de las ventanas que daba al rio-. Salud. Admito que me he aficionado a la cerveza Brakspear’s Special. -Mientras saboreaba su cerveza miro a su companero con curiosidad. Simons parecia algo incomodo debido a su cita para cenar, no obstante daba la impresion de que era sincero-. Parece que usted y su esposa han planeado una noche romantica -dijo Kincaid, como andando a la caza de algo.

Simons aparto la mirada. Su incomodidad parecia mas evidente aun. Las canas plateadas en su espeso cabello castano atraparon la luz cuando se paso la mano.

– Bueno, comisario. Ya sabe como son las mujeres. Ella se sentira muy defraudada si no participo con entusiasmo.

Un barco paso despacio por debajo del puente de Henley. Las luces de babor y estribor brillaban ininterrumpidamente. Kincaid empujo el posavasos de la cerveza hacia delante y hacia atras con un dedo y luego miro a Simons.

– ?Sabe que Julia se ha vuelto a mudar a su piso?

– Si. Lo se. Me llamo ayer. -Antes de que Kincaid pudiera responder, Simons explico convincentemente-: Mire, comisario, segui su consejo el otro dia. Le hable a mi mujer de… de lo que paso con Julia. -La cara huesuda de Simons tenia aspecto demacrado por el cansancio. Al tomar a sorbos el whisky con agua su mano temblo levemente.

– ?Y? -dijo Kincaid al ver que no proseguia.

– La noticia la sacudio. Y estaba dolorida, como podra imaginar, -dijo Simons en voz baja-. Creo que el dano no sera facil de reparar. Nuestro matrimonio ha sido bueno, probablemente mejor que el de la mayoria. Nunca debi cometer este error.

– Suena como si no quisiera continuar su historia con Julia, -dijo Kincaid, sabiendo que no era de su incumbencia y que su investigacion apenas justificaba cruzar los limites de los buenos modales.

Simons nego con la cabeza.

– No puedo. No si quiero arreglar las cosas con mi esposa. Se lo he dicho a Julia.

– ?Como se lo ha tomado?

– Estara bien. -Simons sonrio con ese humor moderado, de desaprobacion, que Kincaid ya habia observado-. Yo no fui mas que un capricho pasajero para Julia. Probablemente le he ahorrado la molestia de tener que decirme, «lo siento, querido, pero era tan solo un poco de diversion».

A Kincaid se le ocurrio que Simons, al igual que Sharon Doyle, agradecia tener un oyente imparcial y aprovecho esta ventaja.

– ?Estaba enamorado de ella?

– No estoy seguro de que «amor» y «Julia» existan en el mismo vocabulario, senor Kincaid. He estado casado durante casi veinte anos. Para mi el amor significa calcetines zurcidos y «?a quien le toca sacar la basura, querido?» -Sonrio mientras tomaba un sorbo de su whisky-. Quizas no sea apasionante, pero de este modo uno sabe donde se encuentra. -De repente se sereno-. O al menos deberia saberlo, a menos que se comporte como un asno.

»Estaba encaprichado con Julia, fascinado, embelesado. Pero no estoy seguro de que nadie pueda acercarse a ella lo suficiente para amarla.

A pesar de lo mucho que le desagradaba a Kincaid la necesidad de atacar, lo hizo con una voz repentinamente severa:

– ?Estaba lo suficientemente encaprichado como para mentir por ella? ?Esta seguro de que ella no abandono la galeria cuando termino la fiesta? ?Le dijo ella que tenia que ver a alguien? ?Que volveria en una hora o dos?

El buen humor habia desaparecido de la cara de Trevor Simons. Termino su whisky y deposito el vaso con cuidado, adrede, en el centro exacto de su posavasos.

– No lo hizo. Puede que sea un adultero, comisario, pero no soy un embustero. Y si piensa que Julia tuvo algo que ver con la muerte de Connor, le puedo decir que esta usted buscando en el lugar equivocado. Ella estuvo conmigo desde que cerramos la galeria hasta el amanecer. Y despues de quemar las naves, por asi decirlo, confesandoselo a mi esposa, testificare ante un tribunal si es necesario.

13

Kincaid llamo a la puerta y espero. Llamo otra vez. Cambio el peso de una pierna a la otra. Silbo por lo bajo. No se oia ningun ruido dentro del piso y se dio la vuelta, sintiendo una punzada de decepcion.

Lo freno el ruido de la puerta al abrirse. Cuando se dio la vuelta vio a Julia mirandole en silencio, sin demostrar ni placer ni consternacion por su presencia. Levanto la copa de vino, saludandolo sarcasticamente.

– Comisario. ?Es una visita social? No puede acompanarme si se va a hacer el duro.

– Vaya, vaya -miro con detenimiento el jersey rojo destenido que llevaba por encima de unas mallas negras-, una explosion de color. ?Es indicativo de algo?

– Hay veces que una debe abandonar sus principios cuando no ha hecho la colada -respondio con aire de sabiduria-. Pase. ?Que va a pensar de mis modales? Tambien -anadio, mientras retrocedia hacia la sala- puede ser mi concesion al duelo.

– ?Una proclama a la inversa? -pregunto Kincaid, siguiendola a la cocina.

– Algo asi. Le traere una copa. El vino esta arriba. -Abrio un armario y se puso de puntillas, estirandose para llegar al estante. Kincaid se dio cuenta de que no llevaba zapatos sino calcetines gruesos y sus pies parecian pequenos y desprotegidos-. Con ordeno la cocina adaptandola a sus necesidades - cogio una copa-. Y parece que siempre que quiero algo, esta siempre fuera de mi alcance.

Kincaid se sintio como si se hubiera entrometido en una fiesta.

– ?Estaba esperando a alguien? No necesito interrumpirla. Solo queria hablar brevemente con usted y quizas recoger las cosas de Sharon Doyle.

Julia se dio la vuelta y apoyo la espalda contra la encimera. Lo miro mientras sostenia las dos copas contra el pecho.

– No esperaba a nadie, comisario. No hay un alma que esperar. -Se rio entre dientes de su propio sentido del humor-. ?Vamos! Ya habiamos superado lo de comisario, ?no? -anadio por encima del hombro mientras lo conducia de nuevo al salon-. Supongo que soy yo la reincidente.

No estaba mas que un poco achispada, decidio Kincaid al subir las escaleras detras de ella. Su equilibrio y coordinacion aun estaban bien, aunque se movia con mas cuidado de lo normal. Al pasar el primer rellano echo una ojeada a la cama alborotada, deshecha, a traves de la puerta abierta. La puerta del despacho seguia cerrada.

Cuando llegaron al estudio vio que las lamparas estaban encendidas y los estores bajados. Le parecio que la habitacion habia adquirido una capa mas de la personalidad de Julia en las veinticuatro horas que habian pasado desde que la habia visto por ultima vez. Habia estado trabajando y una pintura parcialmente acabada estaba prendida en una tabla, encima de la mesa de trabajo. Kincaid reconocio la planta por las excursiones de su ninez en Cheshire. Era una veronica, cuyas flores azul genciana -que cubrian los margenes de los senderos- se decia que le daban a uno fuerzas durante el viaje. Tambien recordo su consternacion al descubrir que su belleza no se podia mantener cautiva -las delicadas flores se marchitaban y morian a los pocos minutos de cogerlas.

En el resto de la superficie de la mesa habia libros de botanica abiertos, papeles arrugados y varias copas sucias. La habitacion olia a humo de tabaco y, levemente, al perfume de Julia.

Julia camino, sin hacer ruido, por encima de la alfombra persa y se dejo caer en el suelo, en frente del sillon, el cual utilizaba de respaldo. Al lado del sillon habia un cenicero rebosante y un cubo para hielo que contenia una botella de vino blanco. Lleno la copa de Kincaid.

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