun no habian realizado el de ADN (tardaban una eternidad), pero habia quedado demostrada la presencia de semen tanto en el recto como en la vagina.