asustada, me daba miedo que las cosas se le pusieran dificiles. No queria que…

– ?Que estropeara la imagen de hijo perfecto que ha dormido todos estos anos como si fuera el principe durmiente, para despertarse con el beso de su madre?

Ahora las lagrimas rodaron, incontenibles.

– No, Patrick, por favor, eso es injusto.

– Supongo que si -dijo el al cabo de un momento-, pero tambien sus expectativas. Deberia haber dejado las cosas como estaban.

Sonreia con frialdad. La observo, parecio tomar una decision.

– Lo siento, Hannah.

Hannah lo vio poner la mano en el reborde ruinoso, saltar por encima y alejarse de ella por el campo de hierba.

* * *

Estaba sentada en la tapa del retrete, con un panuelo mojado en la cara. Habia dejado de llorar y se sentia exhausta, con esa curiosa ligereza que se instala a veces en la cabeza despues del llanto. Llevaba anos sin llorar asi, los sollozos habian salido de algun lugar en su interior que no sabia siquiera que existiera. Ahora se sentia extranamente sosegada, como purgada.

Patrick tenia razon, por supuesto. ?Que habia esperado? ?Aceptacion? ?Carino, incluso? Habia sido una fantasia, alimentada por la necesidad. Habia creado una imagen del hijo perfecto para llenar un hueco indefinido en su interior.

Hannah suspiro e introdujo el panuelo en la palangana de agua fria. Bueno, ahora todo habia terminado. Habia hecho lo que se habia impuesto. No tenia sentido exponerse a la humillacion. Si es que la policia la dejaba irse, claro. Volvio a mojarse la cara y se la seco con la toalla a golpecitos, sin atreverse a mirarse al espejo. Pasarian horas antes de que se le deshinchara, pero debia encontrar enseguida al inspector Nash, o podia perder toda su determinacion.

Hannah se dirigio primero a la suite de Kincaid en busca de soporte moral, pero cuando rozo la puerta con los nudillos se dio cuenta de que no podia hacerle frente y se alejo. Era mejor que viera a Nash ella sola.

El vestibulo estaba vacio, la casa en silencio, y Hannah se dio cuenta de que no tenia ni idea de la hora que era. ?Era la hora del almuerzo? ?Eran las primeras horas de la tarde? ?La hora del te? Las referencias de tiempo no tenian sentido para ella. Se quedo un momento en lo alto de las escaleras, ensayando lo que le diria a Nash. ?La enfermedad de su director? ?Prisa por volver a Oxford para algun proyecto de trabajo urgente?

Sintio una oleada de culpabilidad. ?Como habia podido olvidar la enfermedad de Miles durante los ultimos dias? No habia llamado ni una sola vez a la clinica para hablar con el, a pesar de todo lo que habia hecho por ella. Era hora de que volviera en si.

No se oia nada. Solo una corriente de aire le indico que la puerta se habia abierto a sus espaldas. Antes de que pudiera volverse o hablar, noto que le daban un empujon por la espalda.

Mientras las escaleras se precipitaban a su encuentro, se grabo en su mente un detalle nimio, inconsecuente: en su espalda, la mano era calida.

15

De Suffolk a Sussex, a Wiltshire, a Oxfordshire, dando vueltas como un tiovivo. Solo de pensar en los ultimos dos dias, Gemma sentia un mareo. Y cansancio.

Parecia que hubiera dormido con la ropa puesta, y era solo la segunda parada de la manana: la calle Lavender Lane, en la urbanizacion Wildmeadow Estates. Buf. Que nombre tan poco adecuado para aquel barrio nuevo en los alrededores de St. Albans. Casitas clonicas, como cajas, se alineaban en filas perfectas por el terreno, pelado de todo lo que pudiera recordar una flor silvestre. Y sin embargo no parecian baratas. Al senor Lyle no debia de irle mal del todo.

La casa que pertenecia a los Lyle no se distinguia de las otras. Gemma detuvo el coche y apunto con precision el kilometraje en la libreta. Kincaid nunca se acordaba de anotar el suyo, y eso la exasperaba. Quizas con un sueldo de comisario podia permitirse ser descuidado; que suerte, penso con sorna. Suspiro y se pregunto por que se sentia tan desanimada. No le gustaba trabajar sola, en parte era eso. Se habia acostumbrado a la presencia de Kincaid, que le daba mucha seguridad; era extrano, porque recordaba lo nerviosa que se puso cuando la asignaron a el.

Y con este caso -?se podia llamar caso?- se sentia completamente en alta mar. ?Como podia excavar sin saber que buscaba? La accion tenia lugar en Yorkshire, y no tenia ni idea de si los pedacitos de informacion desconectada que estaba recogiendo podian servir de algo.

Lavender Lane parecia desierto, como si todos sus habitantes hubieran hecho el equipaje de pronto y se hubieran marchado a la luna. Ni un cochecito de bebe, ni bicis de nino o motocicletas abandonadas en los jardines. Gemma intento encontrar a los vecinos de ambos lados sin exito. Indudablemente la hipoteca alli costaba dos salarios y todas las madres debian estar trabajando despues de haber dejado a los ninos en la guarderia. Decepcionada, habia dado media vuelta para dirigirse hacia el coche, cuando capto un movimiento en la cortina de la casa de enfrente.

La mujer que acudio a abrir a Gemma vestia tejanos y camiseta, y llevaba a un nino de cara pegajosa sentado en la cadera.

– Si busca a los Lyle -le dijo antes de que tuviera tiempo de hablar, con los ojos llenos de curiosidad-, se han marchado de vacaciones.

– Ya lo se. Estamos haciendo unas preguntas rutinarias por algo que ha pasado en el lugar donde estan de vacaciones. ?Los conoce? Tal vez pueda ayudarme.

– Janet esta bien, ?no? -El nino capto la nota de alarma en la voz de su madre y empezo a inquietarse.

– Estoy segura de que la senora Lyle esta muy bien, pero ha habido dos muertes inexplicadas.

– ?Inexplicadas? ?Accidentales, quiere decir? -Los brazos de la mujer se tensaron en torno al nino y el empezo a llorar de verdad.

– Bueno, no lo sabemos. -Gemma hizo un esfuerzo para que se la oyera a pesar del jaleo que estaba montando el nino-. Por eso estamos investigando. Podria hacerle unas…

– Mejor que entre. -La mujer balanceo al nino y le dijo-: chit, Malcolm, chit.- Luego tendio la mano libre a Gemma-: Soy Helen North. Venga a la cocina. Janet y yo somos muy amigas cuando el no esta. -Indico la cocina y dijo, por encima del hombro-. No me gustaria que le pasara nada, ya ha sufrido bastante, la pobre.

Gemma la siguio, pensando que el nombre de Helen sonaba demasiado antiguo y elegante para aquella madre desalinada. Helen North hizo sentar a Gemma junto a una mesita en su luminosa cocina y dejo al nino en el suelo, en medio de un monton de cubos de plastico.

– Perdon, estoy perdiendo la educacion: ?quiere una taza de te?

– Si, gracias.

Por su trabajo, Gemma consumia mas tazas de te que un vicario, pero por suerte las propiedades diureticas del te la afectaban poco. Y esta vez el te le apetecia de verdad. En su primera parada en Finchley ni siquiera se lo habian propuesto.

– Muy bien, pongo el hervidor al fuego.

Su voz se habia vuelto mas cantarina con las ultimas palabras.

– Es usted irlandesa -dijo Gemma sin dudar.

– Del condado de Cork -puntualizo Helen, sonriente-. Intento no parecer recien llegada, pero cuando me despisto se me nota. ?Puede creer -acaricio los rizos rojizos de su hijo- que ha sacado el cabello de su padre, siendo yo irlandesa?

– Tambien mi hijo tiene el pelo claro y liso como un escandinavo -respondio Gemma. Se rieron, porque habian encontrado un terreno comun.

– Quizas por eso no le caigo bien a Eddie Lyle -dijo Helen, dejando la taza delante de Gemma y sentandose enfrente-. Pensara que ser irlandes es mala cosa. El era militar, aunque no se diria al verlo. Sirvio en Irlanda del

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