– Estoy seguro de que ya ha visto a Julia. ?Le dijo que habia pasado conmigo la noche? No creo que sea tan tonta como para proteger mi honor. -Simons hizo una pausa, pero antes de que Kincaid pudiera hablar prosiguio-. Bien. Es verdad. Estuvo aqui, en mi apartamento, hasta poco antes del amanecer. Un pequeno intento de ser discreta: salir sigilosamente al rayar el alba. -anadio con una sonrisa forzada.
– ?No lo dejo en ningun momento antes del amanecer?
– Creo que lo hubiera notado -respondio Simons, esta vez con un genuino destello de diversion. En seguida se sereno y anadio-: Mire, senor Kincaid. No suelo hacer este tipo de cosas. Estoy casado y tengo dos hijas adolescentes. No quiero hacer dano a mi familia. Lo se -continuo con prisa, como si Kincaid fuera a interrumpirle-, deberia haber considerado las consecuencias de antemano. Pero uno no lo hace, ?no es asi?
– No lo se -respondio Kincaid en el soso lenguaje policial mientras pensaba: ?No lo hace o bien uno contempla las consecuencias y elige actuar de todas formas? Le vino a la mente la imagen de su ex esposa, con su rubio cabello liso cayendole por su inescrutable cara. ?Habia considerado Vic las consecuencias?
– ?Entonces no vive aqui? -pregunto, interrumpiendo bruscamente su linea de pensamiento. Senalo la puerta al otro lado del jardin.
– No. En Sonning, un poco mas arriba. El apartamento estaba incluido en el inmueble cuando compre la galeria y lo uso principalmente como estudio. A veces me quedo cuando estoy pintando, o cuando tengo una inauguracion.
– ?Usted pinta? -pregunto Kincaid algo sorprendido.
Simons sonrio compungido.
– ?Soy un hombre practico, senor Kincaid? ?O simplemente comprometido? Digamelo usted. -La pregunta parecia ser tan solo hipotetica porque Simons continuo-. Sabia cuando deje la facultad que no iba a ser lo suficientemente bueno. No poseia esa combinacion tan unica de talento y suerte. De modo que utilice un poco de dinero de la familia y compre esta galeria. Es algo ironico que la inauguracion de Julia coincidiera con mi veinticinco aniversario en este sitio.
Kincaid no sentia inclinacion por dejar que se librara, aunque sospechaba que su curiosidad era mas personal que profesional.
– No ha respondido a mi pregunta.
– Si, pinto, y me siento insultado cuando alguien se refiere a mi como «artista local» en lugar de «artista que pinta en la zona». Es una diferencia sutil, ?comprende? -anadio con sorna-. Un poco ridiculo, ?no?
– ?Que es lo que pinta? -pregunto Kincaid recorriendo con la vista las pinturas que colgaban en las paredes de la pequena sala.
Simons siguio su mirada y sonrio.
– A veces cuelgo mis propios trabajos, pero ahora no tengo ninguno expuesto. He tenido que dejar sitio para las pinturas de Julia y, francamente, tengo otras cosas que se venden mejor que lo mio, aunque pinto paisajes del Tamesis. Utilizo oleos. No soy suficientemente bueno aun como para pintar acuarelas, pero algun dia lo sere.
– Entonces, ?lo que hace Julia es dificil? -Kincaid se permitio estudiar la pintura de Julia y descubrio que se habia estado resistiendo a hacerlo. Le atraia, como ella, de una manera que le parecia a la vez familiar y peligrosa-. Siempre pense que uno sencillamente elegia oleos o acuarelas dependiendo de los gustos.
– Pintar a la acuarela es mucho mas dificil -dijo Simons pacientemente-. Con el oleo uno puede cometer todos los fallos que quiera que se pueden tapar. Cuantos mas mejor. Las acuarelas exigen confianza en uno mismo, incluso una cierta dosis de crueldad. Tienes que hacerlo bien al primer intento.
Kincaid vio las pinturas de Julia con otros ojos.
– ?Dice que es autodidacta? ?Por que no fue a la facultad, con su talento?
Simons se encogio de hombros.
– Supongo que su familia no se la tomaba en serio. Los musicos tienden a ser mas bien unidimensionales, incluso mas que los artistas visuales. Nada mas existe para ellos. Comen, duermen y respiran musica, e imagino que para Sir Gerald y Dame Caroline las pinturas de Julia eran meros toques de color en un trozo de papel. -Bajo a la habitacion inferior y camino hacia una pintura de gran tamano, mirandola fijamente-. Cualquiera que sea la razon, ello permitio que se desarrollara a su modo, libre de la mediocridad grafica.
– Tienen ustedes una relacion especial -dijo Kincaid observando como el fino cuerpo de Trevor Simons bloqueaba la pintura con una postura casi protectora-. Usted la admira. ?Tiene tambien celos de ella?
Tras un momento Simons respondio, todavia de espaldas a Kincaid:
– Quizas. ?Podemos evitar sentir envidia de aquellos que han sido tocados por los dioses, aunque sea por poco tiempo? -Se volvio y los ojos marrones tras las lentes miraron a Kincaid con franqueza-. No obstante llevo una buena vida.
– ?Entonces porque la ha puesto en peligro? -dijo en voz baja Kincaid-. Su esposa, familia… quizas incluso su negocio.
– Nunca tuve la intencion de hacerlo. -Simons solto una risa de auto burla-. Nunca digas de este agua no bebere. Es que era simplemente… Julia.
– ?Que mas no tuvo intencion de hacer, Trevor? ?Hasta donde lo llevo su equivocacion?
– ?Piensa que podria haber matado a Connor? -Sus cejas aparecieron por encima de las gafas y se rio de nuevo-. No puedo reivindicar pecados de tal magnitud, senor Kincaid. ?Y por que habria de querer librarme del pobre hombre? Julia ya habia masticado y escupido los restos parcialmente digeridos.
Kincaid rio.
– Muy bien descrito. ?Hara ella lo mismo con usted?
– Ah, si, eso creo. Nunca he sido capaz de autoenganarme lo suficiente como para pensar lo contrario.
Kincaid empujo una desordenada pila de papeles, se sento en el borde de la mesa de Simons y estiro las piernas.
– ?Conocia bien a Connor Swann?
Simons se metio las manos en los bolsillos y cambio de posicion a la manera de un hombre repentinamente desplazado de su territorio.
– Solo de vista. Antes de separarse venia con Julia alguna que otra vez.
– ?Cree que podia estar celoso de usted?
– ?Con? ?Celoso? Eso seria una hipocresia. Nunca entendi por que Julia lo aguanto durante tanto tiempo.
Una transeunte paro y miro detenidamente el cuadro del escaparate tal como habian hecho otros desde que Kincaid habia llegado a la galeria. Detras de ella la luz habia cambiado y las sombras de los sauces se extendian mas largas por el pavimento.
– No entran -dijo Kincaid viendo como la mujer se iba hacia el salon de te y desaparecia de vista.
– No. No muy a menudo. -Simons indico las pinturas alineadas en la pared-. Los precios son algo elevados para la compra por impulso. La mayoria de mis clientes son asiduos, coleccionistas. Aunque a veces alguno de estos que miran escaparates entra y se enamora de una pintura, luego se va a casa y ahorra peniques de la compra o de las cervezas hasta que tiene suficiente para comprarlo. -Sonrio-. Estos son los mejores. Los que no saben nada de arte y compran por amor. Es una respuesta genuina.
Kincaid miro la pintura iluminada de la chica en el prado, con los ojos ligeramente cerrados, la cara pecosa girada hacia el sol, y reconocio su propia experiencia.