– Usted no va a… -El telefono sono, sobresaltandolos con su insistencia. Nash aferro el auricular-. Aqui Nash. Que… -Las invectivas que estaba a punto de pronunciar murieron en sus labios-. Senor. Si, senor, esta aqui. - Acribillo a Kincaid con sus ojos-. Si, senor. Eso esta claro. El mejor trato. -Nash colgo el telefono con lentitud, miro a Raskin primero, luego a Kincaid, antes de lograr hablar-. Por lo visto el jefe de policia regional ha tenido una conversacion con el subdirector general. El jefe de policia cree que puede usted sernos de ayuda en la investigacion, y el subdirector ha consentido. ?No sera -el tono sarcastico iba dirigido a Kincaid- el subdirector quien ha llamado, y no al reves?

– Es posible -Kincaid respondio, sin darse por aludido-. Inspector jefe, yo no quiero decirle como tiene que hacer su trabajo. Solo me gustaria poder acceder a la investigacion.

– O sea, interferir cuando le venga en gana.

– Mas o menos -sonrio Kincaid.

– Tendre que dejar que meta sus narices de engreido en mis asuntos, pero eso no significa que lo haga de buen grado -replico Nash, con una expresion hosca-. Usted -dijo, volviendose a Peter Raskin, cuya estudiada neutralidad no le iba a salvar de ser la siguiente cabeza de turco.

– Inspector jefe -interrumpio Kincaid antes de que Nash pudiera descargar su mal genio sobre su subordinado-, ?que hay del informe de la autopsia de anoche?

Nash revolvio los papeles de la mesa hasta encontrar la carpeta que buscaba y repaso el contenido.

– Segun el patologo, murio entre la hora en que la vieron por ultima vez y la hora en que se la encontro.

Kincaid vio un brillo de humor en los ojos de Nash, prueba, espero, de un principio de deshielo.

– Esto promete -resoplo Kincaid-. ?Que mas?

– El craneo de Penny MacKenzie tenia un espesor inferior al normal. No hizo falta mucha fuerza para descargar el golpe. El asaltante era de mediana estatura, hombre o mujer. Si fue una mujer, probablemente uso las dos manos. -Nash se apoyo en el respaldo y la silla crujio peligrosamente-. Se me ocurre, comisario -dijo, en tono desenfadado, con una gran sonrisa- que su amiguita, la senorita Hannah Alcock estaba situada muy convenientemente para encontrar el cadaver de la senorita MacKenzie.

La distension de Nash habia durado poco.

El telefono sono otra vez antes de que Kincaid pudiera responder. La prorroga lo alivio. Paseando abstraido por la habitacion mientras Nash hablaba, Kincaid se detuvo en la puerta del dormitorio, donde Cassie y Graham decian que se habian visto la noche en que murio Sebastian. Recordo la rafaga de luz que Hannah y el vieron por la ventana. De diez a doce, habia dicho Cassie. Mucho tiempo para lo que Cassie habia descrito como un apresurado encuentro sexual. ?Que mas habia ocurrido entre ellos? ?Habrian discutido?

Los nombres cruzaban por su cabeza: Cassie y Graham, Hannah y Patrick, Cassie y Patrick… La idea que se le ocurrio parecia plausible. ?Era posible que Hannah, como Penny, hubiera descubierto algo que proyectara sospechas sobre alguien? ?Estaria Hannah, como Penny, guardandoselo para si por cierto sentido del honor o de juego limpio?

Nash termino con su llamada y Raskin aprovecho la ocasion para hablar:

– Me llevo esto al laboratorio, senor -y recogio la bolsa de plastico de la mesa. Kincaid cruzo con el una mirada burlona y penso que podian hacerse favores mutuamente.

– Gracias -dijo Kincaid, y se volvio hacia Nash-. Me marcho, si no hay nada mas, inspector jefe. Estare por los alrededores, por si necesita algun consejo.

Levanto una mano y salio de la habitacion antes de que la idea de pedirle un consejo provocara una apoplejia a Nash.

Cuando cruzo el vestibulo reparo en el paraguero junto a la entrada, un cubo de laton forrado con un papel pintado en rojo y verde que representaba una escena de caza. Unos elegantes jinetes vestidos de rojo saltando vallas con sus estilizados caballos. Delante de ellos corrian los perros, que luego se apinaban en torno a su presa. El zorro yacia agonizando.

* * *

Hannah acudio a la puerta enseguida, con la expresion de alguien que espera malas noticias. Se habia esmerado mas en mejorar su aspecto que el dia antes, pero el habil maquillaje no ocultaba su palidez excesiva ni las ojeras.

– Duncan -dijo en un susurro. Kincaid percibio el mismo brillo de decepcion en sus ojos que le parecio ver la primera noche, cuando el se acerco a su mesa para presentarse.

– Que… Hay…

– No -dijo el bajito, respondiendo a su pregunta muda-. No hay noticias. Solo vengo a ver como esta.

Pero lo que veia no le gusto.

– Pase, pase. Le preparo un cafe. Yo estaba tomando uno. -Hannah se volvio bruscamente y fue a la cocina, golpeandose el codo al rodear el mostrador.

La suite de Hannah, tal como habia descubierto Kincaid el dia antes, no era la replica exacta de la suya. El tamano y la situacion de las habitaciones diferia ligeramente, asi como las tonalidades: rosas apagados en lugar de verdes apagados. No habia adquirido, como la suya, el aspecto de un lugar habitado por alguien durante una semana; no habia libros ni alguna prenda de ropa por el salon, ni platos en el escurridor.

Kincaid se quedo de pie torpemente delante de la cocinita, observando los movimientos bruscos de Hannah, tan diferentes a sus habituales gestos contenidos. Si algo la habia preocupado, dedujo Kincaid, lo habia resuelto con alguna accion, y estaba tratando de asumirlo.

– ?La ayudo? -le pregunto, mientras Hannah dejaba caer cafe molido por la encimera.

– No, ya me arreglo. Gracias. -Recogio el cafe esparcido y preparo la cafetera-. Bueno. Estara enseguida.

La mirada de Hannah esquivo los ojos de Kincaid. El cafe no habia terminado de salir, pero ella saco el filtro y echo el cafe en una taza.

– Vamos a sentarnos.

Kincaid le puso una mano en el hombro y la guio al salon, sin dejar de preguntarse como empezar lo que queria decirle. Sentarse no parecio calmar a Hannah; se acurruco en el borde del sofa, y cuando levanto la taza le temblaban las manos.

– ?Frio? -pregunto Kincaid.

– ?Yo o el cafe?

– Que malo. Su humor, no el cafe.

Kincaid sonrio y ella se relajo un poco.

– Hannah -dijo, despacio-, ?le ha hablado Patrick Rennie alguna vez de Cassie Whitlake?

– No -respondio ella, sorprendida, mirandolo directamente a los ojos por primera vez-. ?Por que deberia? -su reaccion se hizo mas energica-, ?por que deberia hablarme de Cassie, y de que iba a tener que hablar? No creera que Cassie… tiene que ver con…

– Creo que Patrick debe saber bastante sobre si Cassie tiene o no que ver; debe saber mas sobre Cassie Whitlake de lo que quiere dejar ver a nadie, sobre todo a su mujer.

– ?Patrick… y Cassie? -El colorete de Hannah parecio escarlata sobre la repentina palidez marmorea de su piel.

– Bueno, eso creo -dijo Kincaid en tono desenfadado, sorbiendo su cafe-. Resulta que Cassie ha tenido una relacion con Graham Frazer durante cierto tiempo, pero creo que ultimamente ha habido algun cambio. Un nuevo amante, alguien con buenas perspectivas de futuro, una promesa. Y Cassie esta nerviosisima porque teme que alguien descubra que todavia se ve con Graham.

Hizo una pausa, calibrando la reaccion de Hannah. Estaba muy rigida, con la taza abandonada entre sus dedos.

– En realidad no me extranaria que hubiera intentado cortar con Graham y el se hubiese puesto terco, me da la impresion de que es un tipo testarudo. Ahora demos un giro a la situacion y analicemosla: Cassie no quiere que Patrick se entere de lo de Graham, ?entendidos? Si acaba el romance, se acaban las perspectivas, reales o imaginarias. Pero, ?y Patrick? ?Que significaria para Patrick que alguien, sobre todo su mujer, se enterara de lo de Cassie? ?Una guerra? ?Un sonoro divorcio? ?Un escandalo en la prensa del corazon?

Inclino la cabeza inquisitivamente, como si Hannah hubiera expresado escepticismo.

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