– ?De que se trata?

– Una investigacion por asesinato -Kincaid lo solto con suavidad, como una piedrecita a un estanque.

Marta lo miro de reojo, con malicia.

– Yo dormia, ?no? Que oportuno. El tambien. Dormido, quiero decir. Los aspirantes a politicos -se enredaba un poco con las palabras- no deberian salir por la noche mientras su esposa duerme. Que estupido. Patrick - enuncio su nombre con mucha claridad- nunca se comporta como un estupido. -Marta apuro el vaso y lo poso con un golpe seco-. ?Me invita a una copa?

– Claro. ?Que toma?

– Un gintonic. Sin tonica.

Kincaid le lleno el vaso y lo volvio a llevar a la mesa. Con lo enfadada que estaba, Marta Rennie era astuta a la manera de los borrachos. No habia perdido de vista donde estaban las lentejas que comia.

* * *

Kincaid volvio a la sala, medio bebido, con la cerveza en la mano, en busca de alguna perspectiva mas sobria. El buen humor, por lo visto, es contagioso. Los huespedes habian rodeado a Hannah y Patrick, como esperando que se les contagiara su alegria. Eddie y Janet Lyle, Maureen Hunsinger y Graham Frazer. Y Penny. Penny sorbia su jerez dulce, sonrojada por la excitacion. Solo faltaban Emma, John Hunsinger y los ninos.

Kincaid se unio al grupo. Hannah le sonrio y el le devolvio la sonrisa, contagiado a su pesar por la hilaridad de ella.

– ?Cual es el chiste? -le pregunto-. ?Me he perdido algo?

– Patrick ha contado anecdotas divertidisimas sobre una de sus electoras…

Rennie le quito importancia.

– No era nada. Se trata de mi mas leal defensora, pero no recuerda como me llamo. Es una adorable anciana, muy activa en todos los comites del condado, mueve montanas de dinero. No me atrevo a sugerirle que deje que me presente otra persona… Pero dentro de poco tengo unas elecciones parciales importantes y supongo que se levantara para presentarme en el mitin final, abrira la boca y se quedara asi, sin tener ni idea de como seguir.

Rennie contaba su anecdota con gracia y soltura estudiadas, y Kincaid se imagino a las mujeres «de cierta edad» arrullandolo, disputandose su atencion con ferocidad de hurones.

– A mi tambien se me olvidan las cosas a veces -dijo Penny, cuando se hizo una pausa-. La otra noche no encontraba mi bolso. Lo busque por todas partes, luego baje y lo habia dejado aqui, encima de la mesa.

– A mi me pasa continuamente -dijo Maureen con amabilidad-. A veces me dejaria a los ninos, si no me lo recordaran ellos.

– La madre de Eddie olvidaba las cosas -intervino Janet Lyle, despacio, mirando con desconfianza a su marido-. Estabamos preocupadisimos por ella. No nos parecia seguro que viviera sola, pero ella no queria ir a una residencia.

– Era muy orgullosa. Independiente hasta el final -convino Eddie.

– Vaya, ?y que paso? -se intereso Maureen, con inmediato interes.

– Tuvo un accidente. De coche. -Eddie sacudio la cabeza-. La habiamos advertido cientos de veces sobre su conduccion. Pero no escuchaba. Nuestra hija Chloe se quedo destrozada.

A Kincaid le parecio captar una punta de satisfaccion en su voz, un «ya te lo habia dicho» mal reprimido.

Patrick intervino en medio del coro de expresiones de preocupacion.

– Es muy dificil cuidar a un familiar enfermo. Mis electores me lo dicen siempre.

?Vamos a oir la solucion conservadora al problema, o es una preocupacion sincera?, se pregunto Kincaid. Repaso el corro de rostros, a la espera de expresiones de afable interes.

La reaccion fue un tanto desproporcionada. A Penny MacKenzie los ojos se le habian llenado de lagrimas, que pendian de sus pestanas inferiores.

– Perdon.

El susurro fue casi inaudible. Puso su copa de jerez en manos de Maureen y huyo de la habitacion.

– Pero ?que ha pasado? -pregunto Patrick, rompiendo el silencio que se impuso tras el portazo-. ?He metido la pata?

– No se -respondio Maureen-. Creo que Penny y Emma estuvieron cuidando a su padre enfermo durante mucho tiempo. Quizas el recuerdo la haya afectado.

– Tuvo que ser dificil -dijo Janet Lyle, y asintieron, comprensivos. Todos menos Hannah, que se habia puesto muy palida, segun advirtio Kincaid, y aparentaba su edad por primera vez desde que la habia conocido.

– Mas vale que me vaya.

Hannah esbozo una sonrisa forzada y salio sin una sola mirada para Patrick.

– Por Dios, esto es contagioso. -Cassie hablo por primera vez-. Pobre Patrick. Espero que no tenga el mismo efecto sobre los votantes.

Hasta entonces se habia mantenido al margen del grupo, dejandolos por una vez a su aire. Ahora fue caustica.

Antes de que Rennie pudiera contestar, aparecio su esposa en el umbral del bar. Como si pisara cascaras de huevos, con la cautela extrema de los borrachos. El panuelo amarillo le colgaba por el hombro como una bandera.

– ?Que pasa? -pregunto, muy despacio-. ?Alguien se ha ofendido?

* * *

El mazo de croquet golpeo la bola con un impacto perfecto. Brian Hunsinger solto un grito alborozado cuando su bola golpeo la de su hermana y la lanzo muy lejos del palo.

– ?Ya te tengo, ya te tengo! -chillo, y agito el mazo de nuevo, como si volviera a golpear.

– ?Eres un nino pequeno! -vocifero Bethany-. ?No juego mas contigo! Haces trampa, me tocaba a mi.

– No es verdad.

– Se esta haciendo oscuro para jugar -tercio Angela, entrando en el campo-. Vamos, Beth. Ahora te toca a ti. Apuesto a que puedes dar a la bola de Brian y lanzarla hasta medio camino.

Angela haciendo de pacificadora. Que cambio, penso Kincaid, con respecto a la nina hosca que se sentaba en un rincon y no hablaba con nadie. Observo a los tres ninos desde las escaleras. En la otra punta del jardin, estaban Emma MacKenzie y John Hunsinger sentados amigablemente en el banco de piedra. Desde luego parecian llevarse mejor que el grupo que acababa de dispersarse dentro.

Patrick Rennie habia sacado a su mujer de la estancia, sonrojado de verguenza.

– Vaya, pobre Patrick -comento Marta Rennie por encima del hombro mientras su marido la conducia fuera. Lo ultimo que oyeron fue el eco de su risita desdenosa en el vestibulo.

Cassie giro sobre sus talones y salio de la habitacion sin decir una palabra. Graham, que llevaba todo el rato tan callado como Cassie, dijo:

– Quizas tenga razon -y desaparecio hacia el bar.

Maureen miro a su alrededor, como sorprendida al no encontrar a su marido y sus hijos pegados a ella:

– ?Que olvido, pero si los ninos no han merendado! -dijo, y salio apresuradamente.

– Ha sido una reunion agradable. Bueno, hasta que… -Janet volvio la cabeza, buscando a su marido con la mirada.

– Asombroso, completamente asombroso. Es increible que un hombre sea candidato para un trabajo publico con una esposa asi. -Eddie salio de la estancia y Janet lo siguio, con una ultima mirada de disculpa a Kincaid.

* * *

Cassie se quito el jersey por la cabeza, enfadada. La lana de angora le habia irritado la piel y se sentia como si un cepillo de puas de alambre le hubiera pasado por encima. Pero el color aceituna le sentaba bien, y aquel dia se habia arreglado con especial cuidado. Aunque de nada habia servido. Podia haberse puesto un saco de harina y hubiera sido igual.

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