– Aprecio su franqueza. ?Menciono si tenia algun plan para mas tarde ese mismo dia? Es importante que podamos seguir sus movimientos.
– Recuerdo que miro su reloj y dijo algo sobre una reunion, pero ni dijo donde ni con quien. Eso fue hacia el final de la comida y tan pronto como terminamos todos vine aqui a lavar los platos. Luego me fui a echar a mi habitacion. Pueden preguntar a Caro o Gerald si les dijo algo mas a ellos.
– Gracias, lo hare. -Kincaid respondio con tal cortesia que Gemma estaba segura de que Vivian Plumley no se habia dado cuenta de que le habia dicho como hacer su trabajo-. Es una mera formalidad, por supuesto, pero he de preguntarle por sus movimientos del jueves por la noche -anadio, como disculpandose.
– ?Una coartada? ?Me pide una coartada por la muerte de Connor? -pregunto Vivian y sono mas sorprendida que ofendida.
– Todavia no sabemos exactamente cuando murio Connor. Y se trata mas de elaborar con datos conocidos… cuanto mas sepamos acerca de los movimientos de todo aquel relacionado con Connor, mas facil sera ver los huecos. Huecos logicos. -Trazo un circulo con sus manos.
– Esta bien. -Sonrio Vivian, apaciguada-. Es facil. Caro y yo cenamos temprano frente a la chimenea del salon. Lo hacemos a menudo cuando Gerald esta fuera.
– ?Y despues?
– Nos sentamos junto al fuego, leimos, miramos la television, charlamos un rato. Prepare cacao hacia las diez y cuando nos lo hubimos tomado subi a mi habitacion. -Y anadio con un toque de ironia-: Recuerdo que pense que habia sido una noche tranquila y agradable.
– ?Nada mas? -pregunto Kincaid. Se enderezo y aparto el tazon vacio.
– No -dijo Vivian. Pero hizo una pausa y miro al vacio por un momento-. Recuerdo algo, pero es un poco tonto. -Kincaid asintio, animandola a seguir-. Justo poco despues de caer dormida crei oir el timbre de la puerta, pero cuando me incorpore y escuche la casa estaba totalmente en silencio. Debia de estar sonando. Gerald y Julia tienen sus propias llaves, asi que no habia necesidad de esperarlos despierta.
– ?Oyo llegar a alguno de ellos?
– Creo que oi llegar a Gerald alrededor de medianoche, pero no estaba despierta del todo. Lo siguiente que oi, ya al amanecer, fue el horrible jaleo que arman los grajos en las hayas que hay afuera, junto a mi ventana.
– ?Podia haber sido Julia? -pregunto Kincaid.
Penso un momento, arrugando el entrecejo.
– Supongo que si, pero cuando no es demasiado tarde Julia me viene a ver antes de subir a su habitacion.
– ?Y no lo hizo aquella noche?
Cuando Vivian nego con la cabeza, Kincaid le sonrio y dijo:
– Muchas gracias, senora Plumley. Ha sido de gran ayuda.
Esta vez, antes de levantarse, Vivian Plumley lo miro y dijo:
– ?Les aviso de que estan aqui?
Sir Gerald Asherton estaba de pie con las manos detras dando la espalda a la chimenea. Gemma penso que era la perfecta imagen de un caballero rural del siglo diecinueve, con los pies abiertos en una postura relajada y su enorme cuerpo vestido con prendas de un tweed algo peludo. Llevaba incluso parches de ante en los codos de la chaqueta. Lo unico que faltaba para completar el cuadro era una pipa y un par de perros de caza tumbados a los pies del amo.
– Siento haberlos hecho esperar. -Fue hacia ellos, les dio un fuerte apreton de manos y les hizo un gesto para que se sentaran en el sofa.
Gemma encontro que era de una cortesia que desarmaba y sospecho que esa era la intencion.
– Gracias, Sir Gerald -dijo Kincaid, respondiendo con la misma moneda-. ?Y Dame Caroline?
– Ha subido a echarse un poco. Me temo que el asunto con los de la funeraria la ha afectado bastante. -Sir Gerald se sento en la butaca que habia frente a ellos, cruzo un pie sobre la rodilla y se ajusto la pernera. Entre el zapato y el dobladillo del pantalon aparecio una franja de calcetin de rombos en naranja y marron otonal.
– Si no le importa que se lo diga, Sir Gerald -dijo Kincaid sonriendo-, resulta algo extrano que su hija no se hiciera cargo de los preparativos ella misma. Despues de todo, Connor era su marido.
– Cuidado, -respondio Sir Gerald con algo de aspereza-. A veces es mejor dejar estos asuntos a quienes no estan tan involucrados. Y es bien sabido que los directores de funerarias se aprovechan de las emociones de quienes acaban de enviudar. -Gemma noto una punzada de piedad al recordar que este hombre corpulento y seguro de si mismo, era alguien que habia sufrido la peor experiencia personal posible.
Kincaid se encogio de hombros y cambio de tema.
– Debo preguntarle acerca de sus movimientos del jueves por la noche. -Al ver que Sir Gerald arqueaba las cejas, anadio-: Es una mera formalidad, ?comprende?
– No hay razon para no complacerlo, senor Kincaid. Todo el mundo lo sabe. Estaba en el Coliseum, dirigiendo una representacion de
Gemma se lo imagino enfrentandose a la orquesta y estuvo segura de que dominaba la sala tan facilmente como dominaba este pequeno salon. Desde donde estaba sentada podia ver encima del piano una fotografia de el junto a otras en marcos de plata similares. La mas cercana mostraba a Sir Gerald en esmoquin, batuta en mano, y con el aspecto de encontrarse igual de comodo que cuando vestia la ropa de tweed. En otra fotografia rodeaba con su brazo a una pequena mujer de cabello oscuro y belleza voluptuosa que sonreia a la camara.
La fotografia de los ninos estaba situada mas al fondo, como si nadie tuviera interes en mirarla a menudo. El chico estaba mas en primer plano, robusto y rubio, con una picara sonrisa desdentada. La chica era varios centimetros mas alta, con el pelo oscuro como su madre y la cara delgada tenia una expresion solemne. Era Julia, por supuesto. Julia y Matthew.
– ?Y despues? -oyo que decia Kincaid y regreso a la conversacion algo avergonzada por el pequeno lapsus.
Sir Gerald se encogio de hombros.
– Despues de una actuacion tardo un poco en relajarme. Me quede en mi camerino durante un rato, pero me temo que no controle el tiempo. Luego conduje directamente a casa, lo que me debe situar aqui despues de las doce.
– ?Lo debe situar? -pregunto Kincaid. Su voz sono algo esceptica.
Sir Gerald alargo su brazo derecho y mostro la muneca peluda para que Kincaid la inspeccionara.
– No llevo reloj, senor Kincaid. Nunca los he encontrado comodos. Y es una molestia sacarselo para cada ensayo o actuacion. Siempre los perdia. Y el reloj del coche nunca ha funcionado bien.
– ?No paro?
Sir Gerald nego con la cabeza y respondio con la firmeza de alguien acostumbrado a que su palabra sea la ley:
– No.
– ?Hablo con alguien al entrar en la casa? -pregunto Gemma, pensando que ya