sabia, estaba felizmente casado y utilizaba su atractivo para algo tan poco siniestro como mantener la disciplina entre las mecanografas.
– Todos los equipos estan fuera. Hemos tenido una racha de homicidios. Pero a pesar de lo mucho que los necesito aqui, no creo que debamos defraudar al comisionado asistente, ?no cree, sargento? Siempre resulta conveniente mantener contentas a las autoridades. -Le sonrio, mostrando unos dientes cegadoramente blancos que contrastaban con la piel de tono olivaceo-. ?Se lo podra comunicar al comisario Kincaid cuando hable con el?
– Si, senor -contesto Gemma e interpretando lo ultimo como una autorizacion para marcharse, se retiro precipitadamente.
Cuando Gemma regreso a la oficina de Kincaid, los rayos de sol entraban inclinados en la habitacion. Parecian suficientemente consistentes como para tocarlos. La calidad de su luz era casi viscosa. Como si no confiara demasiado en el fenomeno, Gemma se dirigio a la ventana y miro entre los estores. La luz era lo mas clara y azul posible, teniendo en cuenta la polucion de la ciudad. Dirigio su mirada de la ventana al monton de papeles, que seguian caprichosamente donde los habia dejado. El angulo de entrada de la luz con el escritorio revelaba rayas de polvo y varias huellas dactilares perfectas. Gemma se dirigio al escritorio sonriendo y procedio a limpiarlo con un panuelo de papel. Eliminar las pruebas, esa era la primera regla. Entonces cogio su bolso del perchero y se fue a buscar el ascensor antes de que nadie pudiera pararla.
Atajo por St. James Park, caminando rapido e inspirando grandes bocanadas de aire frio y limpio. Los ingleses tienen un instinto para la luz del sol, por breve que sea su duracion, penso Gemma, como si tuvieran un sistema de radar que los avisara antes. El parque estaba lleno de gente que habia hecho caso a la senal. Algunos caminaban rapido como ella y obviamente se dirigian a algun sitio. Otros solo paseaban o estaban sentados en bancos. Todos parecian fuera de lugar debido a su ropa formal. Los arboles, que con la llovizna de los ultimos dias habian estado como apagados, mostraban restos de rojo y amarillo a la luz del sol. Pensamientos y crisantemos tardios habian aparecido valientemente en los arriates.
Salio al Mall, y cuando llego a Piccadilly pasando por St. James Street noto su corazon palpitar y calor en la cara. Tan solo quedaban un par de manzanas mas por Albemarle Street. Por primera vez en ese dia noto la cabeza despejada.
A pesar de haber calculado exactamente el tiempo que tardaria, llego unos minutos temprano y se encontro que Tommy Godwin habia llegado antes que ella. Este le hizo senas con la mano, con el aspecto de encontrarse como en su propia casa, sentado en un mullido sillon del hotel. Gemma fue hacia el y de repente fue consciente de su pelo revuelto por el viento, sus mejillas rosadas y sus comodos y poco elegantes zapatos de tacon bajo.
– Sientese, querida. Parece como si hubiera estando haciendo un gran esfuerzo sin necesidad alguna. He pedido algo para usted. Espero que no le importe. Es un lugar estirado y pasado de moda -senalo con un movimiento de cabeza la sala, con sus paredes de paneles de madera y el fuego chisporroteante- pero preparan el te como Dios manda.
– Senor Godwin, esta no es una ocasion social -dijo Gemma tan severamente como pudo mientras se hundia en las profundidades del sillon-. ?Donde ha estado? He estado buscandolo todo el dia.
– He visitado a mi hermana en Clapham esta manana. Una necesidad familiar horripilante si bien habitual, una a la que temo que la mayoria de nosotros estamos sometidos. A menos que uno haya tenido la buena suerte de venir a este mundo en una probeta. Pero incluso eso debe tener unas ramificaciones que no quiero ni pensar.
Gemma trato de enderezar la espalda contra el blando cojin del sillon.
– Por favor, no se me vaya por la tangente, senor Godwin. Necesito respuestas.
– ?Podemos tomar el te primero? -pregunto con voz lastimera-. Y por favor, llameme Tom. -Se inclino hacia ella y dijo, en tono confidencial-: Este hotel fue el modelo que Agatha Christie uso para su novela
A pesar de sus mejores intenciones, Gemma sintio curiosidad y echo una ojeada a la sala. Algunas de las diminutas viejecitas sentadas cerca de ellos podrian haber sido clones de Miss Marple. Los estampados descoloridos de sus vestidos -iban sensatamente cubiertas con chaquetas de lana- armonizaban con los apagados reflejos azules y violetas de sus cabellos, y sus zapatos… Los comodos zapatos planos de Gemma no alcanzaban siquiera a rozar el concepto de sensatez de los robustos zapatos de cuero de las senoras.
Que lugar tan extrano como para formar parte de las preferencias de Tommy Godwin, penso Gemma, estudiandolo a escondidas. Observo que la chaqueta azul marino que llevaba era de cachemir, la camisa era de una impecable lanilla color gris palido, los pantalones eran gris marengo y el discreto y calido estampado de la corbata era azul marino y rojo.
Como si hubiera leido sus pensamientos, Tommy Godwin dijo:
– Es el aura de antes de la guerra lo que lo hace tan irresistible. La edad de oro de los modales britanicos, ya desaparecidos. Una gran perdida. Naci durante el Blitz, pero incluso durante mi infancia quedaban rastros de aquel refinamiento de la vida inglesa. ?Ah! Aqui esta nuestro te -dijo, mientras el camarero les llevaba la bandeja a su mesa-. He pedido Assam para acompanar los sandwiches -espero que le parezca bien- y una tetera de Keemun para las pastas.
El te en la familia de Gemma se habia limitado a las bolsitas de Tetley’s Finest metidos en una tetera de estano. No le gustaba admitir que no habia probado ninguno de los dos tes ofrecidos, por eso ataco la observacion anterior.
– Uno solo piensa que esos tiempos fueron perfectos porque no los vivio. Imagino que la generacion de entre guerras veia la Inglaterra eduardiana como la edad de oro, y los eduardianos pensaban lo mismo de los victorianos.
– Tiene razon, querida -dijo con seriedad, mientras servia el te en su taza-, pero habia una gran diferencia: la Primera Guerra Mundial. Habian estado en la boca del infierno, y sabian lo fragil que es en realidad nuestra civilizacion. -El camarero regreso y coloco una bandeja de tres pisos sobre la pequena mesa. La bandeja inferior contenia sandwiches, la del medio bollos, y la superior pastitas, el toque supremo-. Tome un sandwich, querida -dijo Tommy-. El de salmon en pan integral es especialmente sabroso.
Sorbio su te y continuo con su sermon mientras sostenia un sandwich de pepino con los dedos.
– Esta de moda, hoy en dia, calificar las novelas de misterio de la edad de oro como triviales y poco realistas. Pero no eran asi. Era su postura contra el caos. Los conflictos eran intimos, en lugar de globales. Y la justicia, el orden y el castigo siempre prevalecian. Necesitaban desesperadamente esa tranquilidad. ?Sabia que Gran Bretana perdio casi un tercio de sus hombres jovenes entre 1914 y 1918? Sin embargo esa guerra no nos amenazo fisicamente de la misma manera que lo haria la siguiente. Esa guerra se quedo en el frente europeo.
Hizo una pausa para tomar de un solo mordisco medio sandwich. Mastico durante un instante y luego dijo, con tristeza:
– Que gran perdida debio de parecer, la flor y nata de los hombres de Gran Bretana, y nada palpable que mostrar sino titulares de periodicos y discursos de politicos. -Sonrio-. Pero si lee Christie o Allingham o Sayers, el detective siempre cazaba al asesino. Y se dara cuenta de que el detective siempre funcionaba fuera del sistema. Las historias siempre expresaban una consoladora creencia en la validez de la accion individual.
– ?Pero los asesinatos no eran siempre limpios e incruentos? -pregunto Gemma mas bien impaciente, con la boca llena. Estaba demasiado cansada e inquieta para almorzar y la caminata la habia dejado de repente hambrienta.
– Algunos de ellos eran de hecho muy diabolicos. A Christie le gustaban