edad, su superior, el polizonte, como le llamaba Weisz para sus adentros, entrecano y encorvado, que afirmo ser el inspector Guerin. Esa tarde vestian de manera informal: sin chaqueta, la corbata floja. Asi que iba a ser una reunion
Weisz no perdio tiempo y fue al grano.
– Tenemos una informacion que tal vez les interese -espeto.
Pompon dirigia el interrogatorio.
– ?Tenemos? -repitio.
El comite de redaccion del periodico de emigrados
– ?Que es lo que tiene, monsieur Weisz? Y ?como lo ha conseguido?
– Tenemos pruebas de la existencia de una celula del servicio secreto italiano en esta ciudad. Esta en marcha ahora mismo, hoy.
Weisz paso a describir, sin dar nombres, la persecucion por parte de Elena del tipo que abordo a su superiora, el interrogatorio de Veronique y la posterior reunion con Elena, su propia llamada telefonica a la agencia Photo-Mondiale y sus dudas acerca de su legitimidad, la tentativa del comite de vigilar el numero 62 del bulevar Estrasburgo, y las cartas que encontro en el buzon de la agencia. Luego, de las notas que habia traido consigo, leyo en voz alta los nombres del banco frances y la direccion en Zagreb.
– ?Jugando a los detectives? -tercio Guerin, mas divertido que enojado.
– Supongo que si. Pero teniamos que hacer algo. Ya mencione los ataques de que fue objeto el comite.
Pompon le entrego el expediente a su colega, el cual leyo, valiendose del dedo indice, las notas relativas a una reunion con Weisz en el cafe de la Opera.
– No es gran cosa para nosotros, pero la investigacion del asesinato de madame LaCroix continua abierta, y esa es la razon por la que estamos hablando con usted.
– Y cree que este material guarda alguna relacion. Este asunto del espionaje… -dejo caer Pompon.
– Si, eso pensamos.
– Y el idioma que su colega oyo bajo la escalera ?era serbocroata?
– No supo que era.
Tras un momento de silencio los inspectores se miraron.
– Puede que lo investiguemos -aseguro Guerin-. ?Y el periodico?
– Hemos aplazado su publicacion -explico Weisz.
– Pero si sus, eh,
– Seguiriamos adelante. Ahora que Italia se ha aliado con Alemania tenemos mas que nunca la impresion de que es importante.
Guerin lanzo un suspiro.
– Politica, politica -dijo-. Te hacen ir de aca para alla.
– Y te hacen ir a la guerra -apunto Weisz.
– Si, esta al caer -convino Guerin.
– Si abrimos una investigacion, es posible que volvamos a ponernos en contacto con usted -asevero Pompon-. ?Algun cambio? ?Empleo? ?Domicilio?
– No, todo sigue igual.
– Muy bien, si se entera de alguna otra cosa, haganoslo saber.
– Lo hare -prometio Weisz.
– Pero no intente ayudarnos mas, ?de acuerdo? Dejenoslo a nosotros -apunto Guerin.
Pompon repaso sus notas para cerciorarse de los nombres y las direcciones de Zagreb y, acto seguido, le dijo a Weisz que podia marcharse.
Cuando se iba, Guerin sonrio y dijo:
–
Hasta pronto.
De vuelta en la rue des Saussaies, Weisz encontro un cafe, probablemente el habitual de los funcionarios del ministerio del Interior, penso, a juzgar por el aspecto de los hombres que cenaban y bebian en el bar y por el tono apagado de las conversaciones. Acuciado por la prisa, engullo el
– Hecho -informo-. Van a abrir una investigacion. Pero tengo que verte, y tal vez a Elena.
– ?Que te han dicho?
– Bueno, que tal vez investiguen. Ya sabes como son.
– ?Cuando quieres que nos veamos?
– Esta noche. ?Es muy tarde a las once?
Al poco Salamone repuso:
– No, pasare a recogerte.
– En la rue de Tournon esquina con Medicis.
– Llamare a Elena -se ofrecio Salamone.
Weisz cogio un taxi a la puerta del cafe y antes de las ocho estaba en el hotel de Ferrara.
Esa noche trabajaron duro, escribiendo mas paginas de lo normal. Estaban en la entrada de Ferrara en Francia y su internamiento en el campo proximo a Tarbes, al suroeste del pais. Ferrara seguia enfadado, y no escatimo detalles, centrandose en el pecado burocratico de la
– Tengo que ver al senor Brown -aseguro-. Lo antes posible.
– ?Ocurre algo?
– No tiene que ver con el libro -contesto Weisz-. Es otra cosa, sobre la reunion de la otra noche.
– Hablare con el -respondio Kolb- y lo organizaremos.
– Manana por la manana -propuso Weisz-. Hay un cafe llamado Le Repos en la rue Dauphine, mas abajo del Hotel Dauphine. A las ocho.
Kolb enarco una ceja.
– Nosotros no funcionamos asi.
– Lo se, pero se trata de un favor. Por favor, Kolb, el tiempo apremia.
A Kolb no le gusto.
– Lo intentare, pero si no aparece no se extrane. Ya conoce la rutina: Brown decide la hora y el sitio. Hemos de ser cuidadosos.
Weisz estaba a punto de suplicar.
– Intentelo, es todo lo que le pido.
Ya en la calle, Weisz echo a andar a buen paso hacia la esquina. El Renault se hallaba alli, el motor fallaba ya incluso al ralenti. Elena ocupaba el asiento contiguo a Salamone. Weisz se monto en la parte de atras y se disculpo por el retraso.
– No importa -respondio Salamone al tiempo que accionaba la palanca de cambios para meter primera-. Esta noche eres nuestro heroe.
Weisz relato la reunion en el ministerio del Interior y agrego:
– Ahora lo que tenemos que discutir es otra cosa… algo que paso la otra noche.
– ?De que se trata? -quiso saber Salamone.
Weisz le conto a Elena, de forma breve y midiendo las palabras, lo del libro de Ferrara, de que era una operacion del SSI britanico.
– Y ahora me han hablado del