inquietos, las manos en los bolsillos? En fin, vete a saber la pinta que tenian, ella desde luego no tenia ni idea. Se dirigio a el y le dijo:
–
– Si. ?Es usted la directora, madame?
– Subdirectora. El director esta en la ultima planta.
– Ah, entiendo, en ese caso…
– ?Ha venido a ver a Elena Casale?
– No, no quiero verla a ella, pero queria hablar de ella con usted, esta siendo objeto de una investigacion.
– ?Va a tardar mucho? No pretendo ser grosera, monsieur, pero ya ve como esta esto hoy. Ya he mandado llamar a Elena, vendra al despacho de un momento a otro. ?Le digo que vuelva a su seccion?
Aquella noticia no agrado al inspector.
– Sera mejor que vuelva en otra ocasion, digamos ?manana?
– Manana sera un dia mucho mejor para charlar.
El inspector se llevo la mano al sombrero, se despidio y salio deprisa y corriendo. Un tipo extrano, penso la Dragona. Y mas extrano aun: Elena objeto de una investigacion. Una italiana de porte aristocratico, con su rostro anguloso, el cabello largo y cano recogido atras con una horquilla, sonrisa ironica. No parecia una delincuente. Para nada. ?Que podia haber hecho? Pero ?quien tenia tiempo de plantearse esas cosas cuando alli estaba, por fin, el fontanero?
Elena y madame Gros se abrieron paso a duras penas por el pasillo central.
– ?Dijo que queria? -inquirio Elena.
– Solo que queria hablar con el director. De usted.
– ?Y dijo que era de la Surete Nationale?
– Si, eso dijo.
Elena estaba cada vez mas enfadada. Se acordo de lo que conto Weisz sobre el interrogatorio a su novia, la de la galeria de arte, se acordo de como habian difamado a Salamone y de como lo habian echado del trabajo. ?Le habia llegado el turno a ella? Pero bueno, aquello era intolerable. No le habia resultado facil, siendo mujer en Italia, licenciarse en Quimicas, encontrar empleo, incluso en la industrial Milan; tener que dejar su puesto y emigrar habia sido mas duro aun; y trabajar de vendedora en unos grandes almacenes habia sido lo mas dificil. Pero era una luchadora, hacia lo que habia que hacer, y ahora esos cabrones fascistas iban a intentar arrebatarle incluso tan exiguo premio. ?De donde sacaria el dinero? ?Como viviria?
– Ahi esta -informo madame Gros-. Vaya, creo que esta usted de suerte, parece que se va.
– ?Es ese? ?El del sombrero con la pluma verde?
Se quedaron observando como la pluma aparecia y desaparecia mientras el tipo trataba de abrirse paso entre la masa de resueltos clientes.
– Si, justo en el mostrador de Perfumeria.
El cerebro de Elena entro en ebullicion.
– Madame Gros, ?le importaria decirle a Yvette, de Calceteria, que tengo que ausentarme una hora? ?Me haria ese favor?
Madame Gros accedio. Al fin y al cabo se trataba de Elena, la que siempre trabajaba los sabados; Elena, la que nunca dejaba de venir en su dia libre cuando alguien tenia gripe, ?como decirle que no la primera vez que le pedia un favor?
A una distancia mas que prudencial Elena siguio al hombre cuando este salio de los grandes almacenes. Ella llevaba una bata, como las demas dependientas de las galerias. El bolso y el abrigo seguian en su taquilla, pero habia aprendido hacia tiempo a llevar siempre consigo en un bolsillo de la bata la cartera con su documentacion y el dinero. El del sombrero con la pluma verde caminaba con parsimonia, no tenia mucha prisa. ?Un inspector? Quiza lo fuera, pero Weisz y Salamone no lo creian. Asi que lo comprobaria con sus propios ojos. ?Sabia el que aspecto tenia ella? ?Podria identificarla si continuaba siguiendolo? Sin duda era una posibilidad, pero si era un inspector de verdad, ella ya se habia metido en un lio, aunque andar por la misma calle, vaya, eso no era un delito.
El hombre culebreo entre la multitud que se agolpaba ante los escaparates de las tiendas, se metio en la estacion de metro de Chausee-D'Antin e introdujo un
El tren hizo su entrada en la estacion, y Elena se situo en un extremo del vagon mientras el hombre tomaba asiento, cruzaba las piernas y unia las manos en el regazo. Las estaciones iban pasando: Le Peletier, Cadet, Poissoniere, adentrandose mas y mas en el decimo distrito. Luego, en la estacion de la Gare de l'Est, se levanto y se bajo. Alli podia hacer transbordo a la linea diez o coger un tren. Elena espero todo lo que pudo y, en el ultimo instante, salio al anden. Mierda, ?donde estaba el tipo? Justo a tiempo lo diviso subiendo las escaleras. Lo siguio cuando paso por el torniquete y se dirigio a la salida. Elena se detuvo, fingiendo estudiar un mapa del metro que habia en la pared, hasta que el desaparecio, y salio de la estacion.
?Se habia esfumado! No, alli estaba, caminando hacia el sur, alejandose de la estacion por el bulevar Estrasburgo. Elena nunca habia estado en esa parte de la ciudad y agradecia que fuese media manana. No le habria hecho mucha gracia andar por alli de noche. El decimo era un barrio peligroso de pisos lugubres para gente pobre. Hombres de tez morena, quiza portugueses, o arabes del Magreb, reunidos en los cafes, los bulevares bordeados de pequenas tiendas llenas de trastos, las bocacalles estrechas, silenciosas y oscuras. Entre el gentio de las galerias y en el metro se habia sentido invisible, anonima, pero ya no. Caminando sola por el bulevar llamaba la atencion, una mujer de mediana edad con una bata gris. No encajaba alli, ?quien era?
De pronto el hombre se paro ante un escaparate que exhibia montones de cacharros de cocina usados y, al aminorar ella la marcha, reparo en su persona. Mas que reparar, sus ojos la distinguieron como mujer, atractiva, disponible tal vez. Elena lo miro como si no existiera y siguio andando, pasando a menos de un metro de el. «?Tienes que pararte!» Entro en una
La chica pregunto que deseaba madame, y Elena escudrino nuevamente el expositor. ?Un Napoleon? ?Una
Luego fue tras el. Al 62 del bulevar Estrasburgo. Y ahora ?que? Durante unos segundos vacilo, plantada delante del portal, luego lo abrio. Frente a ella habia una escalera; a su derecha, en la pared, una hilera de buzones de madera. En el piso de arriba oyo pasos que avanzaban por las viejas tablas de un pasillo, luego se abrio una puerta y se cerro con un golpecito seco. Se volvio hacia los buzones y leyo «1.° A. Mlle. Krasic» escrito a lapiz en la parte inferior y «1.° B» con una tarjeta de visita clavada debajo. Una tarjeta de escasa calidad, de la Agence Photo-Mondiale, agencia internacional de fotografia, con direccion y numero de telefono. ?Que era aquello? ?Tal vez un archivo fotografico que vendia fotografias a revistas y agencias de publicidad? ?O una empresa de fotoperiodismo que trabajaba por encargo? ?Habria ido al apartamento de Krasic? No era muy probable, estaba segura de que habia recorrido el pasillo que llevaba hasta Photo-Mondiale. Un negocio bastante comun, donde cualquiera podia presentarse, tal vez una tapadera desde la que dirigir una operacion secreta.