Elena llevaba un lapiz en el bolsillo de la bata, pero no tenia papel, asi que saco un billete de diez francos de la cartera y apunto en el el numero. ?Serian acertadas sus conjeturas? ?Por que iba a ir al apartamento de Mlle. Krasic? No, estaba casi segura. Naturalmente, la manera de cerciorarse por completo era subir las escaleras y torcer a la izquierda, seguir la direccion de los pasos y echar un rapido vistazo por la puerta. Elena doblo el billete y se lo guardo en el bolsillo. En el vestibulo reinaba el silencio. El edificio parecia desierto. ?Subia las escaleras o salia por la puerta?
La escalera no tenia moqueta, era de madera con el barniz comido, los peldanos desgastados por anos de paso. Bueno, subiria un escalon. No crujio, aquello era macizo. Otro mas. Y otro. Cuando estaba a medio camino la puerta se abrio y oyo una voz: dos o tres palabras amortiguadas, luego pasos por el pasillo, un hombre silbando una melodia. Elena dejo de respirar. Acto seguido, dio media vuelta agilmente y bajo corriendo. Los pasos se aproximaban. ?Tenia tiempo de salir del edificio? Puede, pero la pesada puerta se oiria al cerrarse. Tras examinar la entrada, vio una amplia sombra bajo la escalera y corrio hacia ella. Era lo bastante grande para ocultarse de pie. A unos centimetros, la parte inferior de los peldanos cedio con el peso, pero la puerta no se abrio. El hombre que habia bajado las escaleras, aun silbando, aguardaba en el vestibulo. ?Por que? Sabia que ella estaba alli. Permanecio inmovil, pegada a la pared. Luego, sobre su cabeza, alguien mas inicio el descenso. Se oyo una voz -mezquina, sarcastica, en su opinion-, y otra, mas grave, mas profunda, rio y contesto laconica. «Vaya, muy bueno», o algo parecido, penso. No entendia una sola palabra, era un idioma que no habia oido en su vida.
Weisz se dio cuenta de que llegaria tarde a su cita con Ferrara, ya que Elena lo estaba esperando en la calle, a la puerta de la agencia Reuters. Hacia frio aquel primer atardecer de junio, y la humeda niebla lo hizo estremecerse al salir. Una nueva Elena, penso Weisz al saludarla: los ojos vivos, la voz cargada de agitacion.
– Vamos andando hasta la Opera y cogemos un taxi -le propuso.
Ella asintio entusiasmada: al carajo las economias, esta noche es importante. Por el camino le conto lo que le habia prometido por telefono: el seguimiento del falso inspector.
El taxi sorteaba despacio el trafico vespertino mientras se dirigia a la galeria de arte del septimo distrito. Los conductores pitaban al idiota que tenian delante, y multitud de ciclistas tocaban el timbre cuando los idiotas de los coches se les acercaban demasiado.
– ?Ya no os veis? -inquirio Elena-. No lo sabia.
– Ahora somos buenos amigos -repuso Weisz.
Elena, en la oscuridad del asiento trasero del taxi, le dedico una de sus medias sonrisas, una especialmente perspicaz.
– Es posible -aseguro Weisz.
– Seguro.
Veronique salio corriendo a la puerta de la galeria al verlos entrar. Beso a Weisz en ambas mejillas y apoyo una mano en su brazo. Luego el se la presento a Elena.
– Un minuto, lo que tardo en cerrar -dijo Veronique-. He estado todo el dia con americanos y no he cerrado una sola venta. Creen que es un museo. -En las paredes, las muchachas desamparadas y disolutas de Valkenda seguian contemplando el mundo cruel-. Bueno, se acabo el arte por hoy -anuncio, echando el cerrojo.
Se sentaron en el despacho, en torno a la mesa.
– Carlo me ha dicho que tenemos una cosa en comun -le dijo Veronique a Elena-. Estuvo de lo mas misterioso por telefono.
– Eso parece -confirmo Elena-. Me vino a buscar un tipo muy desagradable. Se planto en las Galerias Lafayette, donde trabajo, e intento ver al director. Pero tuve suerte, con el lio de las rebajas se fue, y yo lo segui.
– ?Adonde fue?
– Al decimo. A una agencia fotografica.
– Entonces crees que no es de la Surete… -Veronique miro de soslayo a Weisz.
– No. Es un impostor. Tenia amigos en aquella oficina.
– Menudo alivio -afirmo Veronique. Y al poco, con aire pensativo, anadio-: O no. ?Estas segura de que era el mismo tipo?
– Estatura media. Con un bigotito fino, media cara picada. Y algo extrano en los ojos, la forma de mirarme, que no me gusto. Llevaba un sombrero gris con una pluma verde en la cinta.
– El que vino aqui tenia las unas negras -apunto Veronique-. Y su frances no era parisino.
– No lo oi hablar, aunque tampoco estoy muy segura de eso. Subio a la oficina, luego salio un tipo, seguido de otros dos, que hablaron, no estoy segura de en que, no era frances.
Veronique se paro a pensar.
– Con bigote, si. A lo Errol Flynn.
– Pero el resto nada que ver con Errol Flynn, aunque si, intenta causar esa impresion, como decirte, de «galan».
Veronique sonrio: hombres.
– El bigote no hace sino empeorar eso, ese algo extrano. -Fruncio el ceno con desagrado al recordar la imagen-. Petulante y ladino -puntualizo-. Un mal bicho.
– Si, exacto -corroboro Elena.
Weisz albergaba sus dudas.
– Entonces ?que le digo a la policia? ?Que busque a un «mal bicho»?
– ?Es eso lo que vamos a hacer? -inquirio Elena.
– Supongo -contesto Weisz-. ?Que, sino? Dime, Elena, ?era ruso el idioma que oiste?
– No lo creo. Pero puede que fuera algo parecido. ?Por que?
– Si le contara eso a la policia despertaria su interes.
– Mejor no -opino Elena.
– Vamos al cafe -propuso Veronique-. Necesito un conac despues de esto.
– Si, yo tambien -coincidio Elena-. ?Carlo?
Weisz se puso en pie, sonrio y senalo la puerta con la mano galantemente.
2 de junio, 10:15.
Weisz marco el numero que Elena habia escrito en el billete de diez francos. Tras sonar una vez, una voz respondio:
– ?Si?
– Buenos dias, ?la Agence Photo-Mondiale?
Una pausa y a continuacion:
– Si. ?Que desea?
– Soy Pierre Monet, de la agencia de noticias Havas.
– ?Si?
– Llamaba para preguntar si tienen alguna fotografia de Laszlo Kovacs, el embajador hungaro en Belgica.
– ?Quien le ha dado este numero?
El acento era fuerte, pero el oido de Weisz con el frances no era lo bastante fino para ir mas alla.
– Creo que alguien de aqui me lo apunto en un papel, no se, quiza lo sacara de un directorio de las agencias de fotografia de Paris. ?Podria echar un vistazo? Nosotros teniamos una, pero no esta en los archivos. La necesitamos hoy.
– No la tenemos, lo siento.
Weisz hablaba deprisa, pues presentia que el hombre estaba a punto de colgar.
– ?No podria mandarnos a alguien? Kovacs esta hoy en Paris, en la embajada, y aqui andamos muy justos. Si nos sacan de esta, les pagaremos bien.
– No, no creo que podamos ayudarle, senor.
– Pero esto es una agencia de fotografia, ?no? ?Estan especializados en algo?
– No. Estamos muy ocupados. Adios.
– Bueno, solo pensaba… ?Hola? ?Hola?
10:45.
– Carlo Weisz.