17

Kincaid se paseaba por la recepcion, mal iluminada, esperando escuchar, con cierto sentimiento de culpa, los pasos ligeros de Anne Percy. Habia dejado a Patrick Rennie ocupado con su copa en el bar vacio, y tenia mas dudas que nunca sobre si aquel hombre era sincero o un gran mentiroso.

Si Cassie corroboraba la historia de Patrick, ?seria una coartada suficiente? Hannah le habia dicho que habia llamado a su puerta antes de bajar las escaleras. Pero habia sido apenas un toque, le dijo, porque luego cambio de opinion y decidio seguir sola. ?Seria el ruido que oyo mientras hablaba con Gemma por telefono? ?O estaba en el balcon y no habia oido nada?

Calculo de tiempo. Pura cuestion de calculo de tiempo, murmuro. Si Hannah habia pasado solo unos minutos en las escaleras, ?podria demostrar Patrick que habia ido directo de casa de Cassie al vestibulo? Y en ese caso, ?que pasaba con Cassie y Graham? ?Encerrados y libres de culpa con su coartada de amantes? ?O era una cobertura para un intento de asesinato? Suponiendo, claro, que Hannah no llevara inconsciente al menos media hora…, en cuyo caso pudo ser cualquiera de los tres. Pero ?por que iba a querer alguno de ellos, o cualquier otro matar a Hannah?

?Y donde estaba el resto de huespedes, a todo eso?

Kincaid descargo el puno en la otra mano abierta, con una mueca de frustracion. Si hubiera estado atado y con los ojos vendados, sabria lo mismo que ahora. El, que tantas veces se habia quejado de lo aburrido del papeleo, habria dado cualquier cosa por un monton de declaraciones detalladas tomadas por su sargento. El inspector jefe Nash habia pasado de ponerle obstaculos a evitarlo taimadamente, pero las dos tacticas habian tenido los mismos resultados: Kincaid no tenia hechos.

Un movimiento en la habitacion en sombras, tal vez una corriente de aire, hizo que Kincaid se volviera hacia la puerta del salon. La luz cambio, y tuvo una breve vision de Sebastian Wade tal como lo vio alli por primera vez: apoyado en el umbral de la puerta con desenfado, las manos en los bolsillos, una sonrisa maliciosa en los labios.

?Como diablos encajaba todo aquello? Unos rapidos pasos por las escaleras lo llevaron al vestibulo. Anne Percy se topo con su mirada inquisitiva mientras bajaba los ultimos peldanos.

– Esta bastante mejor. Un poco abatida, claro. Una torcedura de muneca, probablemente, y un chichon de buen tamano en la cabeza. Ya le he dicho que tiene buenos huesos. -Una sonrisa divertida cruzo sus labios-. Ni rastro de osteoporosis. -Suspiro y se estiro, luego se puso mas seria-. Le echara un ojo, ?verdad, Duncan? Estoy pensando… -Fruncio las cejas e hizo una pausa- que quien la empujo no se quedo a acabar el trabajo.

– Es posible que me oyera salir de la suite. Ademas, no es muy diferente de lo que les paso a Sebastian o a Penny. Ha aprovechado la ocasion, con poco que perder. Agacharse sobre Hannah en medio de las escaleras habria sido mas arriesgado.

– Que horror -dijo Anne, con un escalofrio.

– Lo se. Le he dicho que se encierre y no salga sin decirmelo. Dice que no quiere un canguro -anadio exasperado-. Ha sido docil y obediente hasta que ha empezado a recuperarse.

– La he dejado con el inspector jefe Nash. No me parece precisamente una experiencia relajante.

– No, pero mas vale que acabe cuanto antes para que la deje en paz. -Kincaid observo a Anne con un placer manifiesto. Bajo un impermeable amarillo brillante, llevaba unas mallas de color fucsia y una camiseta de rayas a juego, y no podia parecerse menos a la figura tradicional de un medico.

– ?Donde esta la gracia? -pregunto Anne, sonriendo abiertamente.

– Estaba pensando en el malhumorado medico de cabecera de mi pueblo que nos visitaba cuando yo era pequeno.

Ella bajo la vista para mirarse y luego le sonrio.

– Bueno, los tiempos cambian, ?no? Afortunadamente. -Desvio la vista al reloj-. Pero hay cosas que no. Llego tarde a dar la cena a las ninas. Tengo que irme corriendo.

El se sintio avergonzado, como culpable por hacerle olvidar sus obligaciones, pero dijo con toda la serenidad que pudo.

– Si, la acompano.

El impermeable crujia mientras caminaba, y una vez sus brazos se rozaron. Cuando llegaron al coche, ella abrio la portezuela y metio el maletin, luego se volvio hacia el. Kincaid estaba lo bastante cerca para notar su olor a lavanda -una fragancia limpia, reconfortante- y busco algo que decir que la detuviera un instante mas.

– Gracias. Me imagino que le ha resultado todo muy brutal.

Anne sonrio.

– Estoy familiarizada con la muerte. Lo que difiere son las circunstancias. En fin, el medico forense de la policia vuelve de las vacaciones manana, asi que no me van a llamar mas.

– Lo siento -dijo Kincaid tras el silencio que se hizo entre ellos.

– Yo tambien lo siento -respondio Anne Percy entrando en el coche, y mientras veia alejarse el coche Kincaid no estaba muy seguro de lo que habian querido decir.

* * *

La tarde avanzaba mientras Gemma conducia hacia el norte por la carretera de Banbury. Casas grande, confortables, a los dos lados de la calle con interiores calidos y acogedores como solo lo son las habitaciones iluminadas al atardecer. Los jardines estaban llenos de arboles, y la luz fugitiva lamia los colores otonales de sus hojas.

Era la primera vez que iba a Oxford, nunca habia tenido un caso alli, y no era un lugar que su familia hubiera escogido para ir de vacaciones. Sus padres habian ido toda su vida al mismo pueblo de Cornualles durante dos semanas al ano. Un lugar agradable, seguro, sin ninguna posibilidad de aventura.

Para su sorpresa, Gemma quedo encantada con la ciudad. Tras establecer una cita con Miles Sterrett a traves de su ama de llaves, le quedaron varias horas libres y las habia pasado explorando el centro. Desde Cornmarket, por toda la High Street hasta Magdalen College y el rio, la fascinaron los verdes cespedes de los colegios.

Camino despacio, con el cuello del jersey azul marino levantado para protegerse del viento, y cuando llego al puente sobre el Cherwell se acodo en el parapeto y se puso a mirar a los remeros que rozaban las aguas como libelulas.

Los estudios universitarios habian estado tan lejos de su alcance que nunca habia llegado a envidiar a otros el privilegio, pero ahora sintio un fugaz anhelo de una oportunidad perdida. Kincaid le dijo una vez, mientras tomaban una cerveza al salir del trabajo, que le habian ofrecido la posibilidad de ganar una beca de la policia para la universidad, pero que no la aprovecho.

Una cierta rebeldia, supongo, habia dicho, arqueando una ceja, burlonamente. Justo lo que esperaban mis padres. Ahora parece una tonteria haberlo dejado escapar.

Gemma penso, mientras reducia la velocidad para girar por la bocacalle que se habia saltado esa tarde, que Oxford le habria convenido a Kincaid.

La Clinica Julia Sterrett era claramente lo que aparentaba: una gran casa particular, situada en retroceso en una calle secundaria cerca de Banbury Road. La unica senal de su verdadera funcion era una placa discreta colocada entre los ladrillos al lado de la puerta. Gemma llamo al timbre y aguardo, y al cabo de un momento oyo unos pasos y el ruido de los cerrojos al descorrerse.

– Que puntual -dijo el ama de llaves al abrir la puerta. A Gemma aquella mujer corpulenta y bajita le parecio mucho mejor que la secretaria que la habia recibido en la mesa de recepcion de la clinica aquella tarde.

– Hola, senora Milton. ?Me esta esperando?

– La acompano enseguida.

La senora Milton la guio por unas escaleras en curva, resoplando y sonrojada por el esfuerzo, mientras Gemma la seguia, sintiendose un poco culpable. Al mirar atras, Gemma vio la recepcion a la derecha de la puerta de entrada. Por la tarde se habia enterado de que la clinica propiamente dicha ocupaba la planta baja y el primer piso, mientras Miles Sterrett tenia el ultimo piso para su uso personal.

La senora Milton llamo a una puerta del pasillo, hizo un gesto a Gemma de que entrara y cerro la puerta tras ella. Gemma se quedo sola en el umbral, un poco como Daniel arrojado a los leones. Por la ferocidad con que lo protegia la recepcionista, habia esperado encontrarse con un hombre mayor, tal vez encamado, tal vez en silla de

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