mas de lo ordinario.
Sobresaltado, Kincaid se dio la vuelta. El vicario estaba de pie contemplando la lapida con las manos entrelazadas y los pies ligeramente separados. El viento agito las vestiduras contra sus piernas y soplo mechones de fino cabello gris por encima de su huesudo craneo.
La inscripcion decia sencillamente: MATTHEW ASHERTON, AMADO HIJO DE GERALD Y CAROLINE, HERMANO DE JULIA.
– ?Lo conocia? -pregunto Kincaid.
El vicario asintio.
– En muchos aspectos era un nino extraordinario, transformado en algo superior por el mero acto de abrir la boca. -Levanto la vista de la lapida y Kincaid vio que sus ojos eran de un elegante gris claro-. Ah, si. Lo conocia. Cantaba en mi coro. Tambien le ensene el catecismo.
– ?Y a Julia? ?Tambien conocia a Julia?
El vicario, estudiando a Kincaid, dijo:
– Lo vi antes, una nueva cara entre los fieles. Un extrano paseando resueltamente entre las lapidas. Pero no me parece que usted sea un mero curioso. ?Es amigo de la familia?
A modo de respuesta, Kincaid saco sus credenciales del bolsillo y abrio la funda.
– Duncan Kincaid. Estoy investigando la muerte de Connor Swann -dijo, pero mientras pronunciaba las palabras se pregunto si esa era toda la verdad.
El vicario cerro los ojos por un momento, como si estuviera comunicandose en privado. Luego los abrio y parpadeo antes de fijarlos con una penetrante mirada en Kincaid.
– ?Por que no pasa adentro a tomar una taza de te? Podremos hablar protegidos de este deplorable viento.
– La brillantez es suficiente carga para un adulto, y mucho mas para un nino. No se como hubiera salido Matthew Asherton si hubiera vivido para hacer realidad lo que se esperaba de el.
Se sentaron en el estudio del vicario y tomaron te en tazas disparejas. El vicario se habia presentado como William Mead, y mientras encendia la tetera electrica y ponia los tazones y el azucarero en una bandeja, le dijo a Kincaid que su esposa habia fallecido el ano anterior.
– Cancer, la pobre -levanto la bandeja e indico a Kincaid que lo siguiera-. Ella estaba segura de que no me las podria arreglar solo. Pero de alguna manera uno llega a arreglarselas. Aunque - anadio, mientras abria la puerta del estudio-, debo admitir que mantener una casa nunca fue uno de mis fuertes.
El estudio lo confirmaba, pero se trataba de una clase comoda de desorden. Parecia como si los libros hubieran saltado de las estanterias y se hubieran esparcido por toda superficie disponible como un ejercito invasor amigo. Las zonas de pared que no contenian libros estaban cubiertas por mapas.
Kincaid dejo el tazon en el pequeno espacio que el vicario habia vaciado para el y fue a examinar un ejemplar de aspecto antiguo cuidadosamente preservado tras un cristal.
– Mapa de Chilterns por Saxton, 1574. Es uno de los pocos que muestra Chilterns entero. -El vicario tosio un poco detras de la mano, luego anadio con honestidad, habito que Kincaid penso que debia tener de toda la vida-. Solo es una copia, por supuesto. Pero lo disfruto de todas maneras. Es mi hobby: la historia del paisaje de Chilterns.
»Me temo -continuo con aire de confesion-, que requiere mas tiempo e interes del que deberia, pero cuando uno ha escrito un sermon a la semana durante casi medio siglo… la novedad disminuye. Y en estos tiempos, incluso en una parroquia rural como esta, nuestro trabajo consiste mayoritariamente en salvar cuerpos en lugar de almas. No puedo recordar cuando fue la ultima vez que vino alguien con una pregunta sobre la fe. -Sorbio su te y sonrio compungido a Kincaid.
Kincaid se pregunto si el tenia el aspecto de necesitar ser salvado. Devolvio la sonrisa y regreso a su silla.
– Entonces debe conocer bien el area.
– Cada sendero, cada prado, o casi. -Mead estiro sus piernas mostrando las zapatillas de deporte que se habia calzado cuando regreso a la casa-. Mis pies deben haber viajado tanto como los de Pablo de camino a Damasco. Esta es una campina antigua, senor Kincaid, -antigua en el sentido en que el termino se utiliza en historia del paisaje- a diferencia de la campina planificada. A pesar de que estas colinas forman parte de la espina calcarea que hay debajo de gran parte de Inglaterra, poseen bosques mas espesos que la mayoria de las areas de caliza, y esto junto con la capa de arcilla y pedernales de la tierra, ha evitado el desarrollo de la agricultura de envergadura.
Kincaid sujeto su tazon con las dos manos y coloco los pies cerca de las resistencias de la estufa electrica. Estaba preparado para escuchar cualquier tesis que pudiera ofrecerle el vicario.
– Por esto tantas de las casas de por aqui estan construidas con pedernales. - Recordo lo fuera de lugar que le habian parecido las palidas y lisas paredes de piedra caliza de Badger’s End, brillando al anochecer-. Me habia dado cuenta, pero no le habia dado mas vueltas.
– Entiendo. Tambien habra notado los disenos de los campos y setos en los valles. Muchos se remontan a epocas prerromanas. Se trata de la «Tierra de Emanuel» de
»Lo que quiero decir, senor Kincaid -continuo el vicario, guinandole el ojo-, si tiene paciencia conmigo, es que a pesar de ser una campina preciosa, un verdadero Eden si lo prefiere, es tambien un lugar donde las cosas cambian muy lentamente y donde tampoco se olvida con facilidad. En Badger’s End ha habido lo que se podria calificar de vivienda al menos desde tiempos medievales. La fachada de la casa actual es victoriana -aunque por su aspecto uno no lo diria- si bien algunas de las partes menos visibles de la casa se remontan a mucho mas atras.
– ?Y los Asherton? -pregunto Kincaid intrigado.
– La familia ha estado aqui durante generaciones y sus vidas estan muy ligadas al tejido social de este valle. Nadie de los que viven aqui olvidara el mes de noviembre en que Matthew Asherton murio ahogado. Puede llamarlo memoria colectiva. Y ahora esto. -Meneo la cabeza. La expresion de su cara reflejaba una compasion genuina, desprovista de ese placer culpable por la desgracia ajena.
– Digame lo que recuerda de aquel noviembre.
– La lluvia. -El vicario sorbio su te, luego saco un panuelo blanco y arrugado del bolsillo de su chaqueta y se dio unos ligeros toques en los labios-. Empezaba a contemplar en serio la historia del arca de Noe. Los animos decaian a medida que subia el nivel del agua. Recuerdo que dude que mis fieles pudieran encontrar que un sermon sobre el tema les levantara el animo. ?No esta familiarizado con la geografia del lugar, no es asi, senor Kincaid?
Kincaid supuso que la pregunta era retorica, ya que el vicario se habia dirigido a su escritorio y habia empezado a hurgar entre los papeles mientras hablaba. Pero respondio igualmente.
– No, vicario, no lo estoy.
El objeto de su busqueda demostro ser un mapa destrozado del Servicio Oficial de Cartografia que el vicario desenterro con obvia satisfaccion de debajo de un monton de libros. Lo abrio con cuidado y lo desplego delante de Kincaid.
– Las colinas llamadas Chiltern Hills son un legado de la ultima epoca glaciar. Se extienden transversalmente en un angulo horizontal del noreste al sudoeste. ?Lo ve? -Senalo un rectangulo verde oscuro con el dedo-. El lado norte es escarpado, en el sur esta la pendiente y los valles se deslizan por ella como dedos. Algunos de estos valles llevan rios -el Lea, el Bulbourne, el Chess, el Wye, y otros- y todos son afluentes del Tamesis. En otros, los manantiales y las corrientes superficiales solo aparecen cuando el nivel freatico llega a la superficie, como durante el invierno o en epocas de grandes lluvias. -Suspiro mientras daba con el indice un suave golpecito sobre el mapa antes de volver a doblarlo-. De ahi que se les llame arroyos invernales. Bonito, ?no? Muy descriptivo. Pero pueden ser muy traicioneros cuando se desbordan y eso, me temo, fue la perdicion del pobre Matthew.