* * *

Nunca iba a Reading sin pensar en Vic. Ella habia crecido alli, habia ido a la escuela, y cuando Kincaid entro en la ciudad por el norte se desvio un poco para pasar por la calle donde habian vivido sus padres. Los suburbios alardeaban de comodas casas semiadosadas y jardines bien cuidados con algun gnomo asomando ocasionalmente por detras de un seto. Kincaid habia encontrado el vecindario espantoso entonces, y ahora descubria que el tiempo no habia hecho nada para suavizar su opinion.

Detuvo el coche y con el motor en marcha estudio la casa. Tan igual parecia que se pregunto si habria permanecido en una clase de extasis mientras el tiempo giraba alrededor y el cambiaba y envejecia. La vio exactamente igual que la habia visto la primera vez que Vic lo llevo a su casa a conocer a sus padres. Hasta el decidido brillo del buzon de laton era el mismo. Mostraron su distinguida desaprobacion, consternados porque su bella y erudita hija hubiera iniciado una relacion con un policia. Con una punzada de dolor recordo que se habia sentido levemente avergonzado de su nada convencional familia. Sus padres estaban mas interesados en libros e ideas que en la adquisicion de posesiones de clase media, y su infancia en la intrincada casa de la campina de Chesire estaba lejos de parecerse a este cuidado y ordenado mundo.

Puso la primera y cuando solto el embrague, escucho el familiar petardeo del motor. Quizas Vic habia elegido a alguien mas apropiado en el segundo intento. El, al menos, ya no tenia nada que ver con ella. Con este pensamiento le sobrevino una sensacion de liberacion y comprendio, por fin, que lo creia de verdad.

La marana de trafico de Reading no habia mejorado desde su ultima visita. Tamborileo los dedos en el volante mientras hacia la cola para el aparcamiento. Recordo lo mucho que le desagradaba este sitio. Combinaba lo peor de la arquitectura moderna con mala planificacion urbana y los resultados eran suficientes para subirle la tension arterial a cualquiera.

Una vez hubo aparcado el coche encontro sin dificultad el moderno bloque de oficinas que albergaba la agencia de publicidad. Una bonita recepcionista lo saludo con una sonrisa cuando entro en la suite del tercer piso.

– ?Puedo ayudarlo? -pregunto. En su voz habia cierta curiosidad.

Sabia que ella debia de estar catalogandolo. No era un cliente o proveedor conocido, no llevaba cartera ni muestras para ubicarlo como comercial… Kincaid no pudo resistir tomarle un poco el pelo. Su corta melena oscura y su cara en forma de corazon le daban un aire de atractiva inocencia.

– Bonita oficina -dijo, mirando despacio por el area de recepcion. Muebles modulares, espectacular iluminacion, posters de anuncios art deco cuidadosamente enmarcados y colocados… Todo demostraba un uso inteligente de unos fondos limitados.

– Si. ?Desea ver a alguien? -pregunto con un poco mas de energia mientras su sonrisa se desvanecia.

Kincaid saco sus credenciales y le mostro la identificacion.

– Comisario Duncan Kincaid, de Scotland Yard. Me gustaria hablar con alguien sobre Connor Swann.

– Vaya. -Miro la cara de Kincaid, luego la tarjeta y de nuevo la cara. Sus ojos castanos se llenaron de lagrimas-. ?No es horrible? Nos hemos enterado esta manana.

– ?De verdad? ?Quien les ha notificado? -pregunto, recuperando su tarjeta con indiferencia.

La chica se sorbio la nariz.

– Su suegro, Sir Gerald Asherton. Llamo a John… el senor Frye.

Una puerta se abrio en el vestibulo que habia detras de la mesa de recepcion y por ella salio un hombre que se estaba poniendo una americana.

– Melisa, cielo, me voy a… -Cuando estaba enderezandose la corbata con la mano, vio a Kincaid y se paro.

– Aqui esta el senor Frye -dijo la recepcionista a Kincaid y luego anadio, para su jefe-: Es de Scotland Yard. Esta aqui por Connor.

– ?Scotland Yard? ?Connor? -repitio Frye. Su momentanea perplejidad le dio a Kincaid la oportunidad de estudiarlo. Dedujo que debia tener mas o menos su edad, pero era bajo, moreno y ya estaba adquiriendo esa capa adicional de relleno que viene con la prosperidad y el confinamiento a un escritorio.

Kincaid se presento y Frye se recupero lo suficiente como para estrechar su mano.

– ?Que puedo hacer por usted, comisario? Quiero decir, por lo que ha dicho Sir Gerald, no esperaba…

Desarmandolo con su sonrisa, Kincaid dijo:

– Solo le hare unas preguntas de rutina sobre el senor Swann y su trabajo.

Frye parecio relajarse un poco.

– Bien, justo iba al pub de la esquina a almorzar y tengo una reunion con un cliente tan pronto como regrese. ?Podriamos hablar y comer algo al mismo tiempo?

– Me viene bien. -Kincaid se dio cuenta de que tenia un hambre voraz, un efecto secundario tipico tras asistir a una autopsia. Pero la perspectiva de las delicias culinarias de un pub de Reading no le apetecia demasiado.

De camino hacia el pub, Kincaid estudio a su acompanante. Llevaba un traje de tres piezas de diseno caro en gris carbon. El chaleco le tiraba por los botones. Llevaba el pelo brillante peinado hacia atras, a la moda yuppie, y mientras Kincaid adaptaba sus zancadas a los pasos mas cortos del hombre, le vino el olor a almizcle del aftershave. Penso que Connor habia prestado la misma atencion a su apariencia. Despues de todo, la publicidad era un negocio de la imagen.

Charlaron con desgana hasta que llegaron a su destino. Cuando entraron en el White Hart, Kincaid se animo considerablemente. Sencillo y limpio, el pub disponia de una amplia carta escrita en una pizarra. Estaba lleno de fugitivos de otras oficinas, todos comiendo y hablando afanosamente. Kincaid, cuyo estomago rugia de hambre, escogio la platija con patatas fritas y ensalada. Dirigiendose a Frye le pregunto:

– ?Que va a beber?

– Limonada. -Frye puso cara de disculpa-. Estoy a regimen. Me encanta la cerveza, pero va directa a mi cintura. -Dio unos toques a su chaleco.

Kincaid le invito a limonada y pidio una cerveza sin sentir la mas minima culpa por dar envidia a su acompanante. Cogieron sus bebidas y se abrieron paso hasta una pequena mesa cercana a la ventana.

– Hableme de Connor Swann -dijo Kincaid cuando se instalaron en sus asientos-. ?Durante cuanto tiempo trabajo para usted?

– Algo mas de un ano. Gordon y yo necesitabamos a alguien para las ventas. Ninguno de los dos somos buenos vendiendo y habiamos adquirido suficientes clientes para justificar…

– ?Gordon es su socio? -interrumpio Kincaid-. Creia que eran tres. -Tomo un sorbo de su cerveza y se limpio la espuma de los labios con la lengua.

– Vaya, lo siento. Sera mejor que empiece desde el principio, ?no? -Frye miro la cerveza de Kincaid con nostalgia y suspiro-. Yo soy Frye, por supuesto, Gordon es Gillock, y no hay ningun Blackwell. Cuando nos instalamos por nuestra cuenta tres anos atras, pensamos que Gillock y Frye sonaba a pescaderia. -Frye sonrio algo timidamente-. Blackwell era para dar un toque de clase. En fin, yo soy el director creativo y Gordon se ocupa de los medios y supervisa la produccion. De modo que estabamos al limite de nuestras capacidades. Cuando supimos por un amigo que Connor podria estar interesado en un puesto de ejecutivo de cuentas, pensamos que nos venia como anillo al dedo.

La camarera aparecio con los platos. Era alta y rubia; podria haber sido una valquiria en tejanos y sueter. Los obsequio con una sonrisa cautivadora mientras les servia sus almuerzos, luego se volvio a perder entre la muchedumbre.

– Esa es Marian -dijo Frye-. La llamamos la Dama de Hielo. Todos estan

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