regresar a Alemania.
En la oficina de Paris habian tratado de conocer la reaccion de los franceses, pero el Quai d'Orsay, en seis parrafos, no tenia nada que decir. Lo cual incito a Weisz a mirar por la ventana, sin ganas de trabajar, con la cabeza en Berlin, el corazon ajeno a aquel hermoso dia de junio.
Dos dias antes, al volver del bulevar Estrasburgo a la oficina de Reuters, habia telefoneado a Salamone sin demora para contarle lo que habia hecho.
– Alguien de esa oficina tiene contactos con Croacia -anuncio, y paso a describirle los sobres-. Lo cual sugiere que puede que la OVRA este utilizando agentes de la Ustasha.
Ambos sabian lo que eso significaba: Italia y Croacia mantenian una relacion larga, complicada y a menudo secreta; los croatas buscaban la alianza de los catolicos en su eterno conflicto con los serbios ortodoxos. La Ustasha era un grupo terrorista -o nacionalista o guerrillero, en los Balcanes todo dependia de quien hablara- del que se servian los servicios secretos italianos en ocasiones. Juramentada en lograr la independencia de Croacia, era posible que la Ustasha hubiese tomado parte en el asesinato del rey Alejandro, perpetrado en 1934 en Marsella, asi como en otras operaciones terroristas, en particular la colocacion de bombas en trenes de pasajeros.
– No son buenas noticias -afirmo Salamone con seriedad.
– No, pero al menos son
Salamone se habia ofrecido voluntario para acudir a la Surete, pero Weisz le dijo que no se preocupara. Puesto que ya se habia mezclado con ellos, lo logico seria que fuera el.
– Pero -dijo-, que quede entre nosotros dos.
Luego le pregunto a Salamone si la vigilancia habia dado algun otro fruto. Sergio habia visto una vez al de la pluma verde, repuso Salamone. Weisz le aconsejo que diera por terminada la vigilancia. Con lo que tenian bastaba.
– Y la proxima vez que convoquemos una reunion -anadio-, sera del comite de redaccion, para el siguiente numero de
Eso era mas que optimista, penso mientras miraba por la ventana, pero primero tendria que llamar a Pompon. Se planteo hacer la llamada, estuvo a punto de marcar el numero, pero, una vez mas, lo pospuso. Mas tarde, ahora tenia que trabajar. Tomo el primer papel del monton, un comunicado de la embajada sovietica en Paris relativo a las continuas negociaciones con los britanicos y los franceses para establecer una alianza en caso de un ataque aleman. Una larga lista de posibles victimas, a cuya cabeza se situaba Polonia. ?Una visita al Quai d'Orsay? Quiza, tendria que consultarselo a Delahanty.
Aparto el comunicado. Lo siguiente era un cable de Eric Wolf que habia entrado hacia una hora. «Ministerio de Propaganda informa red espionaje desmantelada en Berlin.» Una cronica escueta: un numero indeterminado de arrestos, algunos en ministerios, de ciudadanos alemanes que habian pasado informacion a agentes extranjeros. No se mencionaban nombres, las investigaciones continuaban.
Weisz se quedo helado. ?Podia llamar? ?Enviar un cable? No, hasta podia empeorar las cosas. ?Podia llamar a Alma Bruck? No, tal vez estuviese implicada. Christa solo habia dicho que era una amiga. Pues a Eric Wolf. Quiza. Tenia la sensacion de que podia pedirle un favor, pero no mas. Wolf ya estaba bastante ocupado, y no le habia hecho mucha gracia involucrarse en los lios amorosos de un colega. Ademas, Weisz no tuvo mas remedio que admitirlo, posiblemente Wolf ya hubiese hecho todo lo que habia podido. Seguro que habia pedido nombres, pero no los habian dado. No, debia mantener a Wolf en la reserva, ya que, si milagrosamente ella sobrevivia, si milagrosamente se trataba de
Pero era incapaz de aparcar el asunto. Con las manos encima del cable, que descansaba en la mesa, su cabeza saltaba de una posibilidad a la siguiente, dandole vueltas a todas, hasta que la secretaria entro con otro cable. «Alemania propone negociaciones para alianza URSS.»
Adios a Christa. «No puedes hacer nada.» Angustiado, intento trabajar.
Por la tarde se sentia peor. Las imagenes de Christa en manos de la Gestapo no lo abandonaban. Incapaz de comer, llego pronto al trabajo de las ocho en el Tournon, pero Ferrara no estaba, la habitacion cerrada con llave. Weisz bajo las escaleras y le pregunto al recepcionista si monsieur Kolb se hallaba en su cuarto, pero la respuesta fue que en el hotel no habia nadie llamado asi. «Tipico», penso Weisz. Kolb surgia de la nada y volvia al mismo sitio. Probablemente se hospedara en el Tournon, pero con un nombre distinto. Weisz salio a la rue de Tournon, cruzo la calle y entro en los jardines de Luxemburgo, se sento en un banco y fumo un cigarrillo tras otro mientras la calida tarde primaveral y todas las parejas de enamorados de la ciudad se burlaban de el. A las ocho y veinte regreso al hotel, donde Ferrara lo estaba esperando.
Aquella ciudad, aquel rio, el heroico cabo que cogio una granada de mano del fondo de una trinchera y se la devolvio al enemigo. Lo que ayudo a Weisz esa noche fue el automatismo del trabajo, tecleando las palabras de Ferrara, corrigiendo a medida que escribia. Luego, poco despues de las diez, aparecio Kolb.
– Hoy terminaremos pronto -anuncio-. ?Va todo bien?
– Estamos llegando al final -informo Ferrara-. Queda lo del campo de internamiento y se acabo. Supongo que no querra que hablemos de mi estancia en Paris.
Kolb esbozo una sonrisa lobuna.
– No, eso lo dejaremos a la imaginacion del lector. -Y a Weisz-: Usted y yo vamos a ir al decimosexto. Hay alguien en la ciudad que quiere conocerlo.
Por la forma de decirlo, Weisz supo que no tenia eleccion.
El apartamento se encontraba en Passy, el aristocratico corazon del
– Hombre, me alegro de que haya venido.
Un recibimiento alegre y un senor Brown bastante distinto. Ya no era el caballero afable y de aspecto desalinado con la pipa y el chaleco. En su lugar lucia un traje nuevo y caro en un tono azul marino. Cuando Weisz le dio la mano y entro en el apartamento supo por que.
– Este es el senor Lane -dijo Kolb.
Un hombre alto y delgado surgio de un sofa bajo, estrecho la mano de Weisz y dijo:
– Senor Weisz, encantado de conocerlo. -Camisa blanca almidonada, corbata sobria, traje de exquisita confeccion… la resplandeciente clase alta britanica, con el cabello del color del acero y una media sonrisa muy profesional. Los ojos, en cambio, hundidos y surcados de profundas lineas, unos ojos preocupados, rayanos en la inquietud, que casi contradecian los demas signos de su estatus-. Venga, sientese -le sugirio a Weisz, senalando el otro extremo del sofa. Y acto seguido-: ?Brown? ?Puede traernos un whisky, tal cual?
Aquello significaba cinco centimetros del liquido ambarino en un vaso de cristal. Lane dijo:
– Hablaremos despues, Brown. -Kolb ya se habia esfumado, y ahora fue el aludido quien se fue a otra habitacion del apartamento-. Asi que usted es nuestro escritor -le dijo a Weisz, la voz baja y melosa.
– Si -afirmo Weisz.
– Muy buen trabajo, senor Weisz. Pensamos que
– Es cierto -aseguro Weisz.
– Una lastima lo de su pais. No creo que sea feliz con sus nuevos amigos, pero es inevitable, ?no? Al menos usted lo ha intentado.
– ?Se refiere al
– Asi es. He visto los numeros atrasados y es, con mucho, el mejor de su categoria. Deja a un lado la politica, gracias a Dios, y se centra en la vida. Y su dibujante es deliciosamente desagradable. ?Quien es?
– Un emigrado, trabaja para