– Si. Tengo entendido que la senorita MacKenzie tiene una hermana. ?Cree que deberia visitarla?
– ?No le importa? -pregunto Kincaid-. Aunque no estoy muy seguro de que la reciba bien.
Anne Percy sonrio:
– No importa. Estoy acostumbrada a esas situaciones.
La furgoneta de la funeraria estaba aparcada con las puertas de atras abiertas y Kincaid se dispuso a esperar tambien. Le parecio raro no estar dirigiendo el remolino de actividad que lo rodeaba, ni siquiera llevando a cabo alguna tarea asignada, como habia hecho tantas otras veces.
La puerta de la casa se abrio suavemente a sus espaldas y se volvio: Emma MacKenzie se paro vacilante en el umbral. Parecia encogida, su dinamismo y su pragmatismo se habian evaporado. Las arrugas entre la nariz y la boca marcaban profundamente su rostro.
– ?Esta usted bien? -pregunto Kincaid.
– Ha venido a verme la doctora Percy de parte de usted. Amable, pero innecesaria.
Kincaid se sintio aliviado al oir su voz tan ronca y hosca como siempre; percibio que, a su manera aspera, ella reconocia sus atenciones. La mujer miraba la furgoneta, sin verle a el, empezo a hablar y levanto la mano en un gesto suplicante.
– No falta mucho -dijo el suavemente-, creo que casi han terminado.
Emma fijo la vista en el rostro de Kincaid.
– Parecia tan decidida esta manana… Llena de buenos propositos. Ya sabe como Penny a veces va… iba de una cosa a otra. Pero estaba tranquila. Cuando le he preguntado, me ha sonreido. Y yo he pensado: que tontorrona, con sus secretitos…
La voz le fallo.
– No, senorita MacKenzie, no se torture. Los dos tenemos culpa por no haberle hecho caso.
Del jardin llego un ruido de pisadas. Los encargados de la funeraria transportaban la camilla por la parte alta del sendero y cruzaban el cesped, seguidos de cerca por el inspector Raskin. Penny yacia envuelta en polietileno negro precintado, con la precision de un regalo de Navidad.
Kincaid cogio a Emma por el brazo.
– ?De verdad se ve con animos? -Emma asintio bruscamente, pero no aparto la mano de Kincaid cuando bajaron las escaleras.
La parte final de la funda de plastico se habia dejado abierta, y Raskin aparto los bordes con delicadeza para descubrir la cara de Penny. Emma la miro durante un buen rato, luego asintio de nuevo. Raskin cerro el envoltorio y lo sello con el rollo de cinta que llevaba en la mano. Los ayudantes dejaron la camilla en la furgoneta y cerraron las puertas con movimientos rapidos y fluidos, fruto de su larga experiencia, y cuando el conductor ocupo su asiento, Kincaid le oyo decir:
– Vamos, deprisa, llegamos tarde a comer.
Las luces de freno soltaron un destello cuando salio a la carretera, y Kincaid se fijo en que el cielo estaba encapotado.
– Esta manana ha dicho algo -Emma salio de su ensimismamiento-, mientras recogia sus cosas. Era casi… Creera usted que estoy loca.
– No, siga.
– Era casi como una letania que se repetia para si misma. «Uno u otro, uno u otro»… Era algo que nos decia mi padre de pequenas cuando nos costaba tomar una decision. Uno u otro.
11
Gemma asomo la cabeza por la ventanilla del Ford Escort y llamo al empleado de la gasolinera.
– ?Me puede decir donde esta Grove House?
– La proxima a la izquierda, al doblar la esquina. Es la vieja casa senorial, la vera enseguida.
Era joven y guapo, y su amable respuesta la animo, aunque probablemente habia pasado de largo de la maldita casa… Habia dado tres vueltas al pueblo y ya no sabia donde habia estado y donde no habia estado.
Los pueblos la ponian de malhumor, y aquel no era una excepcion. Situado en el interior de Wiltshire, completamente rodeado por canteras de grava, parecia una isla. Nada de calle de cuento con tiendecitas encantadoras. Era un batiburrillo de casas nuevas apinadas que parecian dobladas unas sobre otras, y alguna que otra vieja mansion metida en medio.
Pero ninguna era la que buscaba: el numero dos de Grove House. Calles sin nombre ni numero. ?Como se supone que la iba a encontrar?
Gemma doblo a la izquierda en el pub y, antes de darse cuenta, se encontro en una calle de casas nuevas sin salida. Dejarse vencer por la frustracion no serviria de nada, penso. Respiro hondo, hizo marcha atras y siguio la acera despacio.
A unos metros del pub de la esquina, encontro una abertura en el seto. Habia una pequena placa metalica en una puerta de hierro forjado, abierta. Grove House, leyo Emma. Metio el coche en el camino, freno y los neumaticos chirriaron sobre la grava. El ruido de la calle llegaba amortiguado por los altos setos, y por la ventanilla del coche noto el olor de tierra removida. Habia una carretilla y una pala al lado de un monton de abono en la hierba. Suponia que era abono. Su practica con los jardines consistia en cortar la hierba de los dos metros cuadrados de cesped que el anuncio de su casa habia llamado «un espacioso jardin posterior».
Lo que se veia de la casa era el estuco gris, la pizarra y una enredadera verde, con un seto tupido que se proyectaba en angulo recto desde el centro, marcando la division entre el numero uno y el numero dos. Se pregunto que aspecto habria tenido la casa cuando era nueva, y por un momento se imagino que se habia mantenido intacta, como amurallada, mientras el pueblo crecia a su alrededor.
– Demasiado romantica para ti, carino -se dijo en voz alta. Luego se puso en movimiento y salio del coche.
El numero dos resulto que estaba en el lado izquierdo, medio escondido por el seto central. Gemma se arreglo el pelo con las manos y se coloco bien el bolso en el hombre antes de llamar al timbre. Se oyeron unos pasos rapidos sobre las baldosas y una mujer abrio la puerta. Era esbelta, de una belleza marchita y una sonrisa indecisa.
– ?Senora Rennie? -pregunto Gemma, tendiendole su carnet de identificacion-. Soy Gemma James, de la policia de Londres, y me gustaria hablar un momento con usted.
– Por supuesto. -La senora Rennie parecia asombrada-. ?En que puedo servirla? -Su expresion se volvio algo aprensiva-. ?No sera por ese feo asunto de Yorkshire? Patrick me ha llamado para contarnos algo… -Gemma vio la aprension convertirse en alarma-. ?No sera Patrick? ?Le ha pasado algo a Patrick?
– No, no -Gemma se apresuro a tranquilizarla-. Su hijo esta perfectamente, senora Rennie. Es que tenemos que hacer una investigacion de rutina sobre todos los huespedes de Followdale House.
Esbozo la mejor de sus sonrisas.
– Que tonta soy. Por un momento… -La senora Rennie se acordo de sus buenos modales e hizo pasar a Gemma al vestibulo-. Entre. No he debido tenerla en la puerta.
En una mesa estrecha habia un enorme jarron de flores cuidadosamente dispuestas. Junto con los retratos al oleo suavemente iluminados a lo largo del pasillo, fue lo unico que vislumbro antes de que la senora Rennie la llevara al salon.
– Sientese, por favor. ?Le apetece un te?
– Me encantaria. He conducido mucho para llegar aqui -dijo Gemma, pensando que en esta casa no podia ofrecerse a ayudar en la cocina. Una vez sola, examino la estancia. Como el resto de la casa, era de una elegancia deteriorada: objetos caros y usados; la alfombra oriental tenia trozos raidos, las sillas y el sofa tapizados de chintz estaban deformados. Habia libros, mapas y objetos que penso que debian de venir del Lejano Oriente. Y la habitacion, con su ajada finura que evocaba la buena lana y zapatos practicos, incomodo profundamente a Gemma.