– Si, lo puedo entender.
Se levanto y miro a Trevor Simons quien, cualesquiera que fuesen sus pecados, parecia un hombre perspicaz y decente.
– Un consejo, senor Simons, que probablemente no le deberia dar. Una investigacion como esta se extiende como las ondas. Cuanto mas tiempo dura, mas anchas son las ondas. Si yo fuera usted haria un control de los danos… Expliquele a su esposa lo de Julia, si puede. Antes de que lo hagamos nosotros.
Kincaid se sento en la mesa mas cercana a la ventana del salon de te. La tetera goteo al servirse y su taza dejo un circulo mojado en el mantel moteado de plastico. En la mesa de al lado vio a la mujer que se habia parado delante del escaparate de la galeria unos minutos antes. Era de mediana edad, corpulenta y su pelo canoso tenia unos rizos prietos. A pesar de que el ambiente en el salon era lo suficientemente calido como para dejar levemente empanados los cristales, ella no se habia quitado el impermeable que llevaba encima de una gruesa chaqueta de punto. ?Temia acaso que fuera a llover dentro del local? Cuando levanto la vista, el le dedico una sonrisa, pero ella miro hacia el otro lado. En su cara habia una expresion de leve decepcion.
Mirando despreocupadamente hacia el rio, Kincaid toqueteo la llave que tenia en el bolsillo de los pantalones. Junto con los informes iniciales, Gemma habia obtenido de Thames Valley la llave del piso de Connor, la direccion y una descripcion del edificio. Hasta hacia un ano, Julia y Connor habian vivido juntos en el piso que Kincaid pensaba que podia estar junto al bancal, cerca de las islas llenas de sauces que podia ver desde la ventana. Es posible que Julia entrara a menudo aqui a tomarse un cafe por la manana o una taza de te por la tarde. De pronto se la imagino, sentada en el reservado que tenia delante, con un sueter negro, fumando con brusquedad, frunciendo el ceno por la concentracion. En su mente la vio levantarse y salir a la calle. Se quedaba de pie delante de la galeria un momento, titubeante. Luego imagino la campanilla de la puerta que ella abria para entrar.
Kincaid sacudio la cabeza y se bebio el resto de te de un trago. Salio del reservado y mostro la cuenta empapada a la chica de detras del mostrador. Luego persiguio el fantasma de Julia entre las sombras alargadas.
Camino hacia los prados que habia junto al rio, mirando alternativamente la placida masa de agua a su izquierda y los bloques de pisos a su derecha. Le sorprendio que estos edificios junto al rio no fueran mas elegantes. Uno de los mas grandes era de estilo neogeorgiano, otro Tudor, y ambos eran algo sordidos, como matronas en batas de casa. Los arbustos crecian vigorosamente en los jardines, tan solo animados por las flores secas color rojo oscuro de las siemprevivas y los esporadicos asteres azul claro. Pero despues de todo era noviembre, penso Kincaid, benevolo, al mirar el tranquilo rio. Hasta el quiosco que anunciaba excursiones fluviales y embarcaciones de alquiler tenia el cerrojo echado y estaba con los postigos cerrados.
El camino se estrecho y los grandes bloques de edificios dieron paso a construcciones mas bajas y a alguna casa aislada. Aqui el rio parecia menos alejado de tierra. Cuando llego a una alta valla negra de hierro forjado la reconocio por la descripcion garabateada que llevaba en el bolsillo. Agarro dos de las barras acabadas en punta con sus manos y echo una ojeada. Una placa de ceramica conmemorativa colocada en la pared del edificio mas cercano informaba de que los pisos habian sido construidos recientemente, de modo que Julia y Connor habian sido de los primeros en vivir en ellos. Parecidos a cobertizos para embarcaciones, los pisos se habian construido en ladrillo rojo, con abundantes ventanas de marcos blancos, barandas blancas para las terrazas y blancos tejados a dos aguas adornados con filigranas ostentosas. A Kincaid le parecieron un poco exageradas pero de una forma agradable, porque armonizaban tanto con el paisaje natural como con los edificios de alrededor. Pensaba, como el principe Carlos, que la mayor parte de la arquitectura contemporanea arruinaba el paisaje.
Esquivando una serie de barcas y remolques, Kincaid camino junto a la valla hasta que encontro la entrada. Los pisos se elevaban escalonados detras de un jardin bien cuidado y ninguno de ellos era identico al otro. Encontro la casa con facilidad. Era uno de los modelos a tres niveles, construido sobre pilotes. Cuando metio la llave en la cerradura se sintio como si estuviera entrando sin autorizacion. Sin embargo, nadie le llamo la atencion desde las terrazas colindantes.
Habia imaginado blanco y negro.
Algo carente de logica, si tenia en cuenta la intensidad de los colores de las pinturas de Julia. La paleta de aqui era mas suave, casi mediterranea, con paredes amarillo palido y suelos de terracota. En el salon habia muebles rusticos y una alfombra de flecos marroqui adornaba el suelo de baldosas. Junto a una pared habia una plataforma revestida de azulejos sobre la que se erigia una estufa de lena esmaltada. Sobre una mesita pintada situada frente al sofa habia un tablero de ajedrez. Kincaid se pregunto si Connor habia jugado o si se trataba de un mero objeto decorativo.
En el respaldo de una silla habia una americana arrugada. Una pila de periodicos yacia en el sofa y algunos ejemplares se habian caido al suelo. Un par de zapatos nauticos asomaban por debajo de una mesa de centro. El desorden masculino parecia fuera de lugar, como una intrusion en una habitacion esencialmente femenina. Kincaid paso un dedo por encima de una mesa y se limpio en el pantalon la pelusa gris recogida. A Connor no le iban las tareas de la casa.
Kincaid paso a la cocina. No tenia ventanas pero se abria a la sala de estar con vistas al rio. A diferencia de la sala, la cocina estaba inmaculada. Unas latas de aceite de oliva y unas botellas coloreadas de vinagre contrastaban como brillantes banderas con los armarios de roble y las encimeras amarillas. Una estanteria cercana a los fogones contenia una serie de libros de cocina muy usados.
Kincaid abrio la nevera y la encontro bien abastecida de condimentos, quesos, huevos y leche. El congelador contenia unos cuantos paquetes de carne y pollo bien envueltos y etiquetados, una barra de pan y unos cuantos contenedores de plastico con algo que Kincaid supuso que era caldo casero. Junto al telefono habia un bloc en el que se leia el principio de una lista de compras: berenjenas, extracto de tomate, lechuga de hoja rizada roja, peras.
Las descripciones de Connor Swann que Kincaid habia oido no le habian llevado a pensar que fuera un cocinero consumado y entusiasta. Obviamente este hombre no habia recurrido a despacharse comidas congeladas en el microondas.
En la primera planta estaba el dormitorio principal y un bano en los mismos tonos amarillo suave de la planta baja. Ademas habia una habitacion pequena que servia aparentemente de despacho. Kincaid continuo subiendo hasta el ultimo piso.
Habia sido el estudio de Julia. Las amplias ventanas dejaban entrar un torrente de luz al atardecer. Por encima de los sauces se podian ver los meandros del Tamesis. En el centro de la habitacion habia una mesa sin nada encima y en un antiguo escritorio junto a una pared se veian algunos cuadernos de bocetos usados a medias y una caja de madera llena de restos de tubos de pintura. Kincaid rebusco con curiosidad entre ellos. No sabia que las acuarelas para profesionales vinieran en tubos.
Volvio sobre sus pasos y paro una vez mas en la puerta del dormitorio. La cama habia sido hecha con prisas y sobre una silla habia un par de pantalones con el cinturon colgando.
Habia en el aire una palpable sensacion de una vida interrumpida. Connor Swann habia tenido intencion de hacer la compra, preparar la cena, recoger los periodicos, lavarse los dientes y deslizarse bajo el calido edredon azul y amarillo de la cama. Kincaid sabia que a menos que llegara a comprender quien habia sido Connor Swann, tenia pocas esperanzas de descubrir quien lo habia matado. Y se dio cuenta de que todas sus percepciones y todo lo que conocia de el le llegaba filtrado por Julia y su familia.
Esta era la casa de Julia. Cada habitacion llevaba su sello y, excepto en la