editarlo, quieren que crezcamos. Mas tirada, mas lectores, mayor distribucion. Dicen que nos ayudaran a hacerlo y que nos proporcionaran informacion. Y debo anadir que quiero aprovechar la oportunidad para salvar la vida de una amiga mia que esta en Berlin.
Todos guardaron silencio un instante hasta que Salamone dijo:
– Carlo, nos pones dificil decir que no.
– Si es que no, es que no. Ya encontrare otro modo de salvar a mi amiga.
– ?Proporcionarnos informacion? ?Que quiere decir eso? ?Nos diran lo que tenemos que escribir?
– Es por el pacto -razono Elena-, Querian que Italia fuera neutral, pero, hicieran lo que hiciesen, no funciono, y ahora tienen que apretarle las tuercas.
– Por Dios, Carlo -dijo Salamone mientras giraba el volante y se metia por una bocacalle-. Precisamente tu, se diria que quieres dejar que lo hagan. Pero ya sabes lo que pasara. Primero meten la cabeza y luego un poco mas, y en menos que canta un gallo son nuestros duenos. Nosotros, ?espias? -rio ante la idea-. ?Sergio? ?El abogado? ?Zerba, el historiador del arte? ?Yo? La OVRA nos hara pedazos, no podemos sobrevivir en ese mundo.
Weisz repuso con voz tensa:
– Tenemos que intentarlo, Arturo. Siempre hemos querido cambiar las cosas en Italia, contraatacar. Esta es nuestra oportunidad.
El oscuro interior del coche se vio iluminado de repente por los faros de un vehiculo que habia entrado en la calle detras de ellos. Salamone miro por el retrovisor cuando Elena dijo:
– Y ?como vamos a hacerlo? ?Encontrar a otro impresor? ?Mas mensajeros? ?Mas gente que reparta ejemplares? ?En mas ciudades?
–
Salamone miro de nuevo el retrovisor. El otro coche se les habia acercado.
– Carlo, la verdad, no te entiendo. Cuando decidimos continuar aqui la lucha de los
– Va a estallar una guerra -aseguro Elena-. Como en el catorce, pero peor, si es que es posible. Y todas las organizaciones de la Resistencia, todos esos idealistas exquisitos se veran arrastrados a ella. Y no por sus virtuosas ideas.
– ?Estas con Carlo?
– No me hace gracia, pero si.
Salamone doblo la esquina y acelero.
– ?Quienes son esos que van detras de nosotros? -El Renault se hallaba de nuevo en la calle que discurria paralela a los jardines de Luxemburgo e iba cada vez mas deprisa, pero los faros del otro vehiculo seguian fijos en el retrovisor. Weisz se volvio para echar un vistazo y vio dos siluetas oscuras en el asiento delantero de un gran Citroen-. Tal vez debamos dejar que nos ayuden -admitio Salamone-. Pero creo que lo lamentaremos. Dime una cosa, Carlo, ?lo que te ha hecho cambiar de opinion es ese motivo personal, esa amiga tuya, o lo harias de todos modos?
– La guerra no se avecina, ya esta aqui. Y si no son los britanicos hoy, seran los franceses manana. La presion acaba de empezar. Elena tiene razon. Solo es cuestion de tiempo. Todos tendremos que luchar, unos con armas y otros con maquinas de escribir. Y, en cuanto a lo de mi amiga, es una vida que merece ser salvada, independientemente de lo que ella signifique para mi.
– Me da igual el motivo -afirmo Elena-. No podemos continuar solos, la OVRA nos lo ha demostrado. Creo que deberiamos aceptar la oferta, y si los britanicos pueden echarle una mano a Carlo para salvar a su amiga, pues estupendo, ?por que no? ?Y si se tratara de ti o de mi, Arturo, si tuviesemos problemas en Berlin o en Roma, que querrias que hiciera Carlo?
Salamone aminoro la marcha y, sin perder de vista el retrovisor, se detuvo. El Citroen hizo lo mismo y, acto seguido, despacio, esquivo el Renault y se situo a su altura. El tipo que ocupaba el asiento del copiloto volvio la cabeza y los miro un instante, luego le dijo algo al conductor y el coche se alejo.
– ?Que ha sido eso? -pregunto Elena.
7 de junio, 8:20.
El cafe Le Repos estaba concurrido por las mananas; los clientes se agolpaban en la barra para ahorrarse unas monedas en el cafe. En busca de intimidad, Weisz se habia sentado a una mesa al fondo, de espaldas a un enorme espejo de pared. Espero, con
– ?Weisz?
– ?Si?
– Venga conmigo.
Weisz dejo dinero en la mesa y lo siguio. Ya en la calle, un taxi aguardaba frente al cafe. El de la gorra se puso al volante, y Weisz se subio atras, donde se hallaba el senor Brown. El senor Brown de siempre, el olor del humo de la pipa endulzando el aire.
– Buenos dias -saludo con aspereza. El taxi arranco y se fundio con el lento trafico de la rue Dauphine-. Bonita manana.
– Gracias por esto -dijo Weisz-. Tenia que hablar con usted, sobre los planes que tienen para el
– Se refiere a la pequena charla que mantuvo con el senor Lane.
– Eso es. Pensamos que es una buena idea, pero necesito su ayuda. Para salvar una vida.
Brown enarco las cejas, y la pipa solto una significativa bocanada de humo blanco.
– ?De que vida se trata?
– De la de una amiga. Ha formado parte de un grupo de la Resistencia, en Berlin, y puede que se haya metido en un lio; hace dos dias vi un cable en Reuters que podria significar que la han arrestado.
Por un momento Brown parecio un medico al que le hubiesen dicho algo terrible: por malo que fuese, el ya lo habia oido.
– O sea, necesita un milagro y todo ira sobre ruedas, ?es eso, senor Weisz?
– Quiza un milagro para mi, pero no para usted.
Brown se saco la pipa de la boca y miro a Weisz largo y tendido.
– Asi que una amiga.
– Mas que eso.
– Y ?de verdad esta haciendo cosas en Berlin contra los nazis, aparte de protestar en las cenas que dan sus amigos?
– De verdad -asevero Weisz-. Con su circulo de amistades. Algunos trabajan en los ministerios, roban papeles.
– Y se los pasan ?a quien? Si no le importa que se lo pregunte. A nosotros no, eso seguro, no tendra esa suerte.
– No lo se. Puede que a los sovieticos o incluso a los americanos. No me lo quiso decir.
– Ni siquiera en la cama.
– No, ni siquiera.
– Bien hecho -aprobo Brown-. ?Son bolcheviques?
– No lo creo. Al menos no estalinistas. Son personas con conciencia que luchan contra un regimen perverso. Y quien sea que hayan encontrado para sacar del pais la informacion que ellos obtienen, lo mas posible es que haya sido por casualidad: alguien, tal vez un diplomatico, al que conocian por azar.
– O que se esforzo por darse a conocer, me atreveria a decir.
– Probablemente. Alguien que parecia de fiar.
– Sere franco con usted, Weisz. Si la ha cogido la Gestapo, no podemos hacer gran cosa. No sera ciudadana britanica, ?no?