metido el pie en ella. Solto un taco y se limpio la zapatilla de deporte lo mejor que pudo en la hierba. El motivo de un asesinato era como esto, penso mientras caminaba con mas cuidado, a veces no lo ves hasta que caes encima. A pesar de lo mucho que se esforzaba, no podia hallar una razon probable por la cual Julia hubiera querido matar a Con. Tampoco creia probable que, tras haber tenido una pelea ese mismo dia, hubiera acordado quedar con el mas tarde para tener otra.
?Habia sido esa discusion con Julia tras el almuerzo lo que provoco el cada vez mas extrano comportamiento de Connor durante el resto del dia? Sin embargo, fue despues de dejar a Kenneth que Con se desvio de un patron de comportamiento habitual en el. Y esto llevo a Kincaid a pensar en Kenneth. ?Donde habia estado el jueves por la noche? ?Y por que, al preguntarle por sus movimientos, habia pasado de una cooperacion reacia a un retraimiento total y obstinado? Mientras imaginaba a Kenneth, envuelto en su cazadora como si fuera una armadura, recordo la testigo que Makepeace habia mencionado. «Un chico vestido de cuero…», habia dicho. Kenneth era de constitucion delgada y Makepeace habia descrito al chico como de un metro y setenta de altura. Al lado de Connor se podria haber confundido perfectamente por un chico. Era una posibilidad que valia la pena seguir investigando.
El bosque lo rodeo de nuevo cuando dejo Skirmett. Camino por un mundo oscuro y silencioso. Sus pisadas eran absorbidas por el mantillo. Ni siquiera el canto de los pajaros rompia el silencio, y cuando paro a mirar un reflejo blanco que podria haber sido un ciervo escapando dando saltos, pudo oir su propio torrente sanguineo en los oidos.
Kincaid continuo caminando y siguio el hilo que partia de la masa informe de especulaciones: si Connor se fue en coche del Red Lion despues de su pelea con Tommy Godwin ?adonde fue? La cara de Sharon Doyle se le aparecio. Ella, al igual que Kenneth, se habia puesto agresiva cuando Kincaid le pregunto por sus movimientos de aquella noche.
Cuando llego a Turville miro hacia el noroeste, hacia Northend, donde estaba situado Badger’s End, bajo el baldaquin de hayas. ?Que habia llevado a Julia de vuelta a esa casa, como si un cordon umbilical invisible hubiera tirado de ella?
Se paro en el camino secundario a Northend y fruncio el ceno. Un hilo que no podia agarrar recorria su caso. Notaba que se le escapaba cada vez que se acercaba demasiado, como una escurridiza criatura de las profundidades marinas huyendo a nado.
Enclavado entre el grupo de casitas que conformaba Turville, el pub Bull and Butcher le hacia senas. Pero Kincaid se declaro inmune a la tentacion de la cerveza Brakspear y se dirigio de nuevo a los prados.
Pronto llego a la carretera que llevaba a Fingest. El sol habia descendido por debajo de las copas de los arboles y la luz pasaba entre los troncos, iluminando motas de polvo y parpadeando en su ropa como un proyector de peliculas defectuoso.
Cuando aparecio el ya familiar campanario a dos aguas de la iglesia de Fingest, Kincaid habia tomado dos decisiones. Pediria a los de Thames Valley que detuvieran a Kenneth Hicks y se veria lo bien que resistia la bravata de Hicks en una sala de interrogatorios de la comisaria local.
Y luego haria otra visita a Sharon Doyle.
Cuando Kincaid regreso al pub Chequers -un poco sucio de barro tal como habia dicho Tony y agradablemente cansado de su caminata- seguia sin haber noticias de Gemma respecto a sus progresos con Tommy Godwin. Llamo a Scotland Yard y le dejo al sargento de turno un mensaje para ella. Tan pronto como acabase se tenia que reunir con el. Queria que estuviera en el interrogatorio de Hicks. Y, teniendo en cuenta la antipatia que sentia hacia las mujeres, penso Kincaid con una sonrisa, quizas podia realizar ella el interrogatorio.
Una vez en Henley, Kincaid dejo el coche cerca de la comisaria y camino hasta Hart Street con los ojos fijos en el campanario de la iglesia de St. Mary the Virgin.
Era cuadrada y solida, y la ciudad quedaba anclada a su alrededor como si ella fuese el centro de una rueda. Church Avenue estaba cuidadosamente situada a la sombra del campanario y miraba hacia el cementerio como si fuera su propio jardin privado. Una placa montada en la canteria informaba de que la hilera de casas de beneficencia habia sido cedida por John Longland, obispo de Lincoln, en 1547, y reconstruida en 1830.
Las casitas eran inesperadamente encantadoras. Estaban estucadas en verde muy palido, las puertas eran de color azul brillante y habia cortinas de encaje en cada ventana. Kincaid llamo a la puerta que Sharon Doyle le habia indicado. Oyo el sonido de una television y, debilmente, la voz aguda de una criatura.
Habia levantado la mano de nuevo para volver a llamar cuando Sharon abrio la puerta. Excepto por los inconfundibles tirabuzones dorados, apenas la hubiese podido reconocer. No llevaba maquillaje, ni siquiera pintalabios, y su cara lavada tenia un aspecto joven y desprotegido. Habian desaparecido las ropas de vestir y los tacones altos y los habia sustituido por una camiseta destenida, tejanos y zapatillas de deporte sucias. Desde la ultima vez que la vio habia adelgazado a ojos vistas. Para su sorpresa, parecia pateticamente contenta de verlo.
– ?Comisario! ?Que hace aqui? -Una version pegajosa y alborotada de la nina de la foto que habia visto Kincaid aparecio al lado de Sharon y se agarro a la pierna de su madre.
– ?Hola Hayley! -dijo Kincaid, agachandose a la altura de sus ojos. Miro hacia Sharon y anadio-: He venido a ver que tal andaban.
– Uy, pase -dijo Sharon, como si hiciera un esfuerzo por recordar sus modales y se retiro, cojeando debido a la nina pegada a ella como una lapa-. Hayley justo estaba tomando su te, ?no es asi, carino? En la cocina, con la abuela. -Ahora que tenia a Kincaid en el salon no tenia ni idea de que hacer con el y se quedo tal cual, acariciando la marana de rizos rubios de la nina.
Kincaid miro a su alrededor con interes. Blondas y muebles oscuros, pantallas de lampara con flecos y olor a cera con aroma de lavanda, todo arreglado y limpio como si se hubiera conservado en un museo. El sonido del televisor estaba solo un poquito mas alto que cuando Kincaid esperaba afuera. Eso le hizo suponer que las paredes interiores de la casita debian de haberse construido con una gruesa capa de yeso.
– A la abuela le gusta tener la tele en la cocina -dijo Sharon, rompiendo el silencio-. Es mas acogedor sentarse cerca de la cocina economica.
La sala podria haber sido la escena de un noviazgo de hace mucho tiempo, penso Kincaid. Imagino a los jovenes amantes sentados afectadamente en las sillas de crin. Luego recordo que estas casitas se habian construido para pensionistas y si alguna vez habia habido alguien cortejando, debia de haber sido lo suficientemente mayor como para no hacerse ilusiones. Se pregunto si Connor habria venido alguna vez aqui.
Dijo, con diplomacia:
– Si Hayley quisiera ir con su abuela y acabar su te, quizas usted y yo podriamos salir afuera y charlar un rato.
Sharon miro agradecida a Kincaid y se inclino hacia su hija.
– ?Has oido lo que ha dicho el comisario, cielo? Necesita hablar conmigo, asi que ve con la abuela y acabate el te. Si te comes todas las judias y la tostada podras comer una galleta -anadio, para engatusarla.
Hayley estudio a su madre como si evaluara la sinceridad de su promesa.
– Lo prometo -dijo Sharon dando la vuelta a su hija y dandole una palmada en el trasero-. Ve. Dile a la abuela que ire en un momento. -Miro como la nina desaparecia por la puerta de la parte posterior de la sala y luego dijo a Kincaid-: Dejeme ir a buscar un cardi.
El cardi resulto ser un cardigan de hombre color marron, un poco comido por las polillas e ironicamente reminiscente del que habia llevado Sir Gerald Asherton la noche en que Kincaid lo conocio.