corridos, se detuvo y pregunto:

– ?Christa?

Nada. La musica salia de la habitacion que habia al fondo del pasillo, la puerta abierta de par en par.

Se detuvo en el umbral. En un dormitorio oscuro se distinguia una figura blanca cuan larga era en la cama.

– ?Christa?

– Dios mio -contesto ella, incorporandose de golpe-. Me he quedado dormida. -Volvio a tumbarse lentamente-. Queria ir a abrir la puerta. Asi.

– Me habria gustado -aprobo el. Fue a sentarse a su lado, se inclino y le dio un beso fugaz, luego se levanto y comenzo a desvestirse-. La proxima vez, carino, deja una nota en la puerta, o una liga o algo.

Ella se echo a reir.

– Perdona. -Apoyo la cabeza en la mano y contemplo como se iba quitando la ropa. Acto seguido extendio la otra mano, el la agarro, y ella dijo-: Me alegro tanto de que estes aqui, Carlo.

El le beso la mano y siguio desabrochandose la camisa.

– La verdad es que me extrano -aseguro el-. Crei que iba a una fiesta.

– Pero, carino, es una fiesta.

Ya sin ropa, se tendio en la cama y le acaricio el costado.

– Pense que llamarias anoche.

– Ahora es mejor que no vaya a un hotel -aseguro ella-. Esa es la razon de todo esto, lo de tu amigo Wolf y la querida Alma. Pero da igual. -Rodeo con su brazo los hombros de Weisz y lo abrazo, sus pechos contra el torso de el-. Tengo lo que queria -dijo, suavizando el tono.

– La puerta esta entreabierta -comento Weisz.

– No te preocupes, ya la cerraras despues. Aqui no viene nadie, es un edificio de fantasmas.

Christa tenia las piernas frias, la piel suave al tacto. La mano de Weisz subia y bajaba despacio, no tenia prisa, disfrutaba de tal modo que lo que iba a venir a continuacion parecia un tanto lejano.

Finalmente ella dijo:

– Pensandolo bien, quiza sea mejor que cierres la puerta.

– Vale. -Se levanto de mala gana y volvio sobre sus pasos.

– Los fantasmas podrian oir cosas -dijo ella cuando Weisz salia del cuarto-. Y no estaria bien.

Volvio al momento.

– Pobre Carlo -se compadecio-. Ahora tendremos que empezar de nuevo.

– Supongo que si -contesto el, alborozado.

Al rato ella abrio las piernas y guio la mano de el.

– Dios, como me gusta.

Weisz no tenia ninguna duda.

Mientras se escurria por la cama hasta situar la cabeza a la altura de la cintura de Weisz ella dijo:

– No te muevas, hay algo que llevo tiempo queriendo hacer.

– ?Me das uno? -pregunto.

El cogio un cigarrillo del paquete de Gitanes, se lo paso y lo prendio con el encendedor de acero.

– No sabia que fumaras.

– He vuelto a hacerlo. Fumaba cuando tenia veinte anos, luego lo deje. -Encontro un cenicero en la mesita de noche y lo puso en la cama, entre ambos-. Ahora en Berlin todo el mundo fuma. Sirve de ayuda.

– ?Christa?

– ?Si?

– ?Por que no puedes ir al Adlon?

– Demasiado expuesto al publico. Alguien le iria con el cuento a la policia.

– ?Van tras de ti?

– Estan interesados en mi. Sospechan que soy una chica mala, que va con malas companias, asi que le pedi a Alma un favor. Se mostro entusiasmada. -Al poco anadio-: Queria que fuera excitante. Abrir la puerta con el culo al aire y perfumada.

– Puedes hacerlo manana. ?Podemos venir aqui manana?

– Pues claro que si. ?Cuanto vas a quedarte?

– Dos dias mas, ya encontrare algun motivo.

– Eso, encuentra a algun cabron nazi y entrevistalo.

– Es lo que estoy haciendo.

– Tu eres fuerte.

– Nunca lo habia pensado.

Christa trago el humo del cigarrillo y lo expulso al hablar.

– Pues lo eres. Esa es una de las razones por las que me gustas.

El apago el cigarrillo.

– ?Hay alguna mas?

– Me encanta follarte, esa es otra.

Con su voz susurrante, aristocratica, la vulgaridad no chocaba.

Weisz se inclino y poso sus labios en el pecho de ella. Sorprendida, ella contuvo la respiracion. Luego apago el cigarrillo en el cenicero, estiro el brazo y le agarro el miembro con la mano. Al principio estaba un tanto fria, pero no tardo en entrar en calor.

– Tengo algo agradable que decirte -anuncio.

– ?Que es? -inquirio el con voz temblorosa.

– Podemos pasar aqui la noche. La version oficial es que estoy «en casa de Alma». Para poder acudir a un desayuno benefico antes del trabajo.

– Mmm -contesto el-. Es probable que te despierte en algun momento.

– Mas te vale -repuso ella.

Estaba a punto de amanecer cuando ocurrio. Weisz casi habia olvidado cuanto le gustaba dormir al lado de Christa, ella abrazada a su espalda, sus piernas enredadas en las de el. Despues de hacer el amor, oyeron un entrechocar de botellas en la escalera. El lechero.

– Parece que los fantasmas beben leche -observo Weisz-. ?Por que los llamas fantasmas?

– Aqui vivian unos ricos. Segun Alma muchos eran judios y otros creyeron oportuno irse a Suiza.

– ?Donde esta Alma?

– Vive en una gran casa en Charlottenburg. Antes vivia aqui, ahora solo lo utiliza cuando esta en la ciudad.

– ?Que hacemos con las sabanas?

– La criada las cambiara.

– ?Esa criada es de fiar?

– Sabe Dios -respondio Christa-. No se puede pensar en todo, a veces hay que confiar en el destino.

22 de mayo. La firma del Pacto de Acero se llevo a cabo a las once de la manana, en el lujoso Salon de los Embajadores de la Cancilleria del Reich. En la tribuna de prensa, Weisz estaba sentado junto a Eric Wolf. Al otro lado, Mary McGrath, del Chicago Tribune, a la que no habia visto desde Espana. Mientras esperaban a que comenzara la ceremonia Weisz tomaba notas. Habia que poner en situacion al lector, alli estaba todo el poder del Estado, su riqueza y su fuerza, en todo su esplendor: enormes aranas de reluciente cristal, paredes de marmol, amplios cortinajes rojos, kilometros de mullida alfombra marron y rosa. Flanqueando las puertas, listos para dejar pasar a la flor y nata de la Europa fascista, lacayos vestidos de negro con galones de oro, medias blancas y manoletinas negras. A un lado de la estancia, las camaras de los noticiarios y un monton de fotografos.

Entre los periodistas habian repartido folletos en los que se senalaban los principales puntos del tratado.

– Echale un vistazo al ultimo parrafo -comento Mary McGrath-. «Por ultimo, en caso de que se desencadenara una guerra en la que se viese implicada una de las partes, independientemente de las causas, las dos naciones se

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