Nada le habia salido bien desde que entro en la sala de estar para el coctel. En realidad, nada le habia salido bien desde que tuvo aquella pelea tan encendida con Sebastian la tarde del domingo. Cassie dejo caer el jersey, dio una patada a los pantalones de lino en direccion al dormitorio y se puso una vieja bata de raso que habia dejado sobre el sillon la noche antes. No habia hecho grandes esfuerzos por imprimir su personalidad en aquel ambiente insulso de tejidos estampados y muebles de roble. Hasta preferia hacer el amor en la casa grande que en el chalet, si podia.
El brillo de placer en su rostro ante la idea desaparecio al recordar la ultima vez que habia hecho el amor alli. Siempre sabia que hacer y que decir, pero la situacion se le habia escapado de las manos, y todas sus intenciones habian tenido la fuerza de un chorrito de agua. Todos los hilos de su vida, cuidadosamente urdidos, parecian escapar ahora de sus manos, uno a uno.
La saco de sus pensamientos una suave llamada en la puerta del chalet. Sintio una oleada de rabia y abrio la puerta de golpe:
– Te he dicho que no…
Era Duncan Kincaid, con su irritante sonrisa de gato que se ha zampado el canario.
– ?Esperaba a otra persona? Entonces, me voy…
Cassie abrio la puerta del todo y se hizo a un lado, pero no dijo nada hasta haberla cerrado tras el.
– ?Que hace aqui? -Se cino mas la bata.
Kincaid paseo la mirada por la habitacion, con las manos en los bolsillos, y Cassie recordo de pronto las ropas esparcidas por el suelo. Se agacho y las recogio, las lanzo al dormitorio y cerro la puerta.
– Muy bonito. -Kincaid indico el chalet-. ?Tiene muchas visitas aqui?
Cassie se domino, negandose a dejarse manipular. ?Que sabria ese individuo?
– Solo usted. -Le sonrio recuperando su compostura-. ?Quiere una copa?
Kincaid nego con la cabeza.
– No, gracias. Acaban de darnos una clase practica sobre los efectos nocivos del alcohol, ?no le parece? -Su sonrisa la invitaba a reirse con el de la desastrosa reunion, pero Cassie no se dejo llevar.
– Cassie -dijo, apoyandose en el brazo de una de las mullidas butacas tapizadas de chintz, y la miro con franqueza, como a una amiga, lo que a ella la alarmo todavia mas que su sonrisa-. Si Graham Frazer y usted estaban juntos la noche que murio Sebastian, ?por que no lo dijo? Les habria facilitado las cosas.
Ella le dio la espalda y dio la vuelta al mostrador que separaba la sala de la cocina.
– ?Y un cafe?
Preparo la cafetera; los movimientos rutinarios le daban tiempo para pensar. ?Cuanto sabria? ?Que ganaria si lo negaba?
– Mire, Duncan, no me hable con ese tono paternalista, como si mi bienestar fuera una de sus prioridades. No soy imbecil. Ademas, ?de donde saca que yo estuviera con Graham esa noche? -mantuvo la voz firme, burlona.
– Tiene una relacion con el desde hace tiempo. Resulta probable.
Kincaid se levanto del sillon y se sento en un taburete, al otro lado del mostrador, frente a ella, dandole la sensacion de estar atrapada en la cocina minuscula. La pava electrica sono, y Cassie echo el agua hirviente en la cafetera. Los tazones estaban en un estante al lado de la cafetera. Puso dos sobre el mostrador y se quedo mirandolos, mordiendose el labio. Motivos de pensamientos y rosas adornaban vistosamente su superficie. Eran propiedad del chalet, no suyos.
– ?Y que le lleva a pensar que tengo una relacion con Graham?
Unas gotas del cafe que servia se salieron del tazon y mancharon el mostrador. Kincaid cogio el tazon que le ofrecia. Cassie retiro rapidamente la mano, esperando que no notara su ligero temblor.
– Lo que me sorprende -dijo el, sin hacer caso de su pregunta- es que se hayan preocupado tanto por mantenerlo en secreto. Son los dos libres y adultos, hechos y derechos. Y no creo que a Angela la afectara demasiado.
Cassie envolvio el tazon con sus largos dedos hasta que no soporto el calor, como si el dolor pudiera aguzar su ingenio. Decidio que debia ir de sincera.
– Es Graham. Por lo de la custodia. De momento solo tiene el derecho de visita prolongada. Falta poco para el juicio y ha solicitado la custodia total. Teme que no lo considerarian un padre responsable. A mi me parece una estupidez, la verdad. Lo hace solo por despecho hacia Marjorie. -Tomo un sorbo de cafe caliente e hizo una mueca como si se hubiera quemado la lengua-. Tendre que confesarme con su inspector jefe Nash, claro. No crei que fuera tan importante.
Kincaid no dijo nada, la miraba por encima del tazon mientras bebia, y Cassie se sintio tan estupida como lo que decia.
– Claro que -continuo, hundiendose mas cada minuto que pasaba- preferiria que no fuera del dominio general lo de Graham y yo. A decir verdad, casi lo hemos dejado, y profesionalmente no me iria nada bien que se difundiera. Por eso…
– Por eso… -Kincaid acabo en su lugar cuando ella se interrumpio- penso que era mejor no mencionarlo. No puedo decir que no tuviera razon. Era demasiada complicacion para nada. ?Que importaba donde estuviera cada uno cuando Sebastian decidio electrocutarse en la piscina? Pero hay un detalle. Creo que dentro de muy poco el inspector jefe Nash va a llegar a la conclusion de que alguien ayudo a Sebastian a matarse. Y entonces importa, y mucho, donde estaba cada uno el domingo por la noche.
Kincaid le dirigio una breve sonrisa de aliento, como si hubiera dicho algo de lo mas normal, y siguio con el mismo tono tranquilo y desenfadado. Un temblor de miedo sacudio a Cassie. Le llevo un momento lograr decir algo.
– Es que… Yo no estaba aqui… No estabamos aqui, Graham y yo.
Kincaid abrio mucho los ojos.
– No estarian con Angela…
– No, en la suite vacia. Siempre nos veiamos en las suites vacias, cuando podiamos. Pasamos juntos todo el rato. Volvi aqui despues de medianoche.
– ?Y no penso, no se extrano que la moto de Sebastian siguiera aparcada fuera?
– No.
La palabra, cargada de sentido, quedo suspendida entre ellos y Cassie sintio que la estaba juzgando y que no daba la talla.
– ?No vio ni oyo nada mas, algo extrano?
– No.
No podia contarle lo de la nota, escrita rapidamente y metida bajo su puerta, que demostraba que otra persona habia salido aquella noche de domingo, apartando de su mente a Sebastian y cualquier otra cosa.
– Gracias, Cassie por el cafe.
Kincaid se puso en pie y Cassie dio la vuelta al mostrador y lo siguio a la puerta.
Mientras el abria, ella le toco el brazo para que se detuviera.
– ?Tendra… tendra que salir todo a la luz, cree? Lo de Graham y yo…
– No lo se. Quizas no. Pero no contaria demasiado con la discrecion de Nash.
Ella asintio.
– ?Que le ha hecho cambiar de opinion sobre el suicidio de Sebastian?
– No he cambiado. Nunca he pensado que se suicidara.
La puerta se cerro con un leve chasquido tras el.
Hannah se encontraba en el umbral de la puerta cristalera de su suite, con la habitacion a oscuras, al atardecer. Las voces de los ninos llegaban hasta ella, pero no los veia si no salia al balcon, y no queria que la vieran. Sus emociones estaban tan a flor de piel que pensaba que podian transparentarse incluso desde lejos.
La realidad de lo que habia hecho, de lo que pretendia seguir haciendo, le atenazaba el corazon. Habia vivido en un cuento de hadas en la tierra de nunca jamas, donde todas las historias acaban bien, y ella era el hada madrina, que llegaba para deshacer los entuertos de toda una vida. ?Que estupidez!