Noto el olor mezclado de flores, muebles encerados y encuadernaciones de libros polvorientas, y penso en su casita adosada, donde el olor a grasa y col hervida de la vecina se colaba por las paredes, y por mucho que abriera la ventana y ventilara no se iba nunca del todo. Penso en su comedor beige, de tela basta y barata, y acaricio el suave chintz de aquel sofa. Bueno, hacia lo que podia, con su sueldo y la guarderia de Toby… Y Rob que no era muy fiable a la hora de pagar la manutencion del nino.
Un ruido de cacharros en la cocina la saco de sus pensamientos. Suspiro y apoyo la espalda en el blando sofa. La senora Rennie empujo la puerta de dos batientes con el hombro e hizo pasar la bandeja de te. Cuando Gemma se levanto para ayudar, la senora Rennie la detuvo con un rapido gesto.
– No, no se levante. Puedo hacerlo sola.
Gemma tomo la taza que le ofrecia y la puso en equilibrio sobre sus rodillas.
– Senora Rennie -pregunto, mientras removia el te-, ?su hijo y su nuera llevan yendo a Followdale mucho tiempo?
– Unos dos o tres anos. Al principio Marta estaba muy ilusionada, e iban encantados.
– ?Y ahora no? -Gemma sorbio un poco de te. Era Earl Grey, que no le gustaba, pero su aroma de flores resultaba apropiado para el lugar.
– Bueno, supongo que se ha convertido en algo rutinario, como pasa en todo. Y Patrick esta tan ocupado con sus compromisos politicos… Pero fijese -la senora Rennie fruncio un poco las cejas-, ha sido Marta quien ha propuesto vender su parte e ir a otro lugar.
– ?Pero no lo han hecho?
– No. Patrick no mostro mucho entusiasmo.
– Estara orgullosa de su hijo, senora Rennie. Se que le esta yendo muy bien…
– Si, mejor de lo que esperabamos. Ha tenido un ascenso meteorico en el partido.
Sonrio orgullosa, pero Gemma noto cierta reserva en su voz, como si la vida de Patrick no fuera lo que queria que fuera.
– ?Su hijo o su nuera han comentado alguna vez que hubiera algo raro en Followdale House? A veces - prosiguio Gemma en tono confidencial-, la gente comenta una cosa y luego la olvida completamente.
La senora Rennie reflexiono un momento.
– Que yo recuerde, no. Patrick no suele decir cosas desagradables de la gente o repetir habladurias.
Aunque el tono habia sido muy amable, Gemma percibio que, muy sutilmente, la habian puesto en su lugar.
Gemma se acabo el te y dejo con cuidado la taza y el platito en la bandeja de madera.
– Gracias, senora Rennie. Ha sido usted muy amable y no quiero robarle mas tiempo. -Se levantaron, y Gemma tuvo un momento de vacilacion cuando se dirigian ya hacia la puerta-. ?Le importaria que me lavara las manos y me refrescara un momento antes de irme?
– Por supuesto. -La senora Rennie la llevo al vestibulo-. Arriba, a su izquierda.
– Gracias.
Gemma se detuvo delante del primer retrato. Un chico la miraba inquisitivo. Parecia que el cabello claro se fuera a liberar de un momento a otro de su peinado, y los ojos azules en el rostro delgado parecian amables y curiosos. Unos doce o trece anos, dedujo Gemma, con corbata de uniforme escolar asomando por el cuello de un jersey azul. Se pregunto si Toby estaria tan guapo algun dia.
– Que precioso retrato. ?Es su hijo, senora Rennie?
– Si, es Patrick. Lo encargamos. Se parece mucho.
– Pues el parecido con usted es asombroso.
La senora Rennie se rio.
– Si, es la broma que hacemos siempre en familia. -La cara de Gemma debio de demostrar su incomprension, porque la senora Rennie se apresuro a decir-, perdone, veo que no lo sabe.
– ?Saber que, senora Rennie?
– Que Patrick es adoptado. -Su expresion se suavizo-. Tenia tres dias cuando llego. Se hizo todo con mucha discrecion, nada que ver con las vias oficiales. El abogado de mi marido se ocupo de todo. Por supuesto, se lo explicamos a Patrick en cuanto tuvo edad para entenderlo.
– Pues no, no lo sabia. -Gemma estudio el retrato-. El parecido es asombroso.
– Una pequena intervencion divina -respondio la senora Rennie, y Gemma vio un toque de humor en su sonrisa.
Gemma miro la entrada de la casa desde la ventana del bano. Habia oido el ruido de un motor mientras se secaba las manos y vio un coche familiar entrar en el cobertizo que habia al lado de la casa. No se atrevio a fisgonear: las tablas del parquet crujian y estaba segura de que desde abajo podian oir cada paso que diera.
Las voces le llegaron claramente mientras bajaba por las escaleras.
– Louise, no tienen ningun derecho. Es completamente…
Cuando ella llego al ultimo rellano, volvieron las cabezas. El hombre era alto y delgado, con un bigotito sedoso que era casi como una marca del militar retirado.
– Mi marido, el comandante Rennie.
La mujer mantuvo los dedos apoyados levemente en su brazo en un gesto de contencion.
– No se en que podemos serle utiles. -Se habia puesto colorado. No hay duda, penso Gemma, que su mujer ha tratado de ablandarlo-. Estoy seguro de que ese sordido asunto no tiene nada que ver con nosotros ni con nuestro hijo. Si tiene mas preguntas, puede hablar con mi abogado…
– John, no creo que haga falta…
– Como le acabo de decir a su esposa, senor Rennie, no hay por que preocuparse. Estas preguntas son rutinarias en una investigacion de asesinato.
Aun dicha con suavidad, el poder de la palabra «asesinato» los acallo a los dos, y Gemma leyo en sus rostros el inicio del miedo.
– He inspeccionado el despacho de Cassie Whitlake -sonrio Peter Raskin-. No puedo decir que nos lo haya cedido encantada. Busque un sitio libre y sientese.
Miro la estancia desde el umbral.
– Solo hay una silla a este lado del escritorio. -Volvio al bar y levanto un taburete de la barra con una mano-. ?Servira?
– Ya lo creo -contesto Kincaid, y se instalo en un rincon del pequeno despacho-. Encaja con lo precario de mi posicion.
Observo como Raskin probaba los pivotes de la silla de Cassie y les daba una palmada aprobatoria. Sus habiles dedos igualaron la temblequeante piramide de papeles hasta que fueron un monton ordenado en un rincon de la mesa.
– Se va a enfadar -dijo Kincaid senalando la superficie del escritorio, ahora despejada.
– No sera la unica. Todos los huespedes estan citados ahora, y he oido que el agente los reunira en la sala. Estaran cansados y quejosos, querran irse a tomar el te, asi que cuando antes los recibamos, mejor.
– Hagamos pasar primero a los Hunsinger y asi los quitamos de en medio. Segun me ha dicho Emma MacKenzie, han estado toda la manana en la piscina con los ninos.
Raskin salio de detras del escritorio, fue al bar y volvio al cabo de un momento con una taciturna Maureen Hunsinger.
Maureen sonrio tristemente a Kincaid mientras Raskin le ofrecia la silla. Ella se sento en el borde, muy tiesa, y el vestido blanco de algodon fruncido se hincho a su alrededor. Kincaid penso que podria haber estado ridicula, con el cabello mas crespo de lo normal por las horas en la piscina y la cara colorada e hinchada por el llanto, pero vio una cierta dignidad en su postura y en su evidente tristeza. Una madonna voluptuosa y versatil. Contuvo una sonrisa.
– John esta con los ninos. ?Lo necesitaran tambien a el?
– Probablemente bastara con que firme la declaracion de usted -respondio Raskin con diplomacia.
– Para los ninos ha sido terrible. Primero Sebastian y ahora esto. ?Que podemos decirles, que tenga sentido? Esta manana hemos pensado que si se divertian en la piscina olvidarian lo que habia pasado alli, pero ahora… -