Nash lo observo, sus ojos negros brillaban con lo que en otra persona habria sido humor.

– Ha llegado el informe del laboratorio. No hay rastro de huellas dactilares en el enchufe, en el cable y en el calentador. Por lo visto -Nash hizo una pausa, buscando efecto-, tenia razon. El jefe de instruccion se ha negado a dictaminar que fue suicidio.

Nash se acomodo mejor en la silla y cambio de tema.

– El director ha hablado conmigo en un aparte. Que suerte que ese comisario Kincaid estuviera justamente en la escena del crimen y se haya ofrecido a ayudarnos en nuestra investigacion… Segun dice, es usted un nino prodigio para los de arriba. Pero escucheme bien, chico -Nash se irguio en la silla, mostrando toda su malignidad-: no me gusta que los ninos prodigio se crucen en mi camino. No me ha gustado que fuera con la excusa del pesame a visitar a la senora Wade para meter las narices donde no debia. Ni su rango ni sus fantasias -senalo a Kincaid con el dedo- me importan un carajo. Y si se mete en lo que no le importa, se las va a cargar. En mi opinion, si ese desgraciado no se ha matado, es que estaba chantajeando a alguien y ha obtenido su merecido. Y no necesito su ayuda para descubrir a quien.

Nash puso las manos sobre sus rodillas y se inclino hacia delante, preparado, penso Kincaid, para saltarle a la yugular, cuando se oyo un golpeteo frenetico en la puerta. Kincaid se levanto del borde del sofa y acudio a abrir rapidamente. A la tercera va la vencida, penso esperanzado.

Era el inspector Raskin, jadeante, con la corbata torcida, y un mechon sobre un ojo, como si fuera una coma.

– ?El inspector jefe Nash esta aqui? -pregunto, entrecortadamente, y cuando Kincaid asintio lo siguio al interior de la suite. Raskin miro a Nash y a Kincaid y dijo, por fin, sin dirigirse claramente a ninguno de los dos:

– Penny MacKenzie. En la cancha de tenis. Esta muerta.

10

Kincaid no le dio credito hasta llegar a la cancha de tenis. Hannah estaba sentada contra la alambrada, con las rodillas levantadas y las manos juntas sobre el pecho, conmocionada. El cuerpecillo de Penny yacia debajo de la red, con aquella inmovilidad indiscutiblemente definitiva, y, al verla, a Kincaid se le acelero la respiracion como si le hubieran golpeado en el pecho.

– La senorita Alcock llegaba corriendo por el jardin cuando yo entraba con el coche -le refirio con calma el inspector Raskin, indicando a Hannah con un gesto-. Me ha dicho que creia que la senorita MacKenzie estaba muerta y he venido con ella de inmediato.

Kincaid vacilo un momento, luego se acerco a Hannah y se arrodillo a su lado.

– Hannah, ?esta bien?

– No lo se. Casi no puedo respirar. -Miro a su alrededor con expresion asombrada-. Le he dicho al inspector Raskin que me quedaba mientras iba a buscarle. Pero no recuerdo haberme sentado.

– ?Me puede contar lo ocurrido?

– No hay mucho que contar: habia salido a dar un paseo cuando lo deje a usted esta manana para pensar, sin hacer caso de nada. La he visto al bajar por el camino.

– ?Y que ha pasado entonces?

– Me he acercado. Al principio he pensado que se habia encontrado mal y se habia desmayado. Entonces le he visto la cabeza. -Hannah se interrumpio y trago saliva-. Pero he pensado que podia respirar todavia, y le he auscultado el pecho, luego he buscado el pulso en el cuello. Tenia la piel fria. -Hannah se puso a temblar-. No sabia que mas hacer.

Kincaid le cerro mas el jersey, aferrandolo por las solapas.

– Estoy seguro de que ha hecho todo lo posible por ella. Lo mas importante ahora es cuidar de usted. Ha tenido un shock.

Miro a su alrededor. Raskin estaba arrodillado al lado del cuerpo de Penny, sin tocarlo, y Nash, que se habia detenido para llamar a la jefatura, todavia no habia aparecido.

– Aunque creo que es mejor que se quede hasta que llegue el inspector jefe Nash. Querra una declaracion suya. ?La llevo hasta alli? -Senalo el banco del camino, sobre la cancha, y ayudo a Hannah a levantarse.

– Duncan -dijo Hannah, volviendose mientras el le abria la verja-, ha podido ser un accidente, ?verdad? ?Puede haberse caido y golpeado la cabeza?

– No lo se todavia, pero lo dudo mucho.

– Pero ?por que? -Hannah le atenazo el brazo convulsivamente-. ?Por que iba nadie a hacer dano a Penny?

Por que, en efecto, penso Kincaid mientras volvia a la cancha. Porque Penny habia visto u oido algo que amenazaba la seguridad de alguien, y si el no hubiera sido tan torpe habria descubierto que era.

Kincaid se puso de cuclillas al lado de Raskin, de mala gana.

Penny yacia sobre el costado derecho, con el puno cerrado bajo la mejilla y los brillantes ojos azules cerrados. Solo sorprendia la extrana torsion de sus piernas, hasta que se reparaba en la nuca: la hendidura, aunque pequena, habia sangrado abundantemente, formando un charco debajo de ella. Una raqueta de tenis a unos centimetros de su mano izquierda extendida, como si hubiera caido despues de una jugada de volea en la red. El marco de la raqueta tenia una mancha de sangre de color oxido. Los binoculos de Penny estaban medio sepultados bajo su cuerpo, y Kincaid retuvo su necesidad urgente de sacarlos, como si importara su comodidad.

– Dios mio -dijo, sintiendo que le picaban los ojos y la garganta se le contraia. Se presiono debajo de los pomulos con los dedos hasta que la sensacion paso.

– Huum. -Raskin no levanto la vista, fija en la herida de la cabeza de Penny-. No es agradable de ver. Yo diria que estaba al lado de la red, posiblemente mirando algo con los binoculos, cuando el asesino la golpeo por detras.

– Y yo diria -anadio Kincaid, cuando estuvo seguro de poder hablar- que el asesino ha tenido mucha suerte. Actua por impulso, aferra lo primero que encuentra y resulta que funciona. Pero podria no haber sido asi. El calentador electrico podria haber fundido los fusibles de toda la casa y apagarse antes de electrocutar a Sebastian. Y Penny… -aparto la vista- no ha sido un golpe tan fuerte. He visto a gente ir al hospital a pie con heridas peores que esta en la cabeza.

– Soy de su misma opinion -dijo Peter pensativo-. Pero en ningun caso tenia mucho que perder. Sebastian no lo vio. A Penny podia golpearla de nuevo si hubiera caido inconsciente. ?Cree que ha esperado a comprobar? - Peter miro a Kincaid por debajo de las cejas levantadas-. No creo que haya muerto enseguida. Ha sangrado mucho.

– Maldito bastardo. -La contencion que Kincaid se habia impuesto ante su rabia se resquebrajo. Inspiro hondo, esforzandose por contenerla-. Lo dudo. Demasiado arriesgado, incluso para nuestro hombre. Estamos los dos hablando de un hombre. Pero no tenemos indicio de que asi sea.

– Es una manera de generalizar -respondio Peter-. No, nada descarta a una mujer, en ninguno de los dos casos. Si es que se trata de la misma persona.

– Yo creo que si. Lo juraria. La misma persona, y las dos veces por la misma razon. Penny vio algo relacionado con la muerte de Sebastian, de eso estoy seguro. Empezo a contarmelo, pero nos interrumpieron y nunca he sabido de que se trataba. Pero Sebastian… ?que vio Sebastian? ?Que averiguo? Esa es la cuestion. ?Que hay detras de todo esto? Y, sobre todo, -Kincaid se levanto y estiro las rodillas entumecidas mirando hacia la verja- ?donde diablos esta su jefe? Se lo esta tomando con calma.

– Bueno, ya conoce al inspector jefe Nash -dijo Raskin, sardonico-, le gusta delegar.

– Entonces que delegue a alguien para tomar declaracion a la senorita Alcock mas tarde. La voy a acompanar a la casa. Que se mosquee todo lo que quiera. -Pero Kincaid se quedo un momento mas, mirando fijamente la raqueta de tenis. Gran parte del barniz habia desaparecido hacia mucho tiempo de su perimetro de madera. Algunas de las cuerdas habian saltado y el mango estaba manchado y desgastado. Su estado no era precisamente perfecto-. ?De donde sacaria el asesino la raqueta? No creo que la trajera solo por si acaso se encontraba a alguien a quien sacudir.

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